"Sin duda alguna, nada se asemeja a la realidad… y es que sólo desde la realidad es posible que surjan historias como la de Orozco.
Situado en Santa Fe de Bogotá, Colombia, Froilán Orozco Duarte atiende una modesta funeraria que bajo el nombre “El Divino Rostro”, recibe los cuerpos sin vida de ancianos, adultos y niños a quienes debe preparar para que luzcan mejor en el ataúd, y de esta manera, la familia pueda cumplir con el rito de velar y enterrar a sus muertos.
Una tarea de embalsamador cuyos detalles son desconocidos por el común de la gente, y que el Shockumental snuff de Tsurisaki Kiyotaka se encarga de mostrar con sus más escabrosos detalles.
Ver el trabajo de preparar a los muertos, en películas como “Departures” puede tratarse de una verdadera obra de arte, con un profundo amor y respeto por la dignidad del ser humano. En cambio, ver “Orozco el embalsamador” es una experiencia perturbadora. Más aún cuando tenemos la certeza de que todo lo que estamos viendo es real, a diferencia de “Departures” que es ficción.
Inmersa en la cotidianeidad de Froilán Orozco, la cámara registra sin censura varios de los procedimientos que Froilán realiza con los muertos que llegan hasta su funeraria. Muchos de ellos, producto de la fuerte violencia que se vive en esos barrios, donde es común que aparezca un cuerpo baleado a vista y paciencia de niños y adultos que transitan por la calle. Aspecto bastante revelador de lo que es el Tercer Mundo y nuestros “países bananeros”…
En sus procedimientos, Orozco abre el pecho de los muertos, vaciándoles las tripas para lavarlos por dentro, aplicarles formón y volver a rellenarlos con las mismas vísceras, paños y restos de ropa que utiliza para volver a darles forma. Luego procede a taparles los orificios del rostro con algodón y telas, para evitar que el drenado de la cabeza se escurra por la boca y la nariz.
Son más de 40 años en el oficio y 50 mil cuerpos embalsamados por Orozco los que resumen su experiencia, cuestión que explica la poca deferencia y total falta de delicadeza con la que manipula los cadáveres, incluso, el de un bebé.
Lo interesante del documental, -más allá del evidente tono gore y snuff de sus imágenes, delicia para los amantes de estos géneros- es la crítica velada que hace sobre la fuerte violencia de los barrios que unida la pobreza de sus habitantes crea seres autómatas, insensibles e inhumanos, que van perdiendo la sensibilidad en la medida que la muerte y la violencia se vuelve parte del paisaje cotidiano.
Es claro que este trabajo divide fuertemente las opiniones respecto al trato que debiesen recibir los muertos. No es una obra apta para todo público, debido a las imágenes explícitas de sangre, muertos, y tripas, que pueden resultar crudas y ofensivas para personas más sensibles a estos temas. Al contrario, para los amantes del gore, “Orozco el embalsamador” debe ser uno de los documentales pilares del género, un imperdible en cualquier colección que se precie del gusto por la sangre, los cadáveres y el morbo."