-Él dice que la persistente y pronunciada desigualdad latinoamericana no se explica necesariamente porque los retornos del capital sean mayores al crecimiento del producto nacional, sino principalmente por la diferencia de ingreso entre trabajadores capacitados y no capacitados…
-Sí, en eso Latinoamérica no es única. En todos los países, la desigualdad es una combinación de distintas fuerzas. Dos categorías son fundamentales: por una parte está la desigualdad de habilidades laborales o capital humano, y por otra, la desigualdad de riqueza. La tesis r>g es importante para describir la segunda. Por supuesto que la desigualdad en el ingreso laboral es relevante, y aquí la desigualdad en el acceso a la educación es fundamental, lo que es claro en el caso de Latinoamérica, pero también en Estados Unidos. Si miras sus últimos 30 años, la desigualdad que se ha agudizado no se explica tanto con la fórmula r>g, sino con desigualdad en las rentas del trabajo, lo que a su vez se relaciona con el desigual acceso a la educación en ese país. En Estados Unidos unos pocos van a las mejores universidades, pero el resto se queda con lo que aprendió en un sistema escolar apenas regular.
-Podríamos decir entonces que la recomendación más controvertida de su libro –el impuesto global al capital– no es la recomendación evidente para países donde el problema más agudo podría ser otro…
-Sin duda. De hecho, en el libro hablo bastante de los desafíos en educación y para eso hay otras recomendaciones. Lo que ocurre es que a veces la gente –cuando está determinada a criticar– se queda con la parte que no les gusta. Estamos hablando de un libro de 700 páginas. Si todo se tratara de r>g y del impuesto global al capital, sería uno de 10 páginas (ríe). Pero en el libro hablo de todo esto y dejo claro que la principal fuerza para reducir la desigualdad es la difusión de competencias laborales y de conocimiento a través de la educación. No podría estar más de acuerdo con eso. Si además me dices que no necesitamos impuestos progresivos, entonces ya no lo estaríamos. Creo que necesitamos ambas políticas, que son complementarias y no sustitutas.