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Y se descubrió que la higiene era buena...

sardinilla

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Hoy en día entendemos palabras como higiene o limpieza corporal como parte de nuestra vida. Pero no siempre fue así como veremos en la evolución de estas costumbres desde el Medievo hasta la fecha. La verdad, es que ante tanta insalubridad como había en aquellas épocas, no es de extrañar las grandes epidemias que asolaban de tanto en tanto. Incluso en las grandes ciudades, hasta hace apenas poco más de un siglo, los excrementos y orines se arrojaban sin ningún pudor a la calle. Debía ser toda una "alegría" pasear por allí...
El año 1348 marca el inicio de una etapa crítica en la Europa de la Edad Media. Fue un siglo que fue testigo de una de las epidemias más famosas de la historia: la Peste Negra. Aunque esto no quita que antes y después de esta fecha no hubieran existido pestes generalizadas. Las hubo, y terriblemente virulentas.En épocas de peste el contacto entre las personas constituía un riesgo. Había que evitar la fraternización con vecinos, e incluso parientes, siendo lo más común la huída. Pero no siempre eran los sanos aquellos que participaban en esas migraciones...
Muchos infectados encaminaban también sus pasos en busca de "mejores aires", propagando el mal por comarcas que, hasta ese momento, se habían visto libre de las pestilencias. Estas medidas preventivas (como es el caso de la huída lo más pronto y lejos posible) se convirtieron en verdaderos catalizadores de violencia.
Si hoy, a principios del siglo XXI, y con el inmenso bagaje de conocimientos científicos que nos jactamos en tener, discriminamos, excluimos e incluso dictamos sentencia contra los enfermos de SIDA, es más fácil comprender actitudes (consideradas bestiales o incivilizadas por muchos que actualmente impiden la entrada al trabajo o al hogar a infectados por el virus HIV) como las practicadas por la ciudad de Mallorca en 1546 cuando rechazaron a cañonazos a un barco barcelonés que pretendía comprar alimentos para dar de comer a una Barcelona atacada por la peste.
Los Municipios y Consejos de las ciudades contaminadas —o por contaminar— elaboraban reglamentos referidos a la "higiene" individual.
Se debían rehuir los trabajos violentos "que calentaban los miembros", como así también del baño ya que el conocimiento médico de aquel entonces dictaminaba que "el líquido por su presión y sobre todo por su calor, puede abrir los poros y centrar el peligro (...)". Esto explicaría el consejo dado, en la ciudad de París en 1516, cuando ante los efectos de una epidemia se exhortaba:
"¡Por favor, huyan de los baños de vapor o de agua o morirán!"
Es evidente que en siglo XVI la enfermedad no se combatía con higiene; o para ser más exactos: la idea que se tenía sobre lo higiénico era radicalmente diferente a la que la mayoría de nosotros compartimos en la actualidad. Esto lo podemos ver resumido en el siguiente texto escrito en 1568 y de gran vigencia en la época:

"Conviene prohibir los baños, porque, al salir de ellos la carne y el cuerpo son más blandos y los poros están abiertos, por lo que el vapor apestado puede entrar rápidamente hacia en interior del cuerpo y provocar una muerte súbita, lo que ha ocurrido en diferentes ocasiones..."
A. Paré, Oeuvres, París, 1568.

El agua y el baño, enmarcados en épocas de epidemias, elaboraron así una imagen del cuerpo abierto a los venenos infecciosos de la peste, sin la cual no podemos entender el proceso histórico de la idea de limpieza, ni comprender el motivo por el cual el rey de Francia, Luis XIII, tardó siete años de su vida antes de arriesgarse a sumergirse en su real bañera.
Estamos ante un mundo muy diferente al nuestro, no sólo en costumbres, ideas o vestimenta, sino también —y esto es fundamental— en olores.
"Las diferencias entre buen olor y fetidez manifiestan las fronteras que separan a unos estamentos de otros (...)", por lo tanto se hace necesario combatir los aromas desagradables, pero sin acudir al elemento líquido. Las normas de cortesía indicaban muy expresamente una serie de procedimientos —un verdadero inventario de comportamientos nobles— por los cuales la limpieza del cuerpo se circunscribía a lo que el historiador Georges Vigarello llama el "aseo seco". Y dentro de estos parámetros culturales, la palabra limpieza no era precisamente sinónimo de "lavado".
El uso de perfumes y friegas en seco reemplazaron al agua (utilizada durante el Imperio Romano y gran parte del medievo), que sólo fue recomendable en rostros y manos (únicas partes visibles del cuerpo).
El cuerpo, escondido debajo de cargados vestidos, no era considerado. Ser limpio implicaba, ante todo, mostrarse limpio y comportarse como tal. Ya lo establecía una regla de buena conducta, vigente en 1555:
"Es indecoroso y poco honesto rascarse la cabeza mientras se come y sacarse del cuello, o de la espalda, piojos y pulgas, y matarlas delante de la gente"
Por otra parte, ciertas ideas que eran colectivamente compartidas, hacían posible eludir el agua, que tanto temores despertaba. Burgueses y aristócratas estaban convencidos de que la ropa blanca (la ropa interior) "limpiaba", puesto que impregnaba la mugre a modo de esponja. Por lo tanto, al cambiarse de ropa el cuerpo se "purificaba", simbolizando ese acto la limpieza interna (sin la necesidad de acudir al inquietante elemento líquido).
Hacia mediados del sigloXVIII, se empieza a notar un cambio de actitud hacia el baño. Empiezan a aparecer habitaciones específicas para el aseo corporal (el cuarto de baño) y empieza a aumentar el número de bañeras. Los libros de salud empiezan a insistir con frecuencia en las virtudes estimulantes del frío:
"El agua fría favorece tensiones y reacciones musculares repetidas; sin ellas el tono de las fibras será menor y los tejidos musculares se aflojarán" [1754].
Incluso los médicos enciclopedistas le atribuyen al agua cualidades morales, especialmente cuando es fría. Serán los burgueses los que difundan la imagen del baño caliente como generador de afeminamiento, artificio aristocrático y origen de toda haraganería. En resumen: agua fría para el burgués poderoso; agua caliente para el noble decadente.
Será el siglo XIX quien asocie el vocablo nuevo de "higiene" con el de "salud". Y contrariamente a lo que se ha creído por siglos, el agua y el baño empiezan a promocionarse como defensas contra el contagio de enfermedades. Sucede que ahora se conocen —y se ven— a los responsables directos de esos padecimientos. Hay que combatir "monstruos invisibles": los microbios. Por lo tanto, la limpieza comienza a actuar contra esos agentes, protegiendo al ser humano.
Con el tiempo comenzaron a surgir las piletas públicas a muy bajo precio, los baños públicos y un elemento hoy muy conocido: la ducha, sin el que no podríamos vivir hoy en día. Es cierto que aún hay muchas personas en nuestro planeta que no tienen acceso a estos "lujos" en los llamados países del tercer mundo (que todavía ando buscando quién inventó esa palabreja (sic...), pero también es verdad que por fortuna ya no le tenemos miedo al agua. Bueno, quizás algunos sí, pero eso ya es cosa de cada uno...

FUENTE
 
como veremos en la evolución de estas costumbres desde el Medievo hasta la fecha

Andate a la chucha :lol2:
 
ahora entiendo el capítulo de pinky y cerebro, donde pretenden limpiar el pueblo con agua y jabón, a lo que los habitantes responden que todos saben que eso es una combinación mortal..

saludos!
 
y aún estando en tiempos privilegiados, siguen habiendo cochinos culiaos.
 
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