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Las guatonas de tinder {{Continuación 2016/10/11}}

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Tengo un amigo que se llama Wilman. Es colombiano y tenemos la misma edad. Nos conocimos por Tinder pero el romance no prosperó, principalmente porque él comenzó a trabajar de lunes a viernes en una fábrica que hacía sillas y de sábado a domingo como nochero en un edificio familiar. Los lunes por la mañana se pasaba directo del edificio a la fábrica. Así, el tiempo pasó, nos dejamos de ver y de hablar, ambos quedamos medio frustrados, enojados, a veces dolidos. Todo intercalado con audios de historias de su antigua vida en el río, nostalgias gastronómicas, sus papás con siete hijos, más dos muertos y enterrados al otro lado del río - en un cementerio que visitan tomando chela en bote; porque en los cementerios de otros países la gente lo pasa bien, parece-. Hace un mes pudo volver a su país que no visitaba luego de tres años. Pudo ver a su madre y a su camada de sobrinos más grandes. "Hechos hombre", puntualizó. Su familia trabaja del oro que cuelan en el río al ritmo de la salsa romántica caleña. Con su celular me mostró fotos de verdaderas pepas de oro. Me mostró también un video donde él se graba a sí mismo bañándose en el río Choco que cruza su vida de comienzo a fin. Pensé que no lo vería nunca más, pero su mamá lo mandó devuelta: no lo quiere en Colombia, sino que trabajando y enviándole dinero desde acá. Entonces, él obediente volvió: vive en una habitación y no tiene pega (si saben de algo, me dicen). En la pieza del lado vive su hermana con su sobrina chica, hija de un tipo chileno que las dejó tiradas. Ayer me escribió para que nos viéramos y así fue: sorpresa. Él, menos triste, yo más distante; nos saludamos, comimos, nos tomamos de la mano. Cómo puedo hacer para que este país no te destruya, Wilman. Un niño-hombre de la selva. Mientras lo escribo, lo pienso. Reviso el celular: nos sacamos esta foto. La vida que pudo llevarnos a no vernos más, dio la vuelta y de acá somos. Desperdigados en las urgencias y la sobrevida de encontrarnos en otro, acompañándonos en este sur absurdo, caliente y violento con todos quienes nos la jugamos acá.

:ohno:
triple :ohno: !!!!
 
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Tengo un amigo que se llama Wilman. Es colombiano y tenemos la misma edad. Nos conocimos por Tinder pero el romance no prosperó, principalmente porque él comenzó a trabajar de lunes a viernes en una fábrica que hacía sillas y de sábado a domingo como nochero en un edificio familiar. Los lunes por la mañana se pasaba directo del edificio a la fábrica. Así, el tiempo pasó, nos dejamos de ver y de hablar, ambos quedamos medio frustrados, enojados, a veces dolidos. Todo intercalado con audios de historias de su antigua vida en el río, nostalgias gastronómicas, sus papás con siete hijos, más dos muertos y enterrados al otro lado del río - en un cementerio que visitan tomando chela en bote; porque en los cementerios de otros países la gente lo pasa bien, parece-. Hace un mes pudo volver a su país que no visitaba luego de tres años. Pudo ver a su madre y a su camada de sobrinos más grandes. "Hechos hombre", puntualizó. Su familia trabaja del oro que cuelan en el río al ritmo de la salsa romántica caleña. Con su celular me mostró fotos de verdaderas pepas de oro. Me mostró también un video donde él se graba a sí mismo bañándose en el río Choco que cruza su vida de comienzo a fin. Pensé que no lo vería nunca más, pero su mamá lo mandó devuelta: no lo quiere en Colombia, sino que trabajando y enviándole dinero desde acá. Entonces, él obediente volvió: vive en una habitación y no tiene pega (si saben de algo, me dicen). En la pieza del lado vive su hermana con su sobrina chica, hija de un tipo chileno que las dejó tiradas. Ayer me escribió para que nos viéramos y así fue: sorpresa. Él, menos triste, yo más distante; nos saludamos, comimos, nos tomamos de la mano. Cómo puedo hacer para que este país no te destruya, Wilman. Un niño-hombre de la selva. Mientras lo escribo, lo pienso. Reviso el celular: nos sacamos esta foto. La vida que pudo llevarnos a no vernos más, dio la vuelta y de acá somos. Desperdigados en las urgencias y la sobrevida de encontrarnos en otro, acompañándonos en este sur absurdo, caliente y violento con todos quienes nos la jugamos acá.

:ohno:

Conchetumareeee :ohno:

De experta en memes paso a experta en narcos y massisis
 
Cómo les gusta inventar castillos en las nubes este tipo de personas, "un niño hombre de la selva", pobrecito, es un Mogli perdido en esta selva de cemento, el con su alma pura esta en riesgo de ser corrompido por los perfidos chilenos que dejan abandonada sus crias.
Toda la historia cebollenta porque el negro la calienta, pero no se lo puso :lol2:
 
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Tengo un amigo que se llama Wilman. Es colombiano y tenemos la misma edad. Nos conocimos por Tinder pero el romance no prosperó, principalmente porque él comenzó a trabajar de lunes a viernes en una fábrica que hacía sillas y de sábado a domingo como nochero en un edificio familiar. Los lunes por la mañana se pasaba directo del edificio a la fábrica. Así, el tiempo pasó, nos dejamos de ver y de hablar, ambos quedamos medio frustrados, enojados, a veces dolidos. Todo intercalado con audios de historias de su antigua vida en el río, nostalgias gastronómicas, sus papás con siete hijos, más dos muertos y enterrados al otro lado del río - en un cementerio que visitan tomando chela en bote; porque en los cementerios de otros países la gente lo pasa bien, parece-. Hace un mes pudo volver a su país que no visitaba luego de tres años. Pudo ver a su madre y a su camada de sobrinos más grandes. "Hechos hombre", puntualizó. Su familia trabaja del oro que cuelan en el río al ritmo de la salsa romántica caleña. Con su celular me mostró fotos de verdaderas pepas de oro. Me mostró también un video donde él se graba a sí mismo bañándose en el río Choco que cruza su vida de comienzo a fin. Pensé que no lo vería nunca más, pero su mamá lo mandó devuelta: no lo quiere en Colombia, sino que trabajando y enviándole dinero desde acá. Entonces, él obediente volvió: vive en una habitación y no tiene pega (si saben de algo, me dicen). En la pieza del lado vive su hermana con su sobrina chica, hija de un tipo chileno que las dejó tiradas. Ayer me escribió para que nos viéramos y así fue: sorpresa. Él, menos triste, yo más distante; nos saludamos, comimos, nos tomamos de la mano. Cómo puedo hacer para que este país no te destruya, Wilman. Un niño-hombre de la selva. Mientras lo escribo, lo pienso. Reviso el celular: nos sacamos esta foto. La vida que pudo llevarnos a no vernos más, dio la vuelta y de acá somos. Desperdigados en las urgencias y la sobrevida de encontrarnos en otro, acompañándonos en este sur absurdo, caliente y violento con todos quienes nos la jugamos acá.

:ohno:
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Me desencanté hace rato. Las ricas son como las que tú conoces, pero muy operadas, recauchadas, fajadas y maquilladas. Y metalizadas a cagar, esas basuras ADORAN el dinero (más que nosotros). ESTOY EMPEZANDO A REENCANTARME CON LA MUJER CHILENA :ohno:
Pero si hay muchas bien guapas, el drama es el complejo de divas.
 
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Tengo un amigo que se llama Wilman. Es colombiano y tenemos la misma edad. Nos conocimos por Tinder pero el romance no prosperó, principalmente porque él comenzó a trabajar de lunes a viernes en una fábrica que hacía sillas y de sábado a domingo como nochero en un edificio familiar. Los lunes por la mañana se pasaba directo del edificio a la fábrica. Así, el tiempo pasó, nos dejamos de ver y de hablar, ambos quedamos medio frustrados, enojados, a veces dolidos. Todo intercalado con audios de historias de su antigua vida en el río, nostalgias gastronómicas, sus papás con siete hijos, más dos muertos y enterrados al otro lado del río - en un cementerio que visitan tomando chela en bote; porque en los cementerios de otros países la gente lo pasa bien, parece-. Hace un mes pudo volver a su país que no visitaba luego de tres años. Pudo ver a su madre y a su camada de sobrinos más grandes. "Hechos hombre", puntualizó. Su familia trabaja del oro que cuelan en el río al ritmo de la salsa romántica caleña. Con su celular me mostró fotos de verdaderas pepas de oro. Me mostró también un video donde él se graba a sí mismo bañándose en el río Choco que cruza su vida de comienzo a fin. Pensé que no lo vería nunca más, pero su mamá lo mandó devuelta: no lo quiere en Colombia, sino que trabajando y enviándole dinero desde acá. Entonces, él obediente volvió: vive en una habitación y no tiene pega (si saben de algo, me dicen). En la pieza del lado vive su hermana con su sobrina chica, hija de un tipo chileno que las dejó tiradas. Ayer me escribió para que nos viéramos y así fue: sorpresa. Él, menos triste, yo más distante; nos saludamos, comimos, nos tomamos de la mano. Cómo puedo hacer para que este país no te destruya, Wilman. Un niño-hombre de la selva. Mientras lo escribo, lo pienso. Reviso el celular: nos sacamos esta foto. La vida que pudo llevarnos a no vernos más, dio la vuelta y de acá somos. Desperdigados en las urgencias y la sobrevida de encontrarnos en otro, acompañándonos en este sur absurdo, caliente y violento con todos quienes nos la jugamos acá.

:ohno:

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Tengo un amigo que se llama Wilman. Es colombiano y tenemos la misma edad. Nos conocimos por Tinder pero el romance no prosperó, principalmente porque él comenzó a trabajar de lunes a viernes en una fábrica que hacía sillas y de sábado a domingo como nochero en un edificio familiar. Los lunes por la mañana se pasaba directo del edificio a la fábrica. Así, el tiempo pasó, nos dejamos de ver y de hablar, ambos quedamos medio frustrados, enojados, a veces dolidos. Todo intercalado con audios de historias de su antigua vida en el río, nostalgias gastronómicas, sus papás con siete hijos, más dos muertos y enterrados al otro lado del río - en un cementerio que visitan tomando chela en bote; porque en los cementerios de otros países la gente lo pasa bien, parece-. Hace un mes pudo volver a su país que no visitaba luego de tres años. Pudo ver a su madre y a su camada de sobrinos más grandes. "Hechos hombre", puntualizó. Su familia trabaja del oro que cuelan en el río al ritmo de la salsa romántica caleña. Con su celular me mostró fotos de verdaderas pepas de oro. Me mostró también un video donde él se graba a sí mismo bañándose en el río Choco que cruza su vida de comienzo a fin. Pensé que no lo vería nunca más, pero su mamá lo mandó devuelta: no lo quiere en Colombia, sino que trabajando y enviándole dinero desde acá. Entonces, él obediente volvió: vive en una habitación y no tiene pega (si saben de algo, me dicen). En la pieza del lado vive su hermana con su sobrina chica, hija de un tipo chileno que las dejó tiradas. Ayer me escribió para que nos viéramos y así fue: sorpresa. Él, menos triste, yo más distante; nos saludamos, comimos, nos tomamos de la mano. Cómo puedo hacer para que este país no te destruya, Wilman. Un niño-hombre de la selva. Mientras lo escribo, lo pienso. Reviso el celular: nos sacamos esta foto. La vida que pudo llevarnos a no vernos más, dio la vuelta y de acá somos. Desperdigados en las urgencias y la sobrevida de encontrarnos en otro, acompañándonos en este sur absurdo, caliente y violento con todos quienes nos la jugamos acá.

:ohno:

no les queda otra a este fenotipo de guatonas qlias que parecen chanchos. Solo les queda que algún masisi con C.I.. inferior a 70 se las agarre para tener sexo ya que ningún wn normal las pescaría.

Asco
 
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Tengo un amigo que se llama Wilman. Es colombiano y tenemos la misma edad. Nos conocimos por Tinder pero el romance no prosperó, principalmente porque él comenzó a trabajar de lunes a viernes en una fábrica que hacía sillas y de sábado a domingo como nochero en un edificio familiar. Los lunes por la mañana se pasaba directo del edificio a la fábrica. Así, el tiempo pasó, nos dejamos de ver y de hablar, ambos quedamos medio frustrados, enojados, a veces dolidos. Todo intercalado con audios de historias de su antigua vida en el río, nostalgias gastronómicas, sus papás con siete hijos, más dos muertos y enterrados al otro lado del río - en un cementerio que visitan tomando chela en bote; porque en los cementerios de otros países la gente lo pasa bien, parece-. Hace un mes pudo volver a su país que no visitaba luego de tres años. Pudo ver a su madre y a su camada de sobrinos más grandes. "Hechos hombre", puntualizó. Su familia trabaja del oro que cuelan en el río al ritmo de la salsa romántica caleña. Con su celular me mostró fotos de verdaderas pepas de oro. Me mostró también un video donde él se graba a sí mismo bañándose en el río Choco que cruza su vida de comienzo a fin. Pensé que no lo vería nunca más, pero su mamá lo mandó devuelta: no lo quiere en Colombia, sino que trabajando y enviándole dinero desde acá. Entonces, él obediente volvió: vive en una habitación y no tiene pega (si saben de algo, me dicen). En la pieza del lado vive su hermana con su sobrina chica, hija de un tipo chileno que las dejó tiradas. Ayer me escribió para que nos viéramos y así fue: sorpresa. Él, menos triste, yo más distante; nos saludamos, comimos, nos tomamos de la mano. Cómo puedo hacer para que este país no te destruya, Wilman. Un niño-hombre de la selva. Mientras lo escribo, lo pienso. Reviso el celular: nos sacamos esta foto. La vida que pudo llevarnos a no vernos más, dio la vuelta y de acá somos. Desperdigados en las urgencias y la sobrevida de encontrarnos en otro, acompañándonos en este sur absurdo, caliente y violento con todos quienes nos la jugamos acá.

:ohno:

Chancha culia asquerosa :ohno:
 
Jajajajaja la media perso la joyita

Enviado desde mi SM-A520F mediante Tapatalk
 
Igual de frente te hace dudar :sconf4:
Con unos copetes en el cuerpo se puede nublar el juicio :sconf:
Hermanito, existe una prueba infalible (anatómica y científica) para detectar a un trapo sin tener que llegar al punto de palpar el bulto.
El cráneo no sabe de LGTBASDF, y la anatomía y arqueología nos han enseñado que la forma más rápida y sencilla de diferenciar un cráneo masculino de uno femenino es la protuberancia -o cresta- occipital externa.
Si usted está caliente con una mina, pero su instinto le indica que puede ser una trampa, pues haga el ademan de acercar su mano a la nuca y como si fuera una caricia toque la zona posterior. Si la protuberancia es prominente prepárese para un duelo de espadas.
:santa:
 
Con unos copetes en el cuerpo se puede nublar el juicio :sconf:
Hermanito, existe una prueba infalible (anatómica y científica) para detectar a un trapo sin tener que llegar al punto de palpar el bulto.
El cráneo no sabe de LGTBASDF, y la anatomía y arqueología nos han enseñado que la forma más rápida y sencilla de diferenciar un cráneo masculino de uno femenino es la protuberancia -o cresta- occipital externa.
Si usted está caliente con una mina, pero su instinto le indica que puede ser una trampa, pues haga el ademan de acercar su mano a la nuca y como si fuera una caricia toque la zona posterior. Si la protuberancia es prominente prepárese para un duelo de espadas.
:santa:
En conclusión, un Henry sería un super macho.
Thierry-Henry.jpg

Las hueás que se aprenden en este foro.
:hi:
 
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