Bueno, antes que nada les quiero contar que esta historia es totalmente real, a no ser que mi papá sea un mentiroso de mierda con todos sus amigos, familia y conocidos ![lol2 :lol2: :lol2:](/styles/elantro/smilies/elantro3/lol2.gif)
Antecedentes:
Mi papá siempre ha tenido historias extrañas, incluso una de ellas puede ser atestiguada por la familia de mi mamá.
Tanto a sido acentuado su lado espiritual, que cuando joven iba a ser cura (de religión católica, obviamente), pero decidió dejarlo, ya que encontró que el nivel de fe y de verídica creencia no eran lo que él buscaba.
El relato de más abajo, ocurrió antes de que yo naciera, pero después de haber decidido dejar el seminario.
Para hacer más entretenida la interacción con el lector, dejaré la historia al igual que una narración, con título y todo
:
El Hombre de los zapatos brillantes
Eran cerca de las dos de la mañana, y mi padre acababa de terminar su turno en el puerto de Guayacán. A esa hora, era imposible encontrar locomoción a alguna parte, por lo que, al igual que siempre, él decidió irse caminando hasta su casa.
La noche apenas dejaba ver a tres brazos de distancia (no está de más decir, que para esa fecha, la luminaria e incluso la pavimentación de Coquimbo eran muy pobres), sin embargo, él conocía bien el camino, y la luna siempre ayudaba a ver los obstáculos.
Papá ya iba llegando a la esquina de la calle en donde se ubicaba su casa (a esa fecha, las casas habitadas en donde se encontraba la suya eran muy pocas), sin embargo algo perturbó su caminar habitual.
Justo en la esquina, se encontraba un hombre completamente vestido de negro, un hombre completamente solo en la oscuridad, sin hablar, sin moverse. Lo que más le llamó la atención a mi padre fueron sus zapatos: al igual que su demás vestimenta, sus zapatos eran negros, sin embargo su brillo era demasiado luminoso como para ser zapatos de vestir.
Papá siguió su camino, sin embargo, al pasar por el lado del raro hombre, éste levantó la mirada y le dijo:
-Yo sé que usted es valiente
-... depende... - aludió mi papá, casi asustándose.
-Me mandaron para entregarle algo que es suyo, pero antes de ir, tiene que sacarse todo lo que esté trayendo y que sea de metal. Puede dejar las llaves en algún lugar para que sólo usted las encuentre, al regreso.
Al escuchar esto, mi papá creyó que el tipo podía ser un ladrón, sin embargo se atrevió a comprobar que era lo que quería hacer.
Sacarse las cosas de metal fue sólo un trámite, papá entró en su casa para guardar todo y luego volvió a donde se encontraba el extraño.
Comenzaron a caminar, el extraño siempre separado un par de metros de papá. Caminaron durante mucho tiempo; casi dos horas, pudo calcular. Llegaron hasta un lugar muy lejano, luego de haber cruzado incluso una especie de río de poca profundidad, según recuerda papá. Él ya se había cansado. Luego de haber trabajado toda la noche, pensó que esto debía terminar rápido (en ningún momento se le cruzó por la mente creer que haber seguido al desconocido había sido una estupidez).
Al parecer, ya habían salido de Coquimbo, pero estaban en un lugar cercano. Papá bajó su vista hasta el suelo, y se topó con los zapatos del hombre. Éstos seguían igual de limpios y brillantes que la primera vez que los vió: miró los suyos y fijó su mirada en el barro y la suciedad que estos habían obtenido luego de la larga caminata por los diferentes terrenos.
Más adelante había una quebrada, fue lo próximo en ver papá.
- Espéreme aqui un rato, debo ir a conversar con el maestro para que nos dé permiso. - Fue lo último que dijo el hombre antes de bajar la quebrada.
Papá busco a su alrededor algún lugar en donde poder reposar, e inmediatamente se encontró con una gran roca de forma rectangular (dos metros por cuatro y cerca de un metro de alto aproximadamente, según recuerda). Él la miró muy extrañado, era la primera vez que veía una roca de tales características, luego se sentó sobre ella a descansar.
No pasó nisiquiera un minuto, hasta que se empezaron a escuchar ruidos bajo la quebrada, gritos y ladridos es lo que logró describir mi padre.
Al rato, subió nuevamente el extraño, con la cara y el cuerpo ensangrentados como por rasguños de algún animal grande y con la ropa muy rasgada. Sin embargo, sus zapatos seguían igual.
-El maestro no me dejó hoy, sin embargo, dice que cuando usted quiera puede volver a buscarlo.
Luego de esto, el hombre acompañó a mi padre de regreso y lo dejó cerca de su casa.
El tiempo ya ha pasado, y desde ese día, mi padre sólo ha buscado una vez el lugar exacto en donde se suponía estaba lo que era de él, sin éxito. Todos los terrenos han cambiado mucho y es casi imposible saber donde ocurrió exactamente.
Repito: Esta es una historia completamente real, pueden hacer las preguntas que quieran sobre el relato, y si les gusta, les puedo contar alguna de las otras "seudo-anécdotas" que le han ocurrido a papá.
![lol2 :lol2: :lol2:](/styles/elantro/smilies/elantro3/lol2.gif)
Antecedentes:
Mi papá siempre ha tenido historias extrañas, incluso una de ellas puede ser atestiguada por la familia de mi mamá.
Tanto a sido acentuado su lado espiritual, que cuando joven iba a ser cura (de religión católica, obviamente), pero decidió dejarlo, ya que encontró que el nivel de fe y de verídica creencia no eran lo que él buscaba.
El relato de más abajo, ocurrió antes de que yo naciera, pero después de haber decidido dejar el seminario.
Para hacer más entretenida la interacción con el lector, dejaré la historia al igual que una narración, con título y todo
![bacan :bacan: :bacan:](/styles/elantro/smilies/elantro/bacan.gif)
El Hombre de los zapatos brillantes
Eran cerca de las dos de la mañana, y mi padre acababa de terminar su turno en el puerto de Guayacán. A esa hora, era imposible encontrar locomoción a alguna parte, por lo que, al igual que siempre, él decidió irse caminando hasta su casa.
La noche apenas dejaba ver a tres brazos de distancia (no está de más decir, que para esa fecha, la luminaria e incluso la pavimentación de Coquimbo eran muy pobres), sin embargo, él conocía bien el camino, y la luna siempre ayudaba a ver los obstáculos.
Papá ya iba llegando a la esquina de la calle en donde se ubicaba su casa (a esa fecha, las casas habitadas en donde se encontraba la suya eran muy pocas), sin embargo algo perturbó su caminar habitual.
Justo en la esquina, se encontraba un hombre completamente vestido de negro, un hombre completamente solo en la oscuridad, sin hablar, sin moverse. Lo que más le llamó la atención a mi padre fueron sus zapatos: al igual que su demás vestimenta, sus zapatos eran negros, sin embargo su brillo era demasiado luminoso como para ser zapatos de vestir.
Papá siguió su camino, sin embargo, al pasar por el lado del raro hombre, éste levantó la mirada y le dijo:
-Yo sé que usted es valiente
-... depende... - aludió mi papá, casi asustándose.
-Me mandaron para entregarle algo que es suyo, pero antes de ir, tiene que sacarse todo lo que esté trayendo y que sea de metal. Puede dejar las llaves en algún lugar para que sólo usted las encuentre, al regreso.
Al escuchar esto, mi papá creyó que el tipo podía ser un ladrón, sin embargo se atrevió a comprobar que era lo que quería hacer.
Sacarse las cosas de metal fue sólo un trámite, papá entró en su casa para guardar todo y luego volvió a donde se encontraba el extraño.
Comenzaron a caminar, el extraño siempre separado un par de metros de papá. Caminaron durante mucho tiempo; casi dos horas, pudo calcular. Llegaron hasta un lugar muy lejano, luego de haber cruzado incluso una especie de río de poca profundidad, según recuerda papá. Él ya se había cansado. Luego de haber trabajado toda la noche, pensó que esto debía terminar rápido (en ningún momento se le cruzó por la mente creer que haber seguido al desconocido había sido una estupidez).
Al parecer, ya habían salido de Coquimbo, pero estaban en un lugar cercano. Papá bajó su vista hasta el suelo, y se topó con los zapatos del hombre. Éstos seguían igual de limpios y brillantes que la primera vez que los vió: miró los suyos y fijó su mirada en el barro y la suciedad que estos habían obtenido luego de la larga caminata por los diferentes terrenos.
Más adelante había una quebrada, fue lo próximo en ver papá.
- Espéreme aqui un rato, debo ir a conversar con el maestro para que nos dé permiso. - Fue lo último que dijo el hombre antes de bajar la quebrada.
Papá busco a su alrededor algún lugar en donde poder reposar, e inmediatamente se encontró con una gran roca de forma rectangular (dos metros por cuatro y cerca de un metro de alto aproximadamente, según recuerda). Él la miró muy extrañado, era la primera vez que veía una roca de tales características, luego se sentó sobre ella a descansar.
No pasó nisiquiera un minuto, hasta que se empezaron a escuchar ruidos bajo la quebrada, gritos y ladridos es lo que logró describir mi padre.
Al rato, subió nuevamente el extraño, con la cara y el cuerpo ensangrentados como por rasguños de algún animal grande y con la ropa muy rasgada. Sin embargo, sus zapatos seguían igual.
-El maestro no me dejó hoy, sin embargo, dice que cuando usted quiera puede volver a buscarlo.
Luego de esto, el hombre acompañó a mi padre de regreso y lo dejó cerca de su casa.
El tiempo ya ha pasado, y desde ese día, mi padre sólo ha buscado una vez el lugar exacto en donde se suponía estaba lo que era de él, sin éxito. Todos los terrenos han cambiado mucho y es casi imposible saber donde ocurrió exactamente.
Repito: Esta es una historia completamente real, pueden hacer las preguntas que quieran sobre el relato, y si les gusta, les puedo contar alguna de las otras "seudo-anécdotas" que le han ocurrido a papá.