Toleo_King
Testigo en peligro
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Tuve la oportunidad de asistir a una presentación de Juan Sutil en Icare el viernes recién pasado. Este exitoso empresario agrícola y agroindustrial lleva un tiempo promoviendo un proyecto de construcción de una carretera hídrica para Chile.
Me fascinó el proyecto, es extraordinario. Es el tipo de cosas que en Chile hemos dejado de lado en el debate de los últimos años y por ello estamos con nuestro crecimiento estancado y los nervios crispados. Es hora de empezar a concebir proyectos país como este.
¿Qué es una carretera hídrica? Supongamos que se construye un río longitudinal que va desde la Región del Biobío y termina en la Región de Coquimbo o en la de Atacama. Que tiene permanentemente agua, sin importar la hidrología de ese año, que puede regar un millón de hectáreas de suelo chileno que hoy no tienen riego permanente, que puede tener en su cauce nuevas turbinas modulares o nuevas hélices generadoras de electricidad.
La carretera hídrica propuesta por Juan Sutil es exactamente eso, un sueño perfectamente posible y de rentabilidad país gigantesca. Supongamos por un momento que vivimos en un país delgado, con enormes caudales de agua que viajan diariamente desde la cordillera al mar. De hecho, en Chile el volumen de agua que se escurre por los cauces por las precipitaciones es de 53.000 m3 por persona al año, ocho veces la media mundial de 6.600 metros cúbicos por habitante. Es cierto, las regiones de Aysén y de Magallanes se llevan el principal flujo. Sin embargo, en las regiones del Biobío y de la Araucanía el promedio es de 21.000 m3 habitante/año y de 24.000 m3 habitante/año.
Construyamos canales y embalses para tomar agua desde la cota 624 metros de la Región del Biobío y hasta la cota 350 metros de la Región de O’Higgins, es el Tramo 1 de la carretera. Luego tomemos agua desde la cota 700 metros de la Región de La Araucanía y la entregamos en la cota 500 metros de la Región Metropolitana, que es el Tramo 2 de la carretera. Los tramos 3, 4 y 5 parten en la Región Metropolitana y terminan en la cercanía de Vallenar.
Supongamos que tenemos un clima mediterráneo privilegiado en el mundo y que agregamos un millón de hectáreas con regadío permanente entre las regiones del Biobío hasta Atacama. ¿Qué ocurriría? Las exportaciones agroalimentarias, que hoy son de US$16.000 millones, serían el año 2036 de US$64.000 millones. Generaríamos un millón de empleos nuevos, se desarrollarían las regiones, se rentabilizaría la infraestructura pública ya invertida, las nuevas empresas agrícolas y agroindustriales pagarían en régimen mayores impuestos por US$1.000 millones, el PIB per cápita el año 2036 sería un 5% más alto que si no se hiciera el proyecto, gozaríamos de más energía limpia, paisajes más verdes. Los beneficios y externalidades son enormes.
Este proyecto de carretera hídrica cuesta US$20.000 millones. Sólo puede realizarse si reaparecen en la política chilena los visionarios, y si reaparecen sin las condiciones de los iluminados.
Definitivamente es imposible que un espectro gobernante como el actual pueda realizar este sueño. Aunque dicho bloque pase a estar encabezado por un visionario de la infraestructura. Simplemente no lo dejarían realizar el proyecto. Qué debe hacerlo el Estado, que por ningún motivo se debe invitar a concesionarios privados, que cómo les cobramos la cuenta a los dueños del millón de hectáreas, que hay que hacerlo sin lucro, que en mi región debe hacerse del modo que yo digo, suma y sigue...
En la otra esquina del espectro los problemas serían de otra naturaleza. Aunque el visionario que conduzca ese bloque esté igual de convencido y también le encante la infraestructura. Las historias de conflictos de interés acerca de los propietarios de las hectáreas serían interminables y las dificultades equivalentes.
Es hora de que el país vuelva a mirar al medio y vuelva a soñar con su destino. Dos alternativas. O los antiguos visionarios tienen una reencarnación y mutan a lo nuevo, abandonando viejas concepciones de la política, algo improbable, o surgen nuevos visionarios con nuevas ofertas para el país.
Definitivamente los jóvenes que se presentan como lo nuevo no tienen ni la capacidad ni la visión de ofrecer nuevos sueños. Ofrecen los mismos sueños añejos del siglo pasado, sólo que en otro envoltorio. Ofrecen despilfarrar miles de millones de dólares en gratuidad universitaria, es decir, incluidos los grupos más acomodados de la población. Vaya qué original.
En noviembre de 2017 la gente tiene la última palabra en un simple acto. Botar lo viejo y votar por un nuevo proyecto país.
*El autor es Ph. D. Economía, Universidad de Pennsylvania, consejero y vicepresidente de Ciudadanos e investigador asociado de Plural
¿Chile el Israel sudamericano?
¿Debemos contratar españoles para la construcción?
¿1 millón de negros construyendo la mega obra?
¿Nogal el futuro de chile?
¿ guerra de los 6 días?
Qué opina la élite sobre esto?
Tuve la oportunidad de asistir a una presentación de Juan Sutil en Icare el viernes recién pasado. Este exitoso empresario agrícola y agroindustrial lleva un tiempo promoviendo un proyecto de construcción de una carretera hídrica para Chile.
Me fascinó el proyecto, es extraordinario. Es el tipo de cosas que en Chile hemos dejado de lado en el debate de los últimos años y por ello estamos con nuestro crecimiento estancado y los nervios crispados. Es hora de empezar a concebir proyectos país como este.
¿Qué es una carretera hídrica? Supongamos que se construye un río longitudinal que va desde la Región del Biobío y termina en la Región de Coquimbo o en la de Atacama. Que tiene permanentemente agua, sin importar la hidrología de ese año, que puede regar un millón de hectáreas de suelo chileno que hoy no tienen riego permanente, que puede tener en su cauce nuevas turbinas modulares o nuevas hélices generadoras de electricidad.
La carretera hídrica propuesta por Juan Sutil es exactamente eso, un sueño perfectamente posible y de rentabilidad país gigantesca. Supongamos por un momento que vivimos en un país delgado, con enormes caudales de agua que viajan diariamente desde la cordillera al mar. De hecho, en Chile el volumen de agua que se escurre por los cauces por las precipitaciones es de 53.000 m3 por persona al año, ocho veces la media mundial de 6.600 metros cúbicos por habitante. Es cierto, las regiones de Aysén y de Magallanes se llevan el principal flujo. Sin embargo, en las regiones del Biobío y de la Araucanía el promedio es de 21.000 m3 habitante/año y de 24.000 m3 habitante/año.
Construyamos canales y embalses para tomar agua desde la cota 624 metros de la Región del Biobío y hasta la cota 350 metros de la Región de O’Higgins, es el Tramo 1 de la carretera. Luego tomemos agua desde la cota 700 metros de la Región de La Araucanía y la entregamos en la cota 500 metros de la Región Metropolitana, que es el Tramo 2 de la carretera. Los tramos 3, 4 y 5 parten en la Región Metropolitana y terminan en la cercanía de Vallenar.
Supongamos que tenemos un clima mediterráneo privilegiado en el mundo y que agregamos un millón de hectáreas con regadío permanente entre las regiones del Biobío hasta Atacama. ¿Qué ocurriría? Las exportaciones agroalimentarias, que hoy son de US$16.000 millones, serían el año 2036 de US$64.000 millones. Generaríamos un millón de empleos nuevos, se desarrollarían las regiones, se rentabilizaría la infraestructura pública ya invertida, las nuevas empresas agrícolas y agroindustriales pagarían en régimen mayores impuestos por US$1.000 millones, el PIB per cápita el año 2036 sería un 5% más alto que si no se hiciera el proyecto, gozaríamos de más energía limpia, paisajes más verdes. Los beneficios y externalidades son enormes.
Este proyecto de carretera hídrica cuesta US$20.000 millones. Sólo puede realizarse si reaparecen en la política chilena los visionarios, y si reaparecen sin las condiciones de los iluminados.
Definitivamente es imposible que un espectro gobernante como el actual pueda realizar este sueño. Aunque dicho bloque pase a estar encabezado por un visionario de la infraestructura. Simplemente no lo dejarían realizar el proyecto. Qué debe hacerlo el Estado, que por ningún motivo se debe invitar a concesionarios privados, que cómo les cobramos la cuenta a los dueños del millón de hectáreas, que hay que hacerlo sin lucro, que en mi región debe hacerse del modo que yo digo, suma y sigue...
En la otra esquina del espectro los problemas serían de otra naturaleza. Aunque el visionario que conduzca ese bloque esté igual de convencido y también le encante la infraestructura. Las historias de conflictos de interés acerca de los propietarios de las hectáreas serían interminables y las dificultades equivalentes.
Es hora de que el país vuelva a mirar al medio y vuelva a soñar con su destino. Dos alternativas. O los antiguos visionarios tienen una reencarnación y mutan a lo nuevo, abandonando viejas concepciones de la política, algo improbable, o surgen nuevos visionarios con nuevas ofertas para el país.
Definitivamente los jóvenes que se presentan como lo nuevo no tienen ni la capacidad ni la visión de ofrecer nuevos sueños. Ofrecen los mismos sueños añejos del siglo pasado, sólo que en otro envoltorio. Ofrecen despilfarrar miles de millones de dólares en gratuidad universitaria, es decir, incluidos los grupos más acomodados de la población. Vaya qué original.
En noviembre de 2017 la gente tiene la última palabra en un simple acto. Botar lo viejo y votar por un nuevo proyecto país.
*El autor es Ph. D. Economía, Universidad de Pennsylvania, consejero y vicepresidente de Ciudadanos e investigador asociado de Plural
¿Chile el Israel sudamericano?
¿Debemos contratar españoles para la construcción?
¿1 millón de negros construyendo la mega obra?
¿Nogal el futuro de chile?
¿ guerra de los 6 días?
Qué opina la élite sobre esto?