Tengo un amigo que se llama Wilman. Es colombiano y tenemos la misma edad. Nos conocimos por Tinder pero el romance no prosperó, principalmente porque él comenzó a trabajar de lunes a viernes en una fábrica que hacía sillas y de sábado a domingo como nochero en un edificio familiar. Los lunes por la mañana se pasaba directo del edificio a la fábrica. Así, el tiempo pasó, nos dejamos de ver y de hablar, ambos quedamos medio frustrados, enojados, a veces dolidos. Todo intercalado con audios de historias de su antigua vida en el río, nostalgias gastronómicas, sus papás con siete hijos, más dos muertos y enterrados al otro lado del río - en un cementerio que visitan tomando chela en bote; porque en los cementerios de otros países la gente lo pasa bien, parece-. Hace un mes pudo volver a su país que no visitaba luego de tres años. Pudo ver a su madre y a su camada de sobrinos más grandes. "Hechos hombre", puntualizó. Su familia trabaja del oro que cuelan en el río al ritmo de la salsa romántica caleña. Con su celular me mostró fotos de verdaderas pepas de oro. Me mostró también un video donde él se graba a sí mismo bañándose en el río Choco que cruza su vida de comienzo a fin. Pensé que no lo vería nunca más, pero su mamá lo mandó devuelta: no lo quiere en Colombia, sino que trabajando y enviándole dinero desde acá. Entonces, él obediente volvió: vive en una habitación y no tiene pega (si saben de algo, me dicen). En la pieza del lado vive su hermana con su sobrina chica, hija de un tipo chileno que las dejó tiradas. Ayer me escribió para que nos viéramos y así fue: sorpresa. Él, menos triste, yo más distante; nos saludamos, comimos, nos tomamos de la mano. Cómo puedo hacer para que este país no te destruya, Wilman. Un niño-hombre de la selva. Mientras lo escribo, lo pienso. Reviso el celular: nos sacamos esta foto. La vida que pudo llevarnos a no vernos más, dio la vuelta y de acá somos. Desperdigados en las urgencias y la sobrevida de encontrarnos en otro, acompañándonos en este sur absurdo, caliente y violento con todos quienes nos la jugamos acá.