Si piensas mal, no tienes por qué acertar
La publicación de un vídeo con secretos del entrenamiento de Caruana para el Mundial de ajedrez con Carlsen desata una marea de especulaciones
LEONTXO GARCÍA
“Nunca permitas que la realidad te estropee un buen reportaje”. Esa famosa frase, de la película
La pícara solterona, con Tony Curtis en el papel de un periodista muy rastrero, sigue vigente hoy, sobre todo si hablamos de telebasura, aunque también de política, por desgracia. Pero el bombazo de las redes sociales produce ahora que, a veces, sean algunos lectores y no el informador quienes apliquen ese cínico principio. Está ocurriendo con el duelo que Magnus Carlsen y Fabiano Caruana disputan por el
Mundial de ajedrez en Londres.
Hay que reconocer que el gancho es muy tentador: alguien muy próximo a Caruana publica un vídeo -retirado pocas horas después- de unos dos minutos que incluye diez segundos con imágenes asombrosas: una captura de pantalla con la lista de varias de las defensas que ha preparado para las partidas que jugará frente a Carlsen con las piezas negras. Ciertamente, es algo impensable porque se trata del mayor secreto de un ajedrecista antes de un duelo por el título mundial. El daño que causa esa publicación puede ser mucho mayor que si, en vísperas de un Madrid-Barça, se revelase cómo se van a ejecutar todas las jugadas a balón parado (incluidos los penaltis) de uno de los equipos.
Cuando publiqué la noticia ni siquiera mencioné la posibilidad de que el vídeo fuera un montaje, filtrado a propósito para despistar a Carlsen, porque no tenía indicio alguno que apuntase en esa dirección. Por el contrario, varios factores me llevaban a pensar que era un simple -aunque muy ruidoso- caso de negligencia. El carácter sencillo de Caruana no encaja con tales maquinaciones. El Club de Ajedrez de San Luis (estado de Misuri, EE UU), responsable de la publicación, propiedad del multimillonario Rex Sinquefield, mecenas de Caruana, tiene pocos años de existencia y carece de una estructura muy profesional, a la altura de los clubes de deportes muy populares en ese país. Y la lista de
armas desveladas puede resumirse en dos: el Gambito de Dama Rehusado, que Caruana ya había empleado en la segunda partida, y una variante muy específica de la Defensa Petrov, una de las grandes especialidades del estadounidense.
Si el objetivo de una publicación maliciosa fuera que Carlsen y su equipo perdiesen el tiempo de preparación de las partidas, dedicándolo a esas defensas y no a las que realmente piensa emplear Caruana, es absurdo de todo punto que la lista incluya una que ya se ha jugado en el duelo. Lo suyo, en esa supuesta maquinación para engañar, hubiera sido publicar una lista que sorprendiera a Carlsen, incitándolo a invertir tiempo en el análisis de líneas que no tenía previstas.
El artículo salió en la última página de la edición en papel y, al igual que la crónica del día anterior, estuvo mucho tiempo en la parte superior de la portada de elpais.com. Pero logró su objetivo solo a medias, porque las redes sociales y los comentarios directos de los lectores debajo de mi texto incitan a pensar que la conspiración tiene todavía muchos defensores.
Paralelamente, mi prestigioso colega australiano Ian Rogers se negaba a seguir escribiendo para la edición digital de
la revista estadounidense Chess Life, tras hacerlo durante diez años, porque su crónica sobre el asunto había sido censurada. La redactora-jefe, Jennifer Shahade, profesionalmente muy próxima a Sinquefield y a Caruana, se negaba a publicar los detalles más conflictivos del vídeo y el análisis de sus consecuencias para el retador. Obviamente, eso no hubiera pasado si todo fuera un montaje.
Otro colega con gran reputación, el noruego de origen estadounidense Jonathan Tisdall, a quien conocí en 1985 cuando era el enviado especial de Reuters a Moscú para el segundo duelo Kaspárov-Kárpov, ilustra bien lo que quizá le haya sucedido a mucha gente. Cuando llegó ayer a Londres, era partidario de la teoría de la conspiración. Un par de horas después, tras hablar con diversas fuentes en la sala de prensa y conocer sus argumentos en dirección contraria, cambio de opinión: "En otras circunstancias y si el jugador fuera alguien muy distinto de Caruana, creería que es un montaje. Pero tras los argumentos que he recogido, estoy convencido de que no lo es".
Tras preguntar a varios periodistas de diversos países, tengo la sensación de que España quizá sea el país donde la teoría de la conspiración ha tenido más partidarios. Tal vez sea una mezcla de la tradicional picaresca española con el mal uso de las redes sociales, la influencia nefasta de las prácticas habituales de la telebasura, la moda de manipular y falsear la información, tan bien promovida por Donald Trump y sus alabarderos…
Me pregunto si quienes airean -llegando a veces hasta el insulto al periodista- esas afirmaciones conspiratorias tan rotundas se dan cuenta de que están acusando de conducta antideportiva a un ajedrecista intachable hasta ahora. Lo de piensa mal y acertarás debe tener unos límites, sobre todo cuando no hay indicios realmente sólidos para acusar a alguien o dejar al menos la sospecha en el aire. De lo contrario, lo más probable es que yerres.