P
penril
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Mientras los ricos y poderosos se reunían para hablar de política y dinero en medio del esplendor del Hotel Gleneagles, la vida en el ómnibus número 30 que va desde Hackney hasta el londinense Marble Arch transcurría como siempre, consignó en su edición de ayer el diario británico The Independent. La gente miraba por las ventanillas, algunos pasajeros leían el diario y otros escuchaban música. Nadie sabía que el terror golpearía al corazón de Londres.
Sin embargo, Richard Jones, de 61 años, un especialista en Informática de Bracknell, notó algo raro en la parte trasera del ómnibus. Percibió que un joven alto, de unos 25 años y tez "color oliva", se ponía cada vez más nervioso. Notó que no dejaba de mirar el interior de la bolsa que llevaba. "No vi su rostro, pero me di cuenta de que estaba cada vez más ansioso".
Jones se bajó del ómnibus —dice no saber por qué lo hizo— y comenzó a caminar. Había recorrido unos 10 metros cuando sintió una fuerte explosión. Las palomas se alejaron de inmediato. El techo del ómnibus había volado por los aires. "Vi gente arrastrándose por el piso. No estoy seguro si la bomba estaba en el piso de abajo o de arriba", contó Jones.
...a veces hay que creerle al corazón.
Sin embargo, Richard Jones, de 61 años, un especialista en Informática de Bracknell, notó algo raro en la parte trasera del ómnibus. Percibió que un joven alto, de unos 25 años y tez "color oliva", se ponía cada vez más nervioso. Notó que no dejaba de mirar el interior de la bolsa que llevaba. "No vi su rostro, pero me di cuenta de que estaba cada vez más ansioso".
Jones se bajó del ómnibus —dice no saber por qué lo hizo— y comenzó a caminar. Había recorrido unos 10 metros cuando sintió una fuerte explosión. Las palomas se alejaron de inmediato. El techo del ómnibus había volado por los aires. "Vi gente arrastrándose por el piso. No estoy seguro si la bomba estaba en el piso de abajo o de arriba", contó Jones.
...a veces hay que creerle al corazón.
