Si hay una creación típica chilena y de la cual podemos todos sentirnos muy avergonzados, es el festival.
Un tipo concierto nocturno que necesita de bandejeros/presentadores para que nos guíe a través del evento y todas sus estaciones. Estaciones que comienzan con un baile de obertura de corte folclórico, que luego da a paso a presentaciones musicales. Posterior a estas presentaciones se da un espacio de relajación y disfrute con algún humorista/cuenta chistes que finalmente deviene en algún concurso de talentos (generalmente vocal). Al artista que termina su performancia sobre el escenario se le galardona con algún galvano pedido a grito pelado por su distinguida concurrencia. Tampoco puede faltar la elección de la reina de belleza, virginales jovencitas que compiten por el honor y el privilegio de ser las doncellas mas tupendas de la localidad. Todo coronado con alcaldes, autoridades publicas, concejales (y si tiene suerte, fuegos artificiales) todos debidamente presentados por el bandejero y aplaudidos a rabiar por el público presente.
Un cliché repetido hasta el hartazgo.
En definitiva un evento NEFASTO.