Cr7number17
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Entender por qué el comunismo nunca desaparece es difícil si se intenta hacerlo con los argumentos y los criterios que una persona capaz de manejar un mínimo de lógica lo haría: no produce riqueza, no produce bienestar, no produce felicidad… Pero a lo mejor es más fácil conseguirlo si se acepta que el comunismo se alimenta del primero de los pecados del ser humano, del más inconfesable pero al mismo tiempo, el más destructivo y maléfico de todos, un pecado innato y consustancial a la naturaleza humana, y generador de odio como el que más: ¿qué pecado sino la envidia? Una envidia que sólo repara en que todos seamos iguales, y que, con tal de que ello sea así, prefiere una sociedad en la que todos tengamos cero, que otra en la que unos tengamos cinco y otros tengan diez, como aquel envidioso que preguntado sobre lo que quería recibir como regalo con la única condición de que el envidiado recibiría el doble, respondió: “que me saquen un ojo”.
Aunque a principios del s. XX, con una situación de pobreza y desigualdad difícilmente superable pudiera entenderse la irrupción de un sistema como el propuesto por Karl Marx y ejecutado por Lenin, hoy el comunista sabe bien a qué conduce el comunismo: decenas y decenas de regímenes comunistas cayeron en los años 80 y 90 y ninguno de ellos -¡¡¡ninguno!!!- había ofrecido a sus ciudadanos otra cosa que la muerte, la pobreza, la opresión y la tristeza. Todos lo vimos, a nadie se le ocultó, ¡¡¡nadie lo negó!!! tampoco los que hoy lo profesan en el s. XXI.
Aunque a principios del s. XX, con una situación de pobreza y desigualdad difícilmente superable pudiera entenderse la irrupción de un sistema como el propuesto por Karl Marx y ejecutado por Lenin, hoy el comunista sabe bien a qué conduce el comunismo: decenas y decenas de regímenes comunistas cayeron en los años 80 y 90 y ninguno de ellos -¡¡¡ninguno!!!- había ofrecido a sus ciudadanos otra cosa que la muerte, la pobreza, la opresión y la tristeza. Todos lo vimos, a nadie se le ocultó, ¡¡¡nadie lo negó!!! tampoco los que hoy lo profesan en el s. XXI.