supakitch
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Santiago Centro 2000
Santiago Centro 2015
Santiago 2000 (Providencia - Las Condes)
Santiago 2015 (Providencia - Las Condes)
Metamorfosis urbana
El punto de partida de este análisis, es que el proceso de urbanización no puede ser separado del contexto en el cual se desarrolla y en el caso de Chile y muchos otros países, se ha desplegado durante los últimos treinta y cinco años bajo una fase de modernización capitalista impulsada por los procesos de ajuste estructural impulsados desde las últimas décadas del siglo pasado. Al respecto, se considera que, como plantea el geógrafo norteamericano Edward Soja, cada fase de desarrollo del capitalismo moldea una nueva forma de ciudad, lo que trae consigo importantes transformaciones de la estructura urbana, con lo cual durante en la fase actual, se habría iniciado “una nueva ronda de metamorfosis urbana”.
Por el alcance de esta transformación, podríamos considerar los planteamientos hechos por el filósofo francés Henri Lefebvre en varios trabajos publicados entre 1970 y 1972, en los que anticipó que una nueva revolución urbana comportaría una transición desde lo que habitualmente se ha considerado como “ciudad”, hacia una sociedad urbana, como expresión de la trayectoria hacia una urbanización completa de la sociedad. El tiempo parece estarle dando la razón, ya que en Latinoamérica el grado de urbanización en 1950 alcanzaba menos del 42% de la población y solo a principios de los años 2000 esta ya se situaba en torno al 75% como promedio. En Chile a pesar de la disminución en la tasa de crecimiento de la población, hoy prácticamente un 90% de la población puede ser considerada como urbana.
Los diversos análisis realizados sobre las transformaciones de las grandes áreas urbanas, coinciden en la importancia jugada por algunos factores de carácter estructural, asociados a los cambios económicos; tal es el caso, por ejemplo, de la intensificación de la conectividad y movilidad generada por la difusión y masificación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información y el aumento de los medios motorizados y el desarrollo de la infraestructura de transporte. Esto ha generado lo que David Harvey ha caracterizado con la expresión “compresión tiempo–espacio”, lo cual juega un rol fundamental en el alcance territorial de la expansión urbana y la difusión del fenómeno urbano sobre el territorio.
Otro de los factores fundamentales de estos cambios en la forma urbana tiene que ver con los nuevos arreglos institucionales impulsados por la nueva gobernanza neoliberal, donde el mercado juega un rol central y el espacio urbano se encuentra altamente mercantilizado.
Lo urbano emergente de estos procesos, que presenta diferencias sustantivas con la forma urbana de la ciudad industrial, ha recibido diversas denominaciones (ciudad difusa, ciudad de ciudades, postmetrópolis, metápolis, ciudad región, región urbana, ciudad de baja densidad, archipiélago metropolitano, etc., etc.), las que han sido propuestas justamente con el objetivo de mostrar que se trata de una forma urbana distinta y nueva. Desde que este tipo de configuración urbana comenzó a manifestarse, en la literatura especializada sobre esta materia se ha planteado la discusión acerca de si la misma podía seguir siendo considerada como una “ciudad” o si debíamos reconocer que nos encontrábamos frente a un fenómeno de otra naturaleza.
La generalización y la magnitud de este fenómeno de la difusión y generalización de la sociedad urbana planteado diversos problemas para medir y determinar los límites urbanos, en su mayor parte todavía sin respuesta satisfactoria. A este respecto, se han difundido propuestas de distinta naturaleza y alcance por parte de organismos especializados nacionales e internacionales, entre los que cabe destacar trabajos recientes de la Unión Europea (Damon, 2012) y de la OECD (2012), que han propuesto nuevos criterios y metodologías para hacer frente a este complejo problema.
Dispersión urbana: el caso del Gran Santiago
Uno de los procesos característicos que se da hoy en día en las grandes entidades urbanas, es el paso de una ciudad compacta de alta densidad poblacional a una ciudad dispersa y más fragmentada. Este tipo de estructura territorial, que ha sido denominada por Monclús (1998), como "nuevas periferias", o bien "metropolización expandida" por De Mattos, (1999) deriva de la dinámica de la suburbanización o periurbanización a que se ven enfrentadas la mayoría de las ciudades de carácter metropolitano.
El modo de producción de los nuevos fragmentos urbanos, así como sus modelos socioespaciales, morfológicos y funcionales asociados, significan una ruptura con el espacio urbano preexistente. Algunas de las características de estas periferias son casi universales, y se repiten en grandes y medianas ciudades americanas, europeas y asiáticas (Thuillier, G., 2001; Prévôt, M. F., 1999); por ejemplo:
El sistema general de centralidades se reorganiza, debido a la emergencia de “centralidades inversas” en la periferia, cuyos polos son los centros comerciales ("mall" y los servicios (colegios, centros médicos, etc.).
Se revaloriza la importancia estratégica de las infraestructuras de transportes y comunicaciones. Las nuevas necesidades de movilidad suelen saturar los sistemas existentes, por lo que es necesaria su modernización y reordenación. La accesibilidad del suelo es una cualidad esencial para determinar su valor, por lo que a la segregación física se une la social.
La convergencia de estos y otros factores ha dado lugar a un proceso general de reestructuración socioespacial y funcional que afecta a toda la ciudad. La disgregación periférica, en la medida que no se “independiza” funcionalmente del centro, incrementa la ineficiencia al separar los lugares de residencia con los de trabajo, estudio, recreación y compra.
El policentrismo, como se reconocen estas nuevas estructuras territoriales funcionales, están referido -según Aguilar (2002)- a patrones intraurbanos de concentración de población y económica, en una fase particular del desarrollo urbano donde los subcentros atraen actividades comerciales y de servicio en su calidad de lugares centrales. De tal manera, y al decir de Precedo (2004), éstos aportan o bien debieran de aportar soluciones eficaces a problemas tan relevantes como es la movilidad personal.
En Chile, la capital nacional no es una excepción, ya que como en muchas otras de las grandes ciudades, y particularmente en aquellas situadas en América Latina, el crecimiento de la población ha comenzado a concentrarse espacialmente en las áreas periurbanas de su entorno.
Observado en ese encuadre, el Gran Santiago se constituye en un caso ejemplar. En términos generales ha pasado de ser relativamente compacta, de tener densidades brutas altas (con alrededor de 100 habitantes por hectárea a comienzos de la década de 1970) y de contar con una gran diversidad de usos de suelo, a registrar una formación multicentrada, que aparece más difusa y dispersa, y que progresivamente incluye extensiones discontinuas de áreas industriales, centros de servicio y polígonos residenciales en el halo periférico, además de nuevas redes de vialidad automotriz demandantes de ingentes consumos de suelo.
A pesar del gran tamaño físico y demográfico, la organización funcional de Santiago ha mantenido tradicionalmente una estructura monocéntrica, en la que el “centro urbano de negocios” (CBD) ejerce una marcada influencia en el paisaje, en la imagen percibida y en todos los ritmos de la ciudad. Sin embargo, este modelo está evolucionando hacia otro policéntrico, coherente con la división social de Santiago en “dos ciudades”, con un incremento en la dispersión de la población, una mejora de la accesibilidad de la “primera periferia” y -por supuesto- todos los cambios tecnológicos y del estilo de vida en general, tan trascendentales en el desenvolvimiento moderno de muchas actividades comerciales y de servicios.
Al respecto, la Figura Nº 1 da cuenta del uso del suelo destinado a la actividad de comercio, además de la localización de centros comerciales excéntrico (mall). El patrón espacial es claro, ya que las mayores superficies están presentes en el tradicional CBD de la ciudad, así como también en la prolongación de éste hacia el sector oriente de la capital, territorio correspondiente a las comunas de más alto estatus social. Hacia el sureste, los nuevos nodos comerciales (Plaza Vespucio, Florida Center y Tobalaba) generan conos de uso del suelo importantes, de menor magnitud, aunque no por ello de menor gravitancia en los restantes puntos cardinales de la ciudad.
http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-194-04.htm
Santiago Centro 2015
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Metamorfosis urbana
El punto de partida de este análisis, es que el proceso de urbanización no puede ser separado del contexto en el cual se desarrolla y en el caso de Chile y muchos otros países, se ha desplegado durante los últimos treinta y cinco años bajo una fase de modernización capitalista impulsada por los procesos de ajuste estructural impulsados desde las últimas décadas del siglo pasado. Al respecto, se considera que, como plantea el geógrafo norteamericano Edward Soja, cada fase de desarrollo del capitalismo moldea una nueva forma de ciudad, lo que trae consigo importantes transformaciones de la estructura urbana, con lo cual durante en la fase actual, se habría iniciado “una nueva ronda de metamorfosis urbana”.
Por el alcance de esta transformación, podríamos considerar los planteamientos hechos por el filósofo francés Henri Lefebvre en varios trabajos publicados entre 1970 y 1972, en los que anticipó que una nueva revolución urbana comportaría una transición desde lo que habitualmente se ha considerado como “ciudad”, hacia una sociedad urbana, como expresión de la trayectoria hacia una urbanización completa de la sociedad. El tiempo parece estarle dando la razón, ya que en Latinoamérica el grado de urbanización en 1950 alcanzaba menos del 42% de la población y solo a principios de los años 2000 esta ya se situaba en torno al 75% como promedio. En Chile a pesar de la disminución en la tasa de crecimiento de la población, hoy prácticamente un 90% de la población puede ser considerada como urbana.
Los diversos análisis realizados sobre las transformaciones de las grandes áreas urbanas, coinciden en la importancia jugada por algunos factores de carácter estructural, asociados a los cambios económicos; tal es el caso, por ejemplo, de la intensificación de la conectividad y movilidad generada por la difusión y masificación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información y el aumento de los medios motorizados y el desarrollo de la infraestructura de transporte. Esto ha generado lo que David Harvey ha caracterizado con la expresión “compresión tiempo–espacio”, lo cual juega un rol fundamental en el alcance territorial de la expansión urbana y la difusión del fenómeno urbano sobre el territorio.
Otro de los factores fundamentales de estos cambios en la forma urbana tiene que ver con los nuevos arreglos institucionales impulsados por la nueva gobernanza neoliberal, donde el mercado juega un rol central y el espacio urbano se encuentra altamente mercantilizado.
Lo urbano emergente de estos procesos, que presenta diferencias sustantivas con la forma urbana de la ciudad industrial, ha recibido diversas denominaciones (ciudad difusa, ciudad de ciudades, postmetrópolis, metápolis, ciudad región, región urbana, ciudad de baja densidad, archipiélago metropolitano, etc., etc.), las que han sido propuestas justamente con el objetivo de mostrar que se trata de una forma urbana distinta y nueva. Desde que este tipo de configuración urbana comenzó a manifestarse, en la literatura especializada sobre esta materia se ha planteado la discusión acerca de si la misma podía seguir siendo considerada como una “ciudad” o si debíamos reconocer que nos encontrábamos frente a un fenómeno de otra naturaleza.
La generalización y la magnitud de este fenómeno de la difusión y generalización de la sociedad urbana planteado diversos problemas para medir y determinar los límites urbanos, en su mayor parte todavía sin respuesta satisfactoria. A este respecto, se han difundido propuestas de distinta naturaleza y alcance por parte de organismos especializados nacionales e internacionales, entre los que cabe destacar trabajos recientes de la Unión Europea (Damon, 2012) y de la OECD (2012), que han propuesto nuevos criterios y metodologías para hacer frente a este complejo problema.
Dispersión urbana: el caso del Gran Santiago
Uno de los procesos característicos que se da hoy en día en las grandes entidades urbanas, es el paso de una ciudad compacta de alta densidad poblacional a una ciudad dispersa y más fragmentada. Este tipo de estructura territorial, que ha sido denominada por Monclús (1998), como "nuevas periferias", o bien "metropolización expandida" por De Mattos, (1999) deriva de la dinámica de la suburbanización o periurbanización a que se ven enfrentadas la mayoría de las ciudades de carácter metropolitano.
El modo de producción de los nuevos fragmentos urbanos, así como sus modelos socioespaciales, morfológicos y funcionales asociados, significan una ruptura con el espacio urbano preexistente. Algunas de las características de estas periferias son casi universales, y se repiten en grandes y medianas ciudades americanas, europeas y asiáticas (Thuillier, G., 2001; Prévôt, M. F., 1999); por ejemplo:
El sistema general de centralidades se reorganiza, debido a la emergencia de “centralidades inversas” en la periferia, cuyos polos son los centros comerciales ("mall" y los servicios (colegios, centros médicos, etc.).
Se revaloriza la importancia estratégica de las infraestructuras de transportes y comunicaciones. Las nuevas necesidades de movilidad suelen saturar los sistemas existentes, por lo que es necesaria su modernización y reordenación. La accesibilidad del suelo es una cualidad esencial para determinar su valor, por lo que a la segregación física se une la social.
La convergencia de estos y otros factores ha dado lugar a un proceso general de reestructuración socioespacial y funcional que afecta a toda la ciudad. La disgregación periférica, en la medida que no se “independiza” funcionalmente del centro, incrementa la ineficiencia al separar los lugares de residencia con los de trabajo, estudio, recreación y compra.
El policentrismo, como se reconocen estas nuevas estructuras territoriales funcionales, están referido -según Aguilar (2002)- a patrones intraurbanos de concentración de población y económica, en una fase particular del desarrollo urbano donde los subcentros atraen actividades comerciales y de servicio en su calidad de lugares centrales. De tal manera, y al decir de Precedo (2004), éstos aportan o bien debieran de aportar soluciones eficaces a problemas tan relevantes como es la movilidad personal.
En Chile, la capital nacional no es una excepción, ya que como en muchas otras de las grandes ciudades, y particularmente en aquellas situadas en América Latina, el crecimiento de la población ha comenzado a concentrarse espacialmente en las áreas periurbanas de su entorno.
Observado en ese encuadre, el Gran Santiago se constituye en un caso ejemplar. En términos generales ha pasado de ser relativamente compacta, de tener densidades brutas altas (con alrededor de 100 habitantes por hectárea a comienzos de la década de 1970) y de contar con una gran diversidad de usos de suelo, a registrar una formación multicentrada, que aparece más difusa y dispersa, y que progresivamente incluye extensiones discontinuas de áreas industriales, centros de servicio y polígonos residenciales en el halo periférico, además de nuevas redes de vialidad automotriz demandantes de ingentes consumos de suelo.
A pesar del gran tamaño físico y demográfico, la organización funcional de Santiago ha mantenido tradicionalmente una estructura monocéntrica, en la que el “centro urbano de negocios” (CBD) ejerce una marcada influencia en el paisaje, en la imagen percibida y en todos los ritmos de la ciudad. Sin embargo, este modelo está evolucionando hacia otro policéntrico, coherente con la división social de Santiago en “dos ciudades”, con un incremento en la dispersión de la población, una mejora de la accesibilidad de la “primera periferia” y -por supuesto- todos los cambios tecnológicos y del estilo de vida en general, tan trascendentales en el desenvolvimiento moderno de muchas actividades comerciales y de servicios.
Al respecto, la Figura Nº 1 da cuenta del uso del suelo destinado a la actividad de comercio, además de la localización de centros comerciales excéntrico (mall). El patrón espacial es claro, ya que las mayores superficies están presentes en el tradicional CBD de la ciudad, así como también en la prolongación de éste hacia el sector oriente de la capital, territorio correspondiente a las comunas de más alto estatus social. Hacia el sureste, los nuevos nodos comerciales (Plaza Vespucio, Florida Center y Tobalaba) generan conos de uso del suelo importantes, de menor magnitud, aunque no por ello de menor gravitancia en los restantes puntos cardinales de la ciudad.
http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-194-04.htm