Como decía anteriormente esto que vive Kast no es nuevo, en EEUU ya esta bastante avanzado y desde hace mucho rato:
El estridente activismo universitario no es nada nuevo, sin embargo, en la década de 1960, los manifestantes del campus lucharon por la libertad de expresión, principalmente en oposición al reclutamiento de la era de Vietnam. A finales de los 80 y comienzos de los 90 llegaron las guerras de "corrección política", que reflejaban las costumbres culturales cambiantes en cuanto a raza y género y ayudaron a consolidar las ortodoxias izquierdistas en los campus.
Los excesos del campus volvieron a emerger como una historia nacional en 2015
con una ola de protestas estudiantiles, en Yale y en otros lugares, que estuvieron marcadas por una intolerancia impactante para la disidencia. Más recientemente, el activismo estudiantil ha tomado la forma de
cerrar forzosamente a los oradores heréticos, desde un
representante de la Unión de Libertades Civiles Estadounidenses hasta la crítica de Black Lives Matter Heather Mac Donald.
Sin embargo, el asalto al discurso "malo" no es solo un asunto del campus. Especialmente después de la manifestación neonazi en Charlottesville que se tornó violenta en agosto pasado, la idea de que las protecciones de la libertad de expresión deberían reconsiderarse
ha ido ganando terreno en la izquierda. Típico del género fue un reciente artículo de opinión de NBC News escrito por el escritor Noah Berlatsky, quien argumentó que la Primera Enmienda es
demasiado amplia y que el discurso de odio debería ser legalmente restringido. (El tipo de discurso que Berlatsky prohibiría no está claro. Si bien su enfoque se centra en los supremacistas blancos y los neonazis, su argumento sobre los daños del "discurso de odio" parece abarcar todo lo que promueva "estereotipos" sobre las minorías).
Por ahora, la Primera Enmienda parece segura. Pero la izquierda identitaria criada en el campus está dejando su huella en la sociedad de otras maneras, especialmente en áreas directamente relacionadas con la cultura: los medios, la publicación y el entretenimiento, que a su vez ayudan a formar el clima social. La progresista disidente Phoebe Maltz Bovy señala en su reciente libro, "
Los peligros del privilegio ", que la crítica de la cultura dominante está ahora fuertemente obsesionada con la política de identidad: las películas, los espectáculos y los artistas se discuten rutinariamente en términos de tratamiento de raza, etnia, sexo o sexualidad y a menudo reprendido severamente por tomar un enfoque incorrecto. (La
reciente reacción en contra de la película ganadora del Globo de Oro "Three Billboards Outside Ebbing, Missouri" por su presunto punto ciego en la carrera es un buen ejemplo).
A menudo, el efecto es escalofriante. Los editores ahora emplean "
lectores de sensibilidad " para evitar ofensas, lo que no siempre funciona. El año pasado, una novela para adultos jóvenes que representaba la persecución de musulmanes en una América distópica, presentada y alabada por varios lectores musulmanes estadounidenses, fue atacada en línea por una "narración del salvador blanco" porque retrata el viaje de un personaje blanco para superar sus prejuicios. La crítica no es censura; pero cuando el miedo a una reacción violenta se vuelve tan fuerte que los libros se retiran y se reescriben, esto puede crear un clima de autocensura genuinamente represivo.
El enfriamiento puede extenderse a las empresas. Una vez más, lo que comienza como indignación en el campus puede extenderse más allá del campus. Hace dos años,
Oberlin College estuvo brevemente en el centro de una historia de PC enloquecida cuando algunos estudiantes se quejaron de la comida de la cafetería étnica culturalmente insensible. A principios de este año, después de una protesta contra la "supremacía blanca culinaria"
en la prensa en línea y las redes sociales en Portland, Oregón, dos mujeres (una blanca, una china) se sintieron obligadas
a cerrar la tienda de burritos que habían comenzado después de un viaje a México Sus tortillas hechas a mano, al parecer, eran demasiado opresivas.
¿Cómo pueden las ideas como "supremacía blanca culinaria" salir de la universidad? En parte, es porque los profesores que marinan en la política del campus disfrutan de la autoridad intelectual en el mundo exterior, y sus opiniones aparecen en los medios nacionales. En parte, también se debe a que una gran generación de estudiantes que han absorbido el credo de "justicia social" del campus se fue, a menudo promovido no solo en clase sino en talleres obligatorios, tome esa perspectiva con ellos cuando se gradúen.
Entre otras cosas, esta tendencia es evidente en los conflictos recientes sobre #MeToo, el movimiento contra el abuso sexual. A medida que la lista de hombres acusados ha crecido, incluso las feministas veteranas, como
la profesora de derecho de Harvard Elizabeth Bartholet , han criticado al movimiento por equiparar la acusación con la culpa y las groseras ocurrencias con la violación. El llamado a "creer mujeres" - en lugar de esperar por la evidencia y el debido proceso - fue un lema de protesta del campus antes de que #MeToo lo adoptara.
Del mismo modo, la controvertida acusación de agresión sexual contra el comediante Aziz Ansari, quien parece ser culpable de ser poco más que un imbécil en una cita, refleja los códigos de conducta sexual del campus. El artículo que acusa a Ansari de conducta indebida se publicó en Babe.net, una rama de una compañía de medios que atiende a mujeres en edad universitaria, y es lo suficientemente popular como para contar a Rupert Murdoch entre sus inversores.
Los recién graduados y las políticas culturales que aportan también influyen en las corporaciones que desean mantener una imagen progresiva, incluidos los gigantes tecnológicos que marcan la pauta de gran parte de las redes sociales.
Un popular código de conducta para comunidades digitales, citado como modelo por compañías como Google, Yahoo y Facebook, enfatiza que la "seguridad de las personas marginadas" debe ser priorizada sobre la "comodidad de las personas privilegiadas".
Materiales en el
reciente juicio de James Damore, el ex ingeniero de Google despedido por escribir un memorando que sugiere que las disparidades de género en trabajos técnicos en la empresa se deben en parte a diferencias innatas en intereses de carrera y características de personalidad, revelan una cultura laboral donde los conservadores son rutinariamente incluidos en la lista negra y la promoción de la diversidad incluye talleres sobre la "curación de la blancura tóxica". Es probable que los empleados que cuestionen tales métodos sean penalizados, formal o informalmente.
https://www.bostonglobe.com/ideas/2...JwJwG78lqq6LPYcKWERK/story.html?event=event25
otros casos
Obviamente se fue bloqueada por maraca y weona
Se viene el llanto de los choros en manada
