La corrección política: censura, terror y tiranía
Lo que llaman Acción Afirmativa’es también parte del francfortiano siniestro todo. Como lo es el terror moral, intelectual y, llegado el caso, judicial, dirigido contra cualquier disidente de la ‘Corrección Política’, de la ‘Ideología de Género’ o, en España, de la versión ‘republicana’ de la ‘Memoria Histórica’. Consecuentemente, los francfortianos de hoy son también hostiles a cualquier atisbo de aversión homófoba o simplemente de afirmación ‘machista’; a toda expresión del sentimiento nacionalista-que-no-sea-separatista, mostrado, eso sí, fuera de un campo de fútbol; o xenófobo o racial siempre que se manifieste en el campus universitario, en el trabajo, en el cuartel y hasta en mitad de la calle.
Es la versión incruenta y light de lo que ya vimos en la Rusia soviética, con su GULAG y terribles purgas; en la Alemania de Ulbritch, Honecker y la ominosa Stasi; en la China maoísta y su demencial, sangrienta y vacua revolución cultural; en la actual Cuba y su PNR, versión castrista que son de los tonton macoutes del terrible Papa Doc; en la Rumania estalinista de Ceaucescu; en los campos de la muerte de Campuchea; en los centros de reeducación política de Vietnam, etc… y que ahora viene hacia nosotros. Por todo ello, concluyamos en que se trata de algo muy orwelliano, planificado y diseñado que ha sido para destruir todo lo que llamamos libertad, decencia y cultura: las nuestras, se entiende.
Como último comentario sobre esta influyente y devastadora escuela de pensamiento, digamos que, a su amparo, las sociedades están dotándose de ‘Estados de ideología oficial’ bajo el conjuro de los vastos poderes al alcance de los mandamases postmodernos. Además de la fuerte carga de indoctrinamiento introducida sin demasiados miramientos en las escuelas por los francfortianos más descarados, habremos de tomar nota del hecho de que ya hay gente en la cárcel por haber cometido cualquiera de los llamados ‘crímenes de odio’ (hate crimes), una tipificación penal que impúdicamente condena lo que en esencia son manifestaciones del pensamiento político o del pensamiento a secas, así juzgadas desde la subjetividad de unas leyes que se adentran en el siempre- antes-prohibido terreno del pensar de las personas, en virtuosa imitación del orwelliano crimen del pensamiento (thoughtcrime). A más abundamiento, sabemos que algunos gobiernos están pensando en ampliar la esfera de su acción policial y su capacidad pesquisidora inicialmente intimidatoria, siempre intrusiva… y finalmente represora.
Es el Reino Unido el adelantado en la aplicación más estricta del hate crime, eso sí, siempre en el sentido que recomiendan los expertos ‘odiadores’ que como, buenos marxistas son los francfortianos, asiduamente dirigida que vemos la acción represiva contra varones heterosexuales blancos y a ser posible pertenecientes a cualquiera de los partidos políticos de allí que incluyan las palabras Independent, Free o, el colmo de los colmos, England, en sus siglas.
En USA es el gobierno del eminente e indisimulado miembro de la secta, Barack Hussein Obama, quien ha sacado adelante una ley que extiende los enormes poderes que ya posee el Presidente para, mediante lo que en la Casa Blanca suavemente llaman ‘orden ejecutiva’, dictar sentencias de muerte fuera del ámbito judicial contra personas propias y ajenas tenidas por hostiles y que, por el momento, operen fuera de las fronteras USA. La ejecución de las letales fatwas dictadas por todo un premio Nobel de la Paz corren a cuenta de comandos ‘patanegra’, los célebres SEAL, tal como ocurriera en la célebre acción de Abbottabad, en Pakistán, un país aliado, no se olvide; y a cuenta también de los eficacísimos y por eso temibles drones controlados desde cualquier base aérea a miles de kilómetros del lugar donde se ejecuta, nunca mejor dicho, la acción punitiva.
La aludida extensión de tales poderes se refiere cada vez más a los que afectan a los propios ciudadanos USA dentro del territorio nacional, sujetos que ya están a toda suerte de intromisiones, controles y vigilancias (electrónica, comunicacional, física, dineraria, documental y, poco a poco, también por medio de drones fabricados ‘a medida’). Bastará cualquier indefinida sospecha sobre alguien, es decir, adjudicada subjetivamente, sin control judicial y sin limitaciones de tiempo o espacio, para atraer la atención del Gran-Hermano-que-todo-lo-ve-y-todo-lo-oye, el de verdad pues.
También se contempla en la citada ley la detención y custodia castrense, por tiempo indefinido, de los ciudadanos tenidos por peligrosos, aplicado este adjetivo en su sentido más amplio y siempre entendido sin tutela judicial. Añádase a esto la ambigüedad de los términos de aplicación de la ley en ciernes y tendremos un cuadro de tal discrecionalidad ejecutiva que deja inerme al ciudadano afectado, a la par que se ejerce una potente presión intimidatoria sobre todos los demás. Ése es el mundo que nos tienen preparado los francfortianos de última generación y sus circunstanciales compañeros de viaje que son los proponentes del Nuevo Orden Mundial (NOM).
Conviene matizar esto último mediante la siguiente observación: estos buscan con sus abrasivas propuestas adormecer la conciencias para facilitarse el camino hacia la dominación global de un mundo que quieren heredar ‘funcionante’; por su parte, los marxistas culturales hacen de la total destrucción un fin en sí mismo, en realidad, como ya ha quedado dicho, ése es su único fin.
Ambos grupos comparten objetivos en una primera fase en la que buscan el desarme moral y el desamparo legal e institucional de la ciudadanía, es decir, su desarraigo respecto a las nociones y sentimientos de religión, sociedad, patria y familia. Esos son pues los vínculos afectivos que deben ser eliminados antes de que los embozados acometan la segunda fase del plan: la destrucción total y final que desean los francfortianos… o la construcción del gobierno mundial que anhelan los Iluminati.
Comparativamente hablando, es de agradecer que estos últimos persigan un sueño finalmente constructivo que sin embargo pasa por el aniquilamiento de al menos la mitad de la humanidad, ahí está para demostrar un tal descomunal (des)propósito el monumento megalítico denominado Las Piedras-Guía de Georgia, de clara adscripción illuminística que, en la primera línea de su decálogo prescriptivo (esculpido en piedra y en ocho idiomas) pide reducir la población ¡a 500 millones de almas! Traigo esto a colación porque en su brutalidad física pudiera esto ser más aceptable (de los males el menor) que la destrucción moral, ciega y sin horizontes que se proponen ejecutar los dementes elementos francfortianos.
Allá en la reunión del Grupo Bilderberg del año 1991, las de abajo en cursiva fueron las palabras atribuidas a uno de los ponentes, nada menos que el magnate David Rockefeller, una de las pocas ocasiones en que algo de lo dicho en cualquiera de la 60 tenidas anuales habidas ha traspirado al exterior:
“Estamos agradecidos al The Washington Post,The New York Times,y a otras grandes publicaciones cuyos directores atienden asiduamente nuestras reuniones y han venido respetando su palabra en cuanto al silencio editorial de sus contenidos durante cuarenta años. Hubiese resultado imposible desarrollar un plan para el mundo de haber estado nuestras deliberaciones bajo las luces de la publicidad. Pero el mundo es hoy mucho más sofisticado y está más preparado para dirigirse en derechura al gobierno global. La soberanía supranacional de la élite intelectual y los banqueros centrales es sin duda preferible a la secular autonomía nacional hoy vigente”.
Confrontado después con sus propias palabras, contestó:
“Algunos piensan que somos parte de una cábala secreta que actúa en contra de los intereses de los EEUU, y caracterizan a mi familia y a mí mismo de ‘internacionalistas’ que conspiran en compañía de otras gentes venidas de los cuatro rincones del mundo para construir una estructura global más integrada a nivel político y económico: un mundo único, para quien así prefiera describirlo. Pues bien, si esos son las cargos imputados, debo decir que me siento orgulloso de ellos”.
Anecdóticamente, asistió como invitado especial a aquella reunión, sin voz ni voto, un jovencísimo Bill Clinton, todavía un wannabe, esto es, un humilde aspirante a la nominación para contender representando al Partido Demócrata en la carrera electoral presidencial… que terminaría ganando dos años después.
Desde el 2001, el director de la Escuela de Fráncfort es Axel Honneth, el representante más aventajado de la tercera generación de la ‘Escuela’, heredero en línea directa de la tradición marxisto- cultural moderna iniciada por Theodor W. Adorno y Max Horkheimer y proseguida por Jürgen Habermas, maestro y mentor de aquél desde que en 1982 le fuese concedida a Honneth una beca de investigación en el Instituto Max Planck de Ciencias Sociales, a la sazón bajo la dirección del último citado. En el campo de la filosofía social y práctica, A. Honneth está actualmente empeñado en el proyecto de revitalizar la ‘Teoría Crítica’ por medio de una teoría del reconocimiento recíproco, cuyo primer bosquejo fue esbozado en su obra La lucha por el reconocimiento- Por una gramática moral de los conflictos sociales.
“El trabajo de Honneth consiste en articular la dimensión descriptiva de una teoría del reconocimiento con la descripción prescriptiva de una teoría moral. Para ello, se apoya en la premisa antropológica según la cual el hombre solamente es hombre entre los hombres, es decir que la relación práctica consigo se constituye en una relación con el otro”, dice de él un hagiógrafo, utilizando el ya comentado críptico lenguaje de la secta.
Conclusión a guisa de epílogo
Permítaseme comenzar la recta final de este humilde trabajo con la leve chanza que supone recitar el famoso “Oscuro se presentaba el reinado de Witiza…”, para significar que hoy nos encontramos muy próximos al punto de inflexión que marcará el destino de nuestra cultura, o mejor, de nuestra civilización que, por cristiana, dejará de existir significativamente si se le niega o anula esta su esencial característica.
Hemos visto cómo la Escuela de Fráncfort inició su andadura hace poco menos de un siglo bajo el signo de la elucubración teórica y el libre juego de las ideas en clave marxisto-revolucionaria. También ha quedado dicho que fue la suya una respuesta crítica al comunismo soviético de los años treinta y, sin solución de continuidad, el de la postguerra, siempre aquél tan paranoico, desmesurado, liberticida y represor como se le veía desde este lado de la muga, incluso antes de que Winston Churchill popularizara el conocidísimo remoquete ‘Telón de acero’… ya usado por Joseph Goebbels años atrás.
Todo discurrió por los relativamente inofensivos senderos del pensar y el decir hasta que la segunda diáspora judía, la provocada por la feroz persecución nazi, llevó a Norteamérica un buen número de intelectuales marxistas de tal origen étnico, ello tras un periplo europeo que les sirvió para, antes de dar el salto, desparramar en nuestro lado del charco la semilla de su particular cizaña. Una vez allí instalados, sólo fueron necesarios unos pequeños retoques en el vocabulario ‘oficial’ para que el caudal de la corriente francfortiana desembocase felizmente en las aguas del Mississippi izquierdista que el macartismo había revuelto.
Cómodamente insertados en la hasta entonces inoperante izquierda americana del rooseveltiano New Deal, una nueva generación de inquietos revoltosos con acento teutón y deje yiddish pasaron allí del pensamiento a la acción, siempre no violenta, forzoso es decirlo, y aupada sobre la hasta entonces meramente especulativa ciencia emanada del psicoanálisis freudiano, plantada finalmente la vemos en el fecundo campo de los media USA.
El maridaje del empirismo mediático y la subversión marxista logró triunfos tan espectaculares como la creación de aquel nuevo tipo humano, el hippie, antecedente lejano que se nos antoja es del hispano ‘perroflauta’ de nuestros preocupantes días.
Sorprende hogaño oír de boca de los hoy provectos manipuladores de antaño la explicación de cómo elaboraron las campañas mediáticas a través de las cuales introdujeron en la sociedad USA de los años 50 hábitos tales como el tabaquismo femenino, este a partir del slogan ‘torch of freedom’ de los años 30, preclara idea publicitaria salida de las mientes del reputado padre de las RR.PP., un tal Edward Gernays.
Lo mismo cabe decir de la adopción por parte de las mujeres de ciertas prendas de la indumentaria masculina y, en el otro lado del espectro, algo después, la aceptación de adornos y acicalamientos estrictamente femeninos por parte de los hombres. Hoy sabemos que tales modas vinieron suscitadas primero, alentadas después y finalmente exacerbadas por otras tantas y sucesivas campañas mediáticas concienzudamente diseñadas por los gurús de la emergente ciencia de la manipulación mediático-social llegados de la Europa arrasada por la guerra. Exégetas venideros podrán confirmar la vehemente sospecha que cabe albergar sobre la procedencia ‘revolucionaria’ de modas tales como el piercing y los tatuajes que han venido después a asolar estéticamente el paisaje cutáneo del sector más infantiloide de nuestras sociedades, bien que cabe la posibilidad de que estos y futuros excesos aún por conocer sean un acné genuino, un mero y accidental subproducto de la dinámica de envilecimiento estético y moral puesta en marcha por las campañas mediáticas y de otro orden aquí descritas o por describir.
Por si fuera poco con la puesta en juego de los medios clásicos -radio, televisión y prensa- para la experimentación previa y la acometida final del programa de la ‘Escuela’, sus profesores terminaron infiltrándose en el bastión de la propaganda USA que era-y-es la potente industria cinematográfica de la que Hollywood es palabra mágica y resumen conceptual, no en vano el título’La Meca del cine’ adjudicado a ese paraje goza de universal predicamento.
La importancia de la irrupción del marxismo aportado por los judíos alemanes de la segunda diáspora en aquel nuevo ámbito, radica en el alcance planetario de los mensajes culturales embebidos en los filmes que Hollywood logra aventar: mitos, modos y modas, amén de interesadas versiones y descripciones de hechos y personajes históricos, nuevos valores morales y culturales… e imposturas varias.
En todo ello, la gran industria cinemtográfica ‘made-in-USA’actúa como un inmenso molinillo que, para bien o para mal, esparce ‘cultura’ en cantidades industriales, en todo momento, en el mundo entero y, last but not least, ¡lucrativamente! ¿Que qué más se puede pedir? ¡Pues sí!, hay algo más: el desiderátum de que la transmisión/absorción de los mensajes tenga lugar en un contexto placentero o, mejor aún, lúdico, tal que asegure la absorción metabólica. Añádase cualquier aviesa intención a tan feliz combinación de elementos “facilitadores” y tendremos una situación de metástasis acultural tan eficaz y potente como la que en realidad ha terminado dándose.
Igualmente importante ha resultado ser la infiltración en el mundo académico -allá, acá y acullá- de las disolventes nociones que alberga en su seno la ponzoñosa doctrina de ‘la corrección política’. Prueba del éxito logrado es la contundente implantación y observancia del’catecismo laico de lo políticamente correcto’en claustros y aulas, oficinas de redacción y gabinetes ministeriales, que es decir en todas partes.
La implacable censura del lenguaje y de las ideas en los centros del saber es el mejor exponente del declive de la institución universitaria que en España es más patente que en ningún otro lugar del mundo civilizado.
Llegados a este punto, merece la pena un inciso para insistir una vez más en algo que pertenece a la sustancia de la idea francfortiana, concretamente la ausencia en la mente de estos zapadores culturales de un proyecto cualquiera para ‘el día después’de la anhelada meta, léase la destrucción del edificio cultural todo.
Y es que los teóricos de la Teoría Crítica admitían que cualquier propósito de sustitución cultural no era posible porque nadie sabía cómo habría de ser o comportarse una sociedad enteramente libre, cual fuera la que ellos ambicionaban o vislumbran en sus ensoñaciones. Y es que resulta imposible figurarse tal cuadro, confiesan ellos sin aprensión, sujetos como estamos a las condiciones creadas por la represión característica del orden capitalista y que produce los resultados alienantes que Freud describe.
Tal era la argumentación de entonces… y sigue siendo hoy la de sus epígonos contemporáneos. Así que la Teoría Crítica se limita sólo a eso, a criticar, sin proponer ninguna alternativa, ello con la intención más destructiva posible y en todas las direcciones. Su confesada y anhelada meta es la quiebra del orden presente, de ahí el título ‘antisistema’ aplicable a la violenta tropa que invariablemente hace acto de presencia en ocasión de cualquier foro internacional tipo ‘Davos’, como si de disputarles la presa a los muñidores del Nuevo Orden Mundial se tratara.
Esta presa no es otra que la conciencia colectiva, la de la ciudadanía productiva dedicada con fruición y abandono a su diario vivir. En ese propósito ninguna treta es desechable ni hay alianza rechazable a priori. En base a esto último vemos el patrocinio que los poderes públicos de aquí y allá – por sus obras los conoceréis- otorgan a la religión de Mahoma, en amnésico olvido del brutal espíritu supremacista teñido de sangre que destilan las páginas del libro canónico de los islamistas y que dictara el arcángel San Gabriel a un analfabeto rijoso y cruel, embarrancado que se hallaba en un mudo polvoriento, mugriento y carencial. Al hacerlo, los francfortianos del presente momento se han encaramado a lomos del tigre sin pensar cómo habrán de descabalgarlo cuando la fiera haya devorado su presa. Bien mirado, actúan en esto en cartesiana consecuencia con el plan previsto, consistente en la ausencia de plan alguno para el aftermath, el día después del derrumbe. Suicidas vocacionales todos ellos, apenas les importa lo que la fiera pueda hacerles después de haber devorado a todos los demás.
Queda claro que esta gente quieren suicidarse y suicidarnos a todos arrojándose/arrojándonos a la más colosal pira funeraria que en lo espiritual el mundo haya jamás conocido.
Preciso es admitir que vivimos tiempos declinantes y que hay que buscar en el carácter cíclico de las cosas la evidente degradación de la moral tradicional (recordemos el ciceroniano ¡o tempora, o mores!), un dictum por el que toda construcción humana de naturaleza orgánica nace, crece… y muere. Intencionalmente he eludido el “se reproduce”en la sentencia anterior. Desafortunadamente, explicar el por qué exigiría una larga exégesis en terrenos de la filosofía de la Historia que rebasaría el límite de lo que esta exposición pretende mostrar. Baste decir que sí, que realmente algunas culturas se metamorfosean tras haber sido absorbidas por otras, véase si no la pervivencia del derecho romano en nuestro hispánico suelo a través del Fuero Juzgo, lo que de paso nos permite vislumbrar que el lento declive de aquel Imperio fue más bien consecuencia del agotamiento del modelo que del empuje de los bárbaros.
Por contra, la extinción de las milenarias cultura egipcia, siria y persa a manos del islam es testimonio del espíritu aniquilador de los muslimes y la ausencia de interacción cultural en esos casos, mal que le pese a un en esto parcialísimo Américo Castro.
Explicado lo cual podremos intentar una caracterización del declive espiritual y material detectable a nuestro alrededor y que afecta al mundo occidental todo. Para ello valdrá parafrasear a André Malraux en aquel “el siglo XXI será espiritual o no será” suyo, para nosotros afirmare aquí y ahora, sin incurrir dramatismo ni exageración, que la civilización occidental en nuestro siglo seguirá siendo cristian a… o no será, lo que quiere decir que su salud está íntimamente ligada a un linaje cuyas viejas y entrelazadas hebras vemos hoy seriamente deshilachadas.
Admitido esto, queda responder a la pregunta de la gallina y el huevo: ¿estamos como estamos por culpa y causa de los embates que desde fuera y también desde dentro sufre nuestra milenaria cultura? O, alternativamente, ¿sufrimos esos ataques precisamente porque el enemigo exterior huele nuestra debilidad, nuestra doble postración intelectual y anímica… y el traidor surge del pudridero de la colectiva duda?
De cómo respondamos a esta pregunta dependerá el tratamiento que demos a lo que podría ser una remediable invasión vírica… o pudiera corresponder a un proceso degenerativo sólo tratable mediante dilatorios cuidados paliativos, dicho esto último sin detrimento de la importancia y urgencia de la campaña de rearme moral que por principio deberíamos acometer.
Llegados a este punto cedo el testigo a mentes más doctas para que sean ellas las que diluciden cuáles pudieran ser nuestras posibilidades y en esa consecuencia arbitren las medidas capaces de, en un caso, devolver a su oceánica procedencia la devastadora ola, o, en otro, mantener la amenazante marea al otro lado del dique erigido al efecto… hasta que de entre nosotros surja un nuevo Don Pelayo.
Por cierto, ¿qué fue del conde Don Julián y del Obispo Don Opas?
http://www.kosmospolis.com/2014/07/la-escuela-de-francfort-un-estudio-critico/