En la tarde del 7 de junio de 1981 casi todo el país estaba pegado a sus televisores. El motivo era más que entendible: la señal internacional de TVN estaba transmitiendo el crucial partido eliminatorio entre la selección de fútbol de Chile y Paraguay, que le iba a dar a una de las dos selecciones sudamericanas un pasaje al Mundial de España 82′.
El partido había concitado tal interés en la gente que las calles céntricas de la capital, por lo general atestadas de vehículos y transeúntes, se encontraban prácticamente desiertas. Y verdaderamente fue una suerte que ello ocurriera, pues a la misma hora que se jugaba el partido se iba a producir un insólito accidente ferroviario.
Las crónicas cuentan que en la tarde del 7 de junio, un tren ingresó a la Maestranza de San Eugenio con un desperfecto mecánico. Sin embargo, por motivos desconocidos y mientras los empleados de la maestranza realizaban las maniobras para acomodar la máquina en el taller, la locomotora se desconectó del resto del tren y quedó a la deriva, dando una vuelta completa a la maestranza, ingresando de nuevo a la vía férrea principal, con rumbo directo a la Estación Central.
Como no arrastraba ningún carro, la locomotora fue ganando velocidad, hasta alcanzar más de 70 kms. por hora. Cuando llegó a la estación se produjo el inevitable choque. La máquina impactó contra la barrera del fin de la línea férrea, cruzó el hall central de la estación , destruyó la enorme verja de hierro y pasó por toda la ancha calzada frente a la Estación Central hasta quedar atravesada en medio de la Alameda.
Gracias a que todo el mundo se encontraba viendo el partido entre Chile y Paraguay (que al cabo ganó la “Roja de Todos”, gracias al famoso gol del “Pato” Yáñez) se produjo el balance que muchos catalogaron de milagro: no se registró ni un sólo muerto o herido. Un milagro que sólo podía provocar el fútbol.