FightClubbb
Plast@
- Registrado
- 2008/03/23
- Mensajes
- 822
Quería compartir un ensayo que escribí pa lenguaje
Sin lugar para el chacal
En este ensayo defenderé lo aparentemente indefendible: el exterminio de perros callejeros.
No defiendo esta polémica postura por ser un cruel sanguinario sediento de sangre animal, como me han llegado a tildar ciertos grupos pro-animales y hippies veganos, sino porque creo que los perros vagabundos son un peligro para la sociedad y que las soluciones que plantean los defensores de animales son ineficientes o impracticables, dejándonos sólo una opción viable: la erradicación violenta y sistemática de los canes sin amo. Chile ya tiene suficientes problemas -más serios y de mayor envergadura- como para querer priorizar esta problemática en favor de los animales, destinando recursos - que podrían servir para el sistema de salud o financiar proyectos sociales- para construir perreras, o para que tengan una muerte digna y desprovista de dolor.
Partiré explicando por qué creo necesaria la desaparición de los perros. ¿Cuántas veces hemos visto en las noticias los incidentes con canes? Su peligrosidad es innegable y nadie está a salvo de ser atacado por ellos. Hasta el más radical defensor de animales tendría miedo frente a una jauría de rottweilers, un miedo que sin duda se aplacaría de tener un arma con la cual protegerse, con la cual erradicarlos. ¿Qué podría hacer un niño o un anciano frente a una tropa de quiltros hambrientos? Son potenciales asesinos y lo compruebo desde mi experiencia: varias veces he tenido que defenderme de los perros que abundan en donde vivo y si no fuera por los piedrazos o fierrazos que me han forzado a darles, me habrían mordido, en el mejor de los casos.
No sólo sus colmillos son un riesgo, sino que también hay que recordar que son transmisores de enfermedades y dispersores de insalubridades. Entre pulgas, garrapatas, piojos, rabia, sarna y diversas porquerías, los perros vagabundos nos exponen a desgracias. Además de dejarnos las plazas bañadas con orina y excremento, nuestros “mejores amigos” nos ensucian las calles rompiendo las bolsas de basura y dispersando los desperdicios. Consideren todas las enfermedades e infecciones que se originan por ellos o por sus actos repulsivos. Al igual que palomas y castores, plagas hermanas, no contribuyen nada y perjudican mucho.
Ante esta problemática alguien podría plantear soluciones más generosas con los cuadrúpedos, como podría ser trasladarlos a perreras, esterilizar a las hembras, o por último ejecutarlos vía inyecciones para que tengan una muerte más “humana”. Sí creo que son las soluciones ideales, pero siendo aterrizados y adaptándonos a la realidad, lamentablemente tengo que discrepar con aquellos proyectos debido a sus altísimos costos. Mientras haya un sistema de salud imperfecto, un sistema educativo precario, familias cuyas necesidades básicas no se vean satisfechas y la miseria aún exista entre personas, no puedo concebir la idea de que animales, en vez de nosotros, se vean beneficiados con fondos del estado. No quiero profundizar en el debate hombre vs animal, ni tampoco me voy a inclinar ante los discursos que avalan la supuesta superioridad del hombre ante la “bestia”, pero sí quiero aclarar que, si queremos prosperar como sociedad, tenemos que internalizar en nosotros un compromiso con nuestra especie, un trato universal en donde seamos reconocidos como hermanos cuyo sentido del deber, apoyo mutuo y responsabilidad colectiva nos impida destinar nuestra atención y recursos a animales necesitados mientras existan personas necesitadas. ¿Cuándo fue que dejamos de preocuparnos por la miseria del hombre y desviamos nuestra atención hacia las ballenas y árboles?
Por lo tanto, considerando las condiciones en las que estamos inmersos y adoptando una postura pragmática donde se aplican los criterios que ya he mencionado, hago un llamado al exterminio, a la ejecución masiva de los canes y a la instauración de leyes que multen a todos aquellos que abandonen cachorros y permitan o prolonguen la existencia de los perros callejeros. La ciudad y los perros no pueden coexistir. No es un llamado al maltrato y tortura animal, no se confundan, los actos de violencia animal carentes de fundamento y propósito deberían ser condenados y repudiados. Es un llamado a la seguridad de nuestra sociedad, es un anhelo de vivir en ciudades en donde no haya lugar para jaurías. Me simpatizan mucho los perros y soy dueño de dos, una de ellas una labradora quien es el ser que más estimo en este mundo, pero, si solicitaran que fuera yo el verdugo que, en la lucha por el mundo despojado de quiltros vagabundos, fuera el encargado de cortar las cabezas en el patíbulo, aceptaría el cargo sin dudarlo.
esop, sería interesante ver qué responden los defensores de animales.
Sin lugar para el chacal
En este ensayo defenderé lo aparentemente indefendible: el exterminio de perros callejeros.
No defiendo esta polémica postura por ser un cruel sanguinario sediento de sangre animal, como me han llegado a tildar ciertos grupos pro-animales y hippies veganos, sino porque creo que los perros vagabundos son un peligro para la sociedad y que las soluciones que plantean los defensores de animales son ineficientes o impracticables, dejándonos sólo una opción viable: la erradicación violenta y sistemática de los canes sin amo. Chile ya tiene suficientes problemas -más serios y de mayor envergadura- como para querer priorizar esta problemática en favor de los animales, destinando recursos - que podrían servir para el sistema de salud o financiar proyectos sociales- para construir perreras, o para que tengan una muerte digna y desprovista de dolor.
Partiré explicando por qué creo necesaria la desaparición de los perros. ¿Cuántas veces hemos visto en las noticias los incidentes con canes? Su peligrosidad es innegable y nadie está a salvo de ser atacado por ellos. Hasta el más radical defensor de animales tendría miedo frente a una jauría de rottweilers, un miedo que sin duda se aplacaría de tener un arma con la cual protegerse, con la cual erradicarlos. ¿Qué podría hacer un niño o un anciano frente a una tropa de quiltros hambrientos? Son potenciales asesinos y lo compruebo desde mi experiencia: varias veces he tenido que defenderme de los perros que abundan en donde vivo y si no fuera por los piedrazos o fierrazos que me han forzado a darles, me habrían mordido, en el mejor de los casos.
No sólo sus colmillos son un riesgo, sino que también hay que recordar que son transmisores de enfermedades y dispersores de insalubridades. Entre pulgas, garrapatas, piojos, rabia, sarna y diversas porquerías, los perros vagabundos nos exponen a desgracias. Además de dejarnos las plazas bañadas con orina y excremento, nuestros “mejores amigos” nos ensucian las calles rompiendo las bolsas de basura y dispersando los desperdicios. Consideren todas las enfermedades e infecciones que se originan por ellos o por sus actos repulsivos. Al igual que palomas y castores, plagas hermanas, no contribuyen nada y perjudican mucho.
Ante esta problemática alguien podría plantear soluciones más generosas con los cuadrúpedos, como podría ser trasladarlos a perreras, esterilizar a las hembras, o por último ejecutarlos vía inyecciones para que tengan una muerte más “humana”. Sí creo que son las soluciones ideales, pero siendo aterrizados y adaptándonos a la realidad, lamentablemente tengo que discrepar con aquellos proyectos debido a sus altísimos costos. Mientras haya un sistema de salud imperfecto, un sistema educativo precario, familias cuyas necesidades básicas no se vean satisfechas y la miseria aún exista entre personas, no puedo concebir la idea de que animales, en vez de nosotros, se vean beneficiados con fondos del estado. No quiero profundizar en el debate hombre vs animal, ni tampoco me voy a inclinar ante los discursos que avalan la supuesta superioridad del hombre ante la “bestia”, pero sí quiero aclarar que, si queremos prosperar como sociedad, tenemos que internalizar en nosotros un compromiso con nuestra especie, un trato universal en donde seamos reconocidos como hermanos cuyo sentido del deber, apoyo mutuo y responsabilidad colectiva nos impida destinar nuestra atención y recursos a animales necesitados mientras existan personas necesitadas. ¿Cuándo fue que dejamos de preocuparnos por la miseria del hombre y desviamos nuestra atención hacia las ballenas y árboles?
Por lo tanto, considerando las condiciones en las que estamos inmersos y adoptando una postura pragmática donde se aplican los criterios que ya he mencionado, hago un llamado al exterminio, a la ejecución masiva de los canes y a la instauración de leyes que multen a todos aquellos que abandonen cachorros y permitan o prolonguen la existencia de los perros callejeros. La ciudad y los perros no pueden coexistir. No es un llamado al maltrato y tortura animal, no se confundan, los actos de violencia animal carentes de fundamento y propósito deberían ser condenados y repudiados. Es un llamado a la seguridad de nuestra sociedad, es un anhelo de vivir en ciudades en donde no haya lugar para jaurías. Me simpatizan mucho los perros y soy dueño de dos, una de ellas una labradora quien es el ser que más estimo en este mundo, pero, si solicitaran que fuera yo el verdugo que, en la lucha por el mundo despojado de quiltros vagabundos, fuera el encargado de cortar las cabezas en el patíbulo, aceptaría el cargo sin dudarlo.
esop, sería interesante ver qué responden los defensores de animales.