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¿Se han empotado?

La última vez que empoté, perdí una casa y parcela :risa:


El sábado salí con una pendeja.. haaaarto menor que yo, y no de dejado de pensar en la cabra.. :ohno:
Creo que la veré una vez más y chao... mucho gasto

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Papirazo, allá vamos.
Años atrás por pega viajaba por todo Chile y algunos países del cono sur. Pareja estable, familia consolidada, nunca fui del chaleco a rombos ni de los dockers con zapatos Oxford, pero andaba por ahí. Convencional, de mi casa y mi pega, sureño de nacimiento. Y caliente como yo solo.

2014, enero, omito ciudad. Era mi última asesoría en negociación colectiva para la compañía antes de irme de vacaciones. Mi prole estaba ya ubicada en el hotel del lugar en donde pasaríamos las vacaciones de verano, a unos cuantos kilómetros de ahí. Pero claro, era el último día, último gol gana, la última cerveza antes de irte para la casa. El último porrazo con alguna mina de pago antes de ir a encerrarme a la abulia lacustre y con un volcán en la ventana de atrás.
Antes de ir a la reunión, una busqueda rápida en google, "escorts ciudad __________". Un aviso anodino, un número de celular más. Marqué y me contestan "hola amor...." y te aplican el tarifado. Llámame antes que vengas para estar lista, dice, con una sonrisa telefónica.
Tres horas después estaba tocando el timbre del departamento. Hermosa, madura, sonrisa bellísima. El mejor sexo de mi vida hasta ese momento.

Una hora y media después, con las piernas temblando, seguía oliéndome los dedos en el uber. Química y sexo salvaje se unieron, sumado a que esta hábil mujer me dio un número de celular que supuestamente era su número personal. Así lo parecía, su rostro estaba en el perfil de whatsap, un rostro bellísimo y que no trasuntaba en modo alguno su oficio de prostituta. Era extraño, todas las prostitutas que había conocido tenían un rictus torvo, un desdén en el fondo de sus ojos, sin importar lo hermosas que ellas fuesen. Eran putas y te lo hacían saber, y eso te permitía terminar la faena y olvidarlas sin más. Pero ella no. Carecía de ese rictus, de esa amargura. Ella sonreía y era genuina en lo que hacía, aun sabiendo que ese sólo día le podría haber lamido las bolas a una media docena o más de clientes, o haberse abierto los cachetes del culo con alegría para recibir la carga de deseo de esos mismos pelafustanes.
Era puta, pero carecía de todo contrapunto emocional con su oficio, y por eso era ella misma. Tragasables, ávida, sexualmente sincera con sus deseos de placer y plata. Y eso me flechó.

Pasaron mis vacaciones como las tendría cualquier tipo en mi situación, mirando el celular, viendo su foto, hasta que una vez de vuelta comencé a escribirle. Y las respuestas no tardaron en llegar. Amorosas, con cierto dejo de emoción, pidiéndome que la mirara no como prostituta sino como una mujer más. Y caí, caí muy profundo en una horrible espiral de sexo, despilfarro de dinero, promesas. Viajaba cada vez que podía hasta su ciudad, durante meses comprometí mi puesto para lograr ser enviado a ese lugar una y otra vez, de vez en cuando una licencia. Y por cada rato de sexo y cientos de miles de pesos transferidos a su cuenta, más me agarraba a ese vicio.
Y me prometió, con lágrimas en los ojos, que ya no se prostituía, que desde ese día se dedicaría a su gran sueño, su agencia de cosmetología integral, y que ya había conseguido lugar. Desde luego, me hice parte con ingentes cantidades de dinero para llevar adelante su sueño.

Los viajes, la plata distraída, el sexo, pronto hicieron estragos en mi matrimonio, el que se fracturó y terminé por separarme. Ello, sumado a circunstancias especiales en mi trabajo (la llegada de un nuevo fiscal que trajo a todo su equipo), coincidió en que además de la separación debía sumar una desvinculación. Y, como la lluvia de septiembre que moja paredes tapadas de barro desde el invierno, la realidad salió a la luz, feroz, descarnada, sin prisas ni concesiones. Brutal y despiadada. Necesaria. Una amputación del alma sin anestesias ni calmantes vendría.

Ya no había dinero, o no había tanto como para seguir viviendo la borrachera sexual y erótica de promesas y sabores. Pero en mi cabeza ávida de dopamina quedaba el convencimiento que no importa, que nos iríamos juntos, viviríamos este amor solos, desde cero, y más unidos que nunca. Ella me escuchaba y sonreía, pero ya no me miraba a los ojos sino sus muy cuidadas uñas o los anillos que meses atrás le había regalado.

Cierto día, en que con mis últimas reservas de dinero volví a su ciudad, la quise sorprender. No pude avisar mi llegada, celular con plan impago, ya estaba acusando estragos la situación. Fui al lugar en donde funcionaría la clinica de cosmetología, un departamento con una placa "Ivette, cosmética integral" y una silueta femenina. Toqué la puerta y unos tacones rápidos se escucharon del otro lado de la puerta.

Abrió una mano, con unas hermosas uñas muy bien cuidadas, y un rostro conocido asomó. Era la misma sonrisa, la que se congeló al verme. En colaless, una blusa transparente que dejaba ver sus enormes tetas que, una semana atrás, había disfrutado sobre mi pecho, desnuda.

Detrás se veía un biombo, y alcanzaban a verse un par de negros esperando su turno de atención.

Me fui de ahí, destrozado, sin habla. En los escalones que me tomó llegar hasta el primer piso hice un rápido y dramático recuento de daños. Tres cheques protestados, dos créditos impagos, millones de pesos absolutamente perdidos y 12 años de matrimonio terminaron de la manera más estúpida y predecible existente.

Omito detalles de cómo me rehice. Busqué pega, un sucucho en donde dar con mis huesos, y rehacerme mentalmente. El dinero poco a poco recuperó su cauce, los litigios se apagaron, los cheques fueron cubiertos y aclarados. Una nueva oportunidad laboral surgió. Para la saciedad del alma y las urgencias del sexo surgía una solución inexplorada, Tinder, que fue mi abasto de deseo y compañía femenina hasta que, de manera convencional y casual, surgió una nueva pareja que hasta hoy me acompaña.

Y así fue.
 
cuando chico me pasaba harto, supongo que por carencias afectivas o algo como que siempre me enamoraba

de adulto no me ha pasado
 
Papirazo, allá vamos.
Años atrás por pega viajaba por todo Chile y algunos países del cono sur. Pareja estable, familia consolidada, nunca fui del chaleco a rombos ni de los dockers con zapatos Oxford, pero andaba por ahí. Convencional, de mi casa y mi pega, sureño de nacimiento. Y caliente como yo solo.

2014, enero, omito ciudad. Era mi última asesoría en negociación colectiva para la compañía antes de irme de vacaciones. Mi prole estaba ya ubicada en el hotel del lugar en donde pasaríamos las vacaciones de verano, a unos cuantos kilómetros de ahí. Pero claro, era el último día, último gol gana, la última cerveza antes de irte para la casa. El último porrazo con alguna mina de pago antes de ir a encerrarme a la abulia lacustre y con un volcán en la ventana de atrás.
Antes de ir a la reunión, una busqueda rápida en google, "escorts ciudad __________". Un aviso anodino, un número de celular más. Marqué y me contestan "hola amor...." y te aplican el tarifado. Llámame antes que vengas para estar lista, dice, con una sonrisa telefónica.
Tres horas después estaba tocando el timbre del departamento. Hermosa, madura, sonrisa bellísima. El mejor sexo de mi vida hasta ese momento.

Una hora y media después, con las piernas temblando, seguía oliéndome los dedos en el uber. Química y sexo salvaje se unieron, sumado a que esta hábil mujer me dio un número de celular que supuestamente era su número personal. Así lo parecía, su rostro estaba en el perfil de whatsap, un rostro bellísimo y que no trasuntaba en modo alguno su oficio de prostituta. Era extraño, todas las prostitutas que había conocido tenían un rictus torvo, un desdén en el fondo de sus ojos, sin importar lo hermosas que ellas fuesen. Eran putas y te lo hacían saber, y eso te permitía terminar la faena y olvidarlas sin más. Pero ella no. Carecía de ese rictus, de esa amargura. Ella sonreía y era genuina en lo que hacía, aun sabiendo que ese sólo día le podría haber lamido las bolas a una media docena o más de clientes, o haberse abierto los cachetes del culo con alegría para recibir la carga de deseo de esos mismos pelafustanes.
Era puta, pero carecía de todo contrapunto emocional con su oficio, y por eso era ella misma. Tragasables, ávida, sexualmente sincera con sus deseos de placer y plata. Y eso me flechó.

Pasaron mis vacaciones como las tendría cualquier tipo en mi situación, mirando el celular, viendo su foto, hasta que una vez de vuelta comencé a escribirle. Y las respuestas no tardaron en llegar. Amorosas, con cierto dejo de emoción, pidiéndome que la mirara no como prostituta sino como una mujer más. Y caí, caí muy profundo en una horrible espiral de sexo, despilfarro de dinero, promesas. Viajaba cada vez que podía hasta su ciudad, durante meses comprometí mi puesto para lograr ser enviado a ese lugar una y otra vez, de vez en cuando una licencia. Y por cada rato de sexo y cientos de miles de pesos transferidos a su cuenta, más me agarraba a ese vicio.
Y me prometió, con lágrimas en los ojos, que ya no se prostituía, que desde ese día se dedicaría a su gran sueño, su agencia de cosmetología integral, y que ya había conseguido lugar. Desde luego, me hice parte con ingentes cantidades de dinero para llevar adelante su sueño.

Los viajes, la plata distraída, el sexo, pronto hicieron estragos en mi matrimonio, el que se fracturó y terminé por separarme. Ello, sumado a circunstancias especiales en mi trabajo (la llegada de un nuevo fiscal que trajo a todo su equipo), coincidió en que además de la separación debía sumar una desvinculación. Y, como la lluvia de septiembre que moja paredes tapadas de barro desde el invierno, la realidad salió a la luz, feroz, descarnada, sin prisas ni concesiones. Brutal y despiadada. Necesaria. Una amputación del alma sin anestesias ni calmantes vendría.

Ya no había dinero, o no había tanto como para seguir viviendo la borrachera sexual y erótica de promesas y sabores. Pero en mi cabeza ávida de dopamina quedaba el convencimiento que no importa, que nos iríamos juntos, viviríamos este amor solos, desde cero, y más unidos que nunca. Ella me escuchaba y sonreía, pero ya no me miraba a los ojos sino sus muy cuidadas uñas o los anillos que meses atrás le había regalado.

Cierto día, en que con mis últimas reservas de dinero volví a su ciudad, la quise sorprender. No pude avisar mi llegada, celular con plan impago, ya estaba acusando estragos la situación. Fui al lugar en donde funcionaría la clinica de cosmetología, un departamento con una placa "Ivette, cosmética integral" y una silueta femenina. Toqué la puerta y unos tacones rápidos se escucharon del otro lado de la puerta.

Abrió una mano, con unas hermosas uñas muy bien cuidadas, y un rostro conocido asomó. Era la misma sonrisa, la que se congeló al verme. En colaless, una blusa transparente que dejaba ver sus enormes tetas que, una semana atrás, había disfrutado sobre mi pecho, desnuda.

Detrás se veía un biombo, y alcanzaban a verse un par de negros esperando su turno de atención.

Me fui de ahí, destrozado, sin habla. En los escalones que me tomó llegar hasta el primer piso hice un rápido y dramático recuento de daños. Tres cheques protestados, dos créditos impagos, millones de pesos absolutamente perdidos y 12 años de matrimonio terminaron de la manera más estúpida y predecible existente.

Omito detalles de cómo me rehice. Busqué pega, un sucucho en donde dar con mis huesos, y rehacerme mentalmente. El dinero poco a poco recuperó su cauce, los litigios se apagaron, los cheques fueron cubiertos y aclarados. Una nueva oportunidad laboral surgió. Para la saciedad del alma y las urgencias del sexo surgía una solución inexplorada, Tinder, que fue mi abasto de deseo y compañía femenina hasta que, de manera convencional y casual, surgió una nueva pareja que hasta hoy me acompaña.

Y así fue.
Que buen relato compadre, y se agradece la honestidad... No como los cartuchos de acá que se ofenden con simples preguntas. Le deseo mucho éxito en su vida
 
Papirazo, allá vamos.
Años atrás por pega viajaba por todo Chile y algunos países del cono sur. Pareja estable, familia consolidada, nunca fui del chaleco a rombos ni de los dockers con zapatos Oxford, pero andaba por ahí. Convencional, de mi casa y mi pega, sureño de nacimiento. Y caliente como yo solo.

2014, enero, omito ciudad. Era mi última asesoría en negociación colectiva para la compañía antes de irme de vacaciones. Mi prole estaba ya ubicada en el hotel del lugar en donde pasaríamos las vacaciones de verano, a unos cuantos kilómetros de ahí. Pero claro, era el último día, último gol gana, la última cerveza antes de irte para la casa. El último porrazo con alguna mina de pago antes de ir a encerrarme a la abulia lacustre y con un volcán en la ventana de atrás.
Antes de ir a la reunión, una busqueda rápida en google, "escorts ciudad __________". Un aviso anodino, un número de celular más. Marqué y me contestan "hola amor...." y te aplican el tarifado. Llámame antes que vengas para estar lista, dice, con una sonrisa telefónica.
Tres horas después estaba tocando el timbre del departamento. Hermosa, madura, sonrisa bellísima. El mejor sexo de mi vida hasta ese momento.

Una hora y media después, con las piernas temblando, seguía oliéndome los dedos en el uber. Química y sexo salvaje se unieron, sumado a que esta hábil mujer me dio un número de celular que supuestamente era su número personal. Así lo parecía, su rostro estaba en el perfil de whatsap, un rostro bellísimo y que no trasuntaba en modo alguno su oficio de prostituta. Era extraño, todas las prostitutas que había conocido tenían un rictus torvo, un desdén en el fondo de sus ojos, sin importar lo hermosas que ellas fuesen. Eran putas y te lo hacían saber, y eso te permitía terminar la faena y olvidarlas sin más. Pero ella no. Carecía de ese rictus, de esa amargura. Ella sonreía y era genuina en lo que hacía, aun sabiendo que ese sólo día le podría haber lamido las bolas a una media docena o más de clientes, o haberse abierto los cachetes del culo con alegría para recibir la carga de deseo de esos mismos pelafustanes.
Era puta, pero carecía de todo contrapunto emocional con su oficio, y por eso era ella misma. Tragasables, ávida, sexualmente sincera con sus deseos de placer y plata. Y eso me flechó.

Pasaron mis vacaciones como las tendría cualquier tipo en mi situación, mirando el celular, viendo su foto, hasta que una vez de vuelta comencé a escribirle. Y las respuestas no tardaron en llegar. Amorosas, con cierto dejo de emoción, pidiéndome que la mirara no como prostituta sino como una mujer más. Y caí, caí muy profundo en una horrible espiral de sexo, despilfarro de dinero, promesas. Viajaba cada vez que podía hasta su ciudad, durante meses comprometí mi puesto para lograr ser enviado a ese lugar una y otra vez, de vez en cuando una licencia. Y por cada rato de sexo y cientos de miles de pesos transferidos a su cuenta, más me agarraba a ese vicio.
Y me prometió, con lágrimas en los ojos, que ya no se prostituía, que desde ese día se dedicaría a su gran sueño, su agencia de cosmetología integral, y que ya había conseguido lugar. Desde luego, me hice parte con ingentes cantidades de dinero para llevar adelante su sueño.

Los viajes, la plata distraída, el sexo, pronto hicieron estragos en mi matrimonio, el que se fracturó y terminé por separarme. Ello, sumado a circunstancias especiales en mi trabajo (la llegada de un nuevo fiscal que trajo a todo su equipo), coincidió en que además de la separación debía sumar una desvinculación. Y, como la lluvia de septiembre que moja paredes tapadas de barro desde el invierno, la realidad salió a la luz, feroz, descarnada, sin prisas ni concesiones. Brutal y despiadada. Necesaria. Una amputación del alma sin anestesias ni calmantes vendría.

Ya no había dinero, o no había tanto como para seguir viviendo la borrachera sexual y erótica de promesas y sabores. Pero en mi cabeza ávida de dopamina quedaba el convencimiento que no importa, que nos iríamos juntos, viviríamos este amor solos, desde cero, y más unidos que nunca. Ella me escuchaba y sonreía, pero ya no me miraba a los ojos sino sus muy cuidadas uñas o los anillos que meses atrás le había regalado.

Cierto día, en que con mis últimas reservas de dinero volví a su ciudad, la quise sorprender. No pude avisar mi llegada, celular con plan impago, ya estaba acusando estragos la situación. Fui al lugar en donde funcionaría la clinica de cosmetología, un departamento con una placa "Ivette, cosmética integral" y una silueta femenina. Toqué la puerta y unos tacones rápidos se escucharon del otro lado de la puerta.

Abrió una mano, con unas hermosas uñas muy bien cuidadas, y un rostro conocido asomó. Era la misma sonrisa, la que se congeló al verme. En colaless, una blusa transparente que dejaba ver sus enormes tetas que, una semana atrás, había disfrutado sobre mi pecho, desnuda.

Detrás se veía un biombo, y alcanzaban a verse un par de negros esperando su turno de atención.

Me fui de ahí, destrozado, sin habla. En los escalones que me tomó llegar hasta el primer piso hice un rápido y dramático recuento de daños. Tres cheques protestados, dos créditos impagos, millones de pesos absolutamente perdidos y 12 años de matrimonio terminaron de la manera más estúpida y predecible existente.

Omito detalles de cómo me rehice. Busqué pega, un sucucho en donde dar con mis huesos, y rehacerme mentalmente. El dinero poco a poco recuperó su cauce, los litigios se apagaron, los cheques fueron cubiertos y aclarados. Una nueva oportunidad laboral surgió. Para la saciedad del alma y las urgencias del sexo surgía una solución inexplorada, Tinder, que fue mi abasto de deseo y compañía femenina hasta que, de manera convencional y casual, surgió una nueva pareja que hasta hoy me acompaña.

Y así fue.
weona, que brutal
530910.jpg
 
Me empoté 2 veces con distintas mujeres, bravas para la cacha y con un “encanto” que amarraba a más no poder. Cuando mi dignidad de hombre se vio amenazada, corté por lo sano y las dejé a ambas.

Hoy soy auténticamente LIBRE y siendo mi primera - y más importante - prioridad.
 
Antes cuando era mas pendex.

Cuando uno ya es viejo, se caga de la risa, hace boom and zoom y la siguiente.
 
Papirazo, allá vamos.
Años atrás por pega viajaba por todo Chile y algunos países del cono sur. Pareja estable, familia consolidada, nunca fui del chaleco a rombos ni de los dockers con zapatos Oxford, pero andaba por ahí. Convencional, de mi casa y mi pega, sureño de nacimiento. Y caliente como yo solo.

2014, enero, omito ciudad. Era mi última asesoría en negociación colectiva para la compañía antes de irme de vacaciones. Mi prole estaba ya ubicada en el hotel del lugar en donde pasaríamos las vacaciones de verano, a unos cuantos kilómetros de ahí. Pero claro, era el último día, último gol gana, la última cerveza antes de irte para la casa. El último porrazo con alguna mina de pago antes de ir a encerrarme a la abulia lacustre y con un volcán en la ventana de atrás.
Antes de ir a la reunión, una busqueda rápida en google, "escorts ciudad __________". Un aviso anodino, un número de celular más. Marqué y me contestan "hola amor...." y te aplican el tarifado. Llámame antes que vengas para estar lista, dice, con una sonrisa telefónica.
Tres horas después estaba tocando el timbre del departamento. Hermosa, madura, sonrisa bellísima. El mejor sexo de mi vida hasta ese momento.

Una hora y media después, con las piernas temblando, seguía oliéndome los dedos en el uber. Química y sexo salvaje se unieron, sumado a que esta hábil mujer me dio un número de celular que supuestamente era su número personal. Así lo parecía, su rostro estaba en el perfil de whatsap, un rostro bellísimo y que no trasuntaba en modo alguno su oficio de prostituta. Era extraño, todas las prostitutas que había conocido tenían un rictus torvo, un desdén en el fondo de sus ojos, sin importar lo hermosas que ellas fuesen. Eran putas y te lo hacían saber, y eso te permitía terminar la faena y olvidarlas sin más. Pero ella no. Carecía de ese rictus, de esa amargura. Ella sonreía y era genuina en lo que hacía, aun sabiendo que ese sólo día le podría haber lamido las bolas a una media docena o más de clientes, o haberse abierto los cachetes del culo con alegría para recibir la carga de deseo de esos mismos pelafustanes.
Era puta, pero carecía de todo contrapunto emocional con su oficio, y por eso era ella misma. Tragasables, ávida, sexualmente sincera con sus deseos de placer y plata. Y eso me flechó.

Pasaron mis vacaciones como las tendría cualquier tipo en mi situación, mirando el celular, viendo su foto, hasta que una vez de vuelta comencé a escribirle. Y las respuestas no tardaron en llegar. Amorosas, con cierto dejo de emoción, pidiéndome que la mirara no como prostituta sino como una mujer más. Y caí, caí muy profundo en una horrible espiral de sexo, despilfarro de dinero, promesas. Viajaba cada vez que podía hasta su ciudad, durante meses comprometí mi puesto para lograr ser enviado a ese lugar una y otra vez, de vez en cuando una licencia. Y por cada rato de sexo y cientos de miles de pesos transferidos a su cuenta, más me agarraba a ese vicio.
Y me prometió, con lágrimas en los ojos, que ya no se prostituía, que desde ese día se dedicaría a su gran sueño, su agencia de cosmetología integral, y que ya había conseguido lugar. Desde luego, me hice parte con ingentes cantidades de dinero para llevar adelante su sueño.

Los viajes, la plata distraída, el sexo, pronto hicieron estragos en mi matrimonio, el que se fracturó y terminé por separarme. Ello, sumado a circunstancias especiales en mi trabajo (la llegada de un nuevo fiscal que trajo a todo su equipo), coincidió en que además de la separación debía sumar una desvinculación. Y, como la lluvia de septiembre que moja paredes tapadas de barro desde el invierno, la realidad salió a la luz, feroz, descarnada, sin prisas ni concesiones. Brutal y despiadada. Necesaria. Una amputación del alma sin anestesias ni calmantes vendría.

Ya no había dinero, o no había tanto como para seguir viviendo la borrachera sexual y erótica de promesas y sabores. Pero en mi cabeza ávida de dopamina quedaba el convencimiento que no importa, que nos iríamos juntos, viviríamos este amor solos, desde cero, y más unidos que nunca. Ella me escuchaba y sonreía, pero ya no me miraba a los ojos sino sus muy cuidadas uñas o los anillos que meses atrás le había regalado.

Cierto día, en que con mis últimas reservas de dinero volví a su ciudad, la quise sorprender. No pude avisar mi llegada, celular con plan impago, ya estaba acusando estragos la situación. Fui al lugar en donde funcionaría la clinica de cosmetología, un departamento con una placa "Ivette, cosmética integral" y una silueta femenina. Toqué la puerta y unos tacones rápidos se escucharon del otro lado de la puerta.

Abrió una mano, con unas hermosas uñas muy bien cuidadas, y un rostro conocido asomó. Era la misma sonrisa, la que se congeló al verme. En colaless, una blusa transparente que dejaba ver sus enormes tetas que, una semana atrás, había disfrutado sobre mi pecho, desnuda.

Detrás se veía un biombo, y alcanzaban a verse un par de negros esperando su turno de atención.

Me fui de ahí, destrozado, sin habla. En los escalones que me tomó llegar hasta el primer piso hice un rápido y dramático recuento de daños. Tres cheques protestados, dos créditos impagos, millones de pesos absolutamente perdidos y 12 años de matrimonio terminaron de la manera más estúpida y predecible existente.

Omito detalles de cómo me rehice. Busqué pega, un sucucho en donde dar con mis huesos, y rehacerme mentalmente. El dinero poco a poco recuperó su cauce, los litigios se apagaron, los cheques fueron cubiertos y aclarados. Una nueva oportunidad laboral surgió. Para la saciedad del alma y las urgencias del sexo surgía una solución inexplorada, Tinder, que fue mi abasto de deseo y compañía femenina hasta que, de manera convencional y casual, surgió una nueva pareja que hasta hoy me acompaña.

Y así fue.
Que lata mi compa... brutal su relato y Todo por pensar con la cabeza de abajo. ...
 
jamas me he empotado
cuando pendejo me enamoraba pero eso ya paso :lol:

ni siquiera me empoto con la prepago mama de @EL MAQUINA que hace descuento :lol:

Difícil que te empotes si jamás le has dirigido la palabra a una mina, fracasado reculiao. :lol2:

:idolo: Caminar con capucha, audífonos y mirando el piso por ser incapaz de siquiera saludar.
 
Difícil que te empotes si jamás le has dirigido la palabra a una mina, fracasado reculiao. :lol2:

:idolo: Caminar con capucha, audífonos y mirando el piso por ser incapaz de siquiera saludar.
no conchetumare, no me interesa saludar, es diferente
ademas no camino mirando al suelo, eso lo haces vo para que los pacos no te hagan control de identidad, estupido culiao
en cambio tu estas acostumbrado a andar saludando como weon sindrome de down pa machetear la gambita pa compartir la chela en la ezquina
poblacional culiao :lol:
 
También aprendí que al weón y weona que está empotado hasta las patas hay que dejarlo ser nomás, porque nada lo hará entrar en razón. Se dan cuenta solos después de un tiempo o cuando la mierda les llega al cuello. Hay weones que nunca se dan cuenta.

Cuanta verdad en esto.

Recuerdo a un amigo con harto recorrido en temas de relaciones de pareja (no era nada tonto, de hecho era bien astuto) que se involucró con una mina que tenía fama de maraca y adicta al cuatro letras. Contrariamente a lo que pensamos los miembros de su círculo cercano, se fue a la real chucha y, en sus momentos de "reflexión", reconocía que estaba dispuesto a dejar todo y darlo todo por la mina si le garantizaba seguir culiando de por vida.

Y pasó lo que siempre pasa... La mina dio por terminada la "relación" de un momento a otro y el loco quedó más botado que la chucha.

Como tonto consuelo, a los empotados les queda el recuerdo que se encamaron varias veces con una mujer y eso es mucho mejor que ser un esclavo 24/7 a cambio de nada (situación patética que es bastante habitual).
 
Última edición:
La última vez que empoté, perdí una casa y parcela :risa:


El sábado salí con una pendeja.. haaaarto menor que yo, y no de dejado de pensar en la cabra.. :ohno:
Creo que la veré una vez más y chao... mucho gasto

Enviado desde mi SM-A528B mediante Tapatalk
el weon empotable las cago :eeek:
 
dos veces me he enamorado, pero de ahí a dejarlo todo por alguien, no.
 
no conchetumare, no me interesa saludar, es diferente
ademas no camino mirando al suelo, eso lo haces vo para que los pacos no te hagan control de identidad, estupido culiao
en cambio tu estas acostumbrado a andar saludando como weon sindrome de down pa machetear la gambita pa compartir la chela en la ezquina
poblacional culiao :lol:

Dar explicaciones :clapclap:
 
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