kuv
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Los neocons auténticos descienden de movimientos comunistas y socialistas, habiendo sido en su juventud prominentes líderes trotskystas (esto es, ultra izquierda). Cuando Stalin tomó el poder en la Unión Soviética, los trotskystas fueron perseguidos con severidad, y finalmente el mismo Trotsky fue asesinado en México. Stalin era un gentil (de hecho, un ex seminarista) y Trotsky era un judío, y la línea divisoria entre stalinistas y trotskystas pasaba en gran parte por la misma línea divisoria.
Stalin se hizo cada vez más anti semita, y los trotskystas judíos tenían otra razón más para odiar a Stalin. Stalin cada vez traicionaba más los principios comunistas defendidos por Lenin y Trotksy, dejando atrás el internacionalismo y revolución permanente predicada por los primeros adoptando desde entonces “el socialismo en un solo país”, e incluso, volviendo a los símbolos patrios de Rusia, como la “gran guerra patriota” adoptada en la segunda guerra mundial contra los alemanes.
Stalin creo un régimen antidemocrático, autoritario, militarista, derogando las leyes y políticas progresistas que se habían dictado al comienzo de la Unión Soviética, razón más que suficiente para ganarse aún más el odio de los trotskistas.
El trotskismo vio que la defensa de Israel, y la defensa de sus principios (democracia, internacionalismo, progresismo) tendría que hacerse desde los Estados Unidos, y no desde la URSS que había dado un vuelco tradicionalista en sus políticas desde que Stalin había asumido al poder.
Los stalinistas decían que uno puede tener el “socialismo en un país” mientras que los trotskystas demandaban una “revolución mundial socialista” (lo que era fiel al pensamiento de Marx). Los trotskistas adhirieron a la “revolución democrática mundial”, de ahí su ambición por exportar la revolución democrática a todos lados y hacer intervenir militarmente a los EE.UU. en los asuntos de naciones soberanas. El neocon Stephen Schwartz dijo que “aquéllos que están luchando por la democracia global deberían ver a Leon Trotsky como un precursor.” Schwartz, quien sin vergüenza proclama sus raíces trotskystas, preferiría que los “neocons” sean llamados “trotskycons”.
El neocon Christopher Hitchens, también discípulo de Trotsky, quieren que los EE.UU. sean “una fuerza revolucionaria” para luchar contra el fascismo y la religión, especialmente el islamofacismo. “La religión”, dice, es “el más tóxico de los enemigos... la forma más básica y despreciable de las asumidas por el egotismo y la estupidez humana. El odio frío y constante a ella, especialmente en su forma rara de yihad, ha sido tan sostenedor de mí como cualquier amor.” Dice: “George Bush puede ser subjetivamente cristiano, pero él –y las fuerzas armadas estadounidenses—han objetivamente hecho más por el secularismo que toda la comunidad agnóstica estadounidense combinada y duplicada.”
El exilio de Trotski, ex brazo derecho de Lenin, y el pacto germano-soviético han dañado considerablemente al Partido Comunista. En ese contexto, los marxistas se unen masivamente al ala trotskista de la izquierda radical, quienes pactaran con la CIA, traicionando así la IV Internacional.
Los servicios secretos británicos y estadounidenses tratan de fabricar un pensamiento bastante creíble y universal para rivalizar con el comunismo de la Unión Soviética. En este contexto, los New York Intellectuals - Sidney Hook, James Burnham, Irving Kristol, Daniel Bell...-serán combatientes culturales especialmente eficaces. Irving Kristol, fue un judío fundador del neoconservadurismo además de ser un prominente trotskista en su juventud.
Sacando lecciones del «golpe del Waldorf», la CIA norteamericana y el IRD británico sistematizan el enrolamiento de trotskistas en la lucha secreta contra Moscú, al punto de hacer de esto una constante de la «guerra psicológica» que llevan cabo contra la URSS.
La CIA y el IRD confían en los marxistas arrepentidos para llevar a cabo una operación de gran envergadura: la fabricación de una «ideología que rivalice con el comunismo», según la expresión de Ralph Murray, primer jefe del IRD, y de la que el Congreso por la Libertad de la Cultura será el principal instrumento de promoción, ayudado por ex trotskistas como Irving Kristol, Arthur Koestler, Sidney Hook, etc.
El trotskismo, junto al marxismo cultural de la Escuela de Frankfurt, fueron en parte una de las causas de la propagación de los movimientos contraculturales en Estados Unidos y en otras partes del globo -como lo fue Mayo del 68 en Francia, que representan la base ideológica cultural actual de los Estados Unidos y de su política exterior actual en donde la defensa de Israel es lo primordial.
Stalin se hizo cada vez más anti semita, y los trotskystas judíos tenían otra razón más para odiar a Stalin. Stalin cada vez traicionaba más los principios comunistas defendidos por Lenin y Trotksy, dejando atrás el internacionalismo y revolución permanente predicada por los primeros adoptando desde entonces “el socialismo en un solo país”, e incluso, volviendo a los símbolos patrios de Rusia, como la “gran guerra patriota” adoptada en la segunda guerra mundial contra los alemanes.
Stalin creo un régimen antidemocrático, autoritario, militarista, derogando las leyes y políticas progresistas que se habían dictado al comienzo de la Unión Soviética, razón más que suficiente para ganarse aún más el odio de los trotskistas.
El trotskismo vio que la defensa de Israel, y la defensa de sus principios (democracia, internacionalismo, progresismo) tendría que hacerse desde los Estados Unidos, y no desde la URSS que había dado un vuelco tradicionalista en sus políticas desde que Stalin había asumido al poder.
Los stalinistas decían que uno puede tener el “socialismo en un país” mientras que los trotskystas demandaban una “revolución mundial socialista” (lo que era fiel al pensamiento de Marx). Los trotskistas adhirieron a la “revolución democrática mundial”, de ahí su ambición por exportar la revolución democrática a todos lados y hacer intervenir militarmente a los EE.UU. en los asuntos de naciones soberanas. El neocon Stephen Schwartz dijo que “aquéllos que están luchando por la democracia global deberían ver a Leon Trotsky como un precursor.” Schwartz, quien sin vergüenza proclama sus raíces trotskystas, preferiría que los “neocons” sean llamados “trotskycons”.
El neocon Christopher Hitchens, también discípulo de Trotsky, quieren que los EE.UU. sean “una fuerza revolucionaria” para luchar contra el fascismo y la religión, especialmente el islamofacismo. “La religión”, dice, es “el más tóxico de los enemigos... la forma más básica y despreciable de las asumidas por el egotismo y la estupidez humana. El odio frío y constante a ella, especialmente en su forma rara de yihad, ha sido tan sostenedor de mí como cualquier amor.” Dice: “George Bush puede ser subjetivamente cristiano, pero él –y las fuerzas armadas estadounidenses—han objetivamente hecho más por el secularismo que toda la comunidad agnóstica estadounidense combinada y duplicada.”
El exilio de Trotski, ex brazo derecho de Lenin, y el pacto germano-soviético han dañado considerablemente al Partido Comunista. En ese contexto, los marxistas se unen masivamente al ala trotskista de la izquierda radical, quienes pactaran con la CIA, traicionando así la IV Internacional.
Los servicios secretos británicos y estadounidenses tratan de fabricar un pensamiento bastante creíble y universal para rivalizar con el comunismo de la Unión Soviética. En este contexto, los New York Intellectuals - Sidney Hook, James Burnham, Irving Kristol, Daniel Bell...-serán combatientes culturales especialmente eficaces. Irving Kristol, fue un judío fundador del neoconservadurismo además de ser un prominente trotskista en su juventud.
Sacando lecciones del «golpe del Waldorf», la CIA norteamericana y el IRD británico sistematizan el enrolamiento de trotskistas en la lucha secreta contra Moscú, al punto de hacer de esto una constante de la «guerra psicológica» que llevan cabo contra la URSS.
La CIA y el IRD confían en los marxistas arrepentidos para llevar a cabo una operación de gran envergadura: la fabricación de una «ideología que rivalice con el comunismo», según la expresión de Ralph Murray, primer jefe del IRD, y de la que el Congreso por la Libertad de la Cultura será el principal instrumento de promoción, ayudado por ex trotskistas como Irving Kristol, Arthur Koestler, Sidney Hook, etc.
El trotskismo, junto al marxismo cultural de la Escuela de Frankfurt, fueron en parte una de las causas de la propagación de los movimientos contraculturales en Estados Unidos y en otras partes del globo -como lo fue Mayo del 68 en Francia, que representan la base ideológica cultural actual de los Estados Unidos y de su política exterior actual en donde la defensa de Israel es lo primordial.