lothian
Culiad@
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Lo menos que se puede decir respecto a las declaraciones del Sr. Medina es que son tristemente desafortunadas, y eso es ser benevolente porque no se puede ignorar que Medina ocupa un alto cargo, fue uno de los más cercanos a Juan Pablo II y además pertenece a la congregación más conservadora dentro de la cristiandad, que no es nada más ni nada menos que la heredera de la Inquisición.
Señalar que alguien de 17 años es plenamente conciente de sus actos para justificar las prácticas de cierto sacerdote, es inaceptable, pues más allá del grado de conciencia y responsabilidad que pueda tener un joven de 17, lo cual es cuestionable pues si bien puede ser plenamente conciente, una persona de esa edad no es madura.
Legalmente hablando, una persona de 17 años es un menor de edad y punto. Sin embargo, aquí el asunto no es debatir sobre al capacidad de los adolescentes, sino sobre la conducta de un hombre maduro que aprovechaba su condición "moral", para imponer ciertas "pruebas de temple", sobre los jóvenes a los cuales guiaba espiritualmente.
Siendo un sacerdote un guía espiritual, someter a los jóvenes a las prácticas que todos conocemos bajo cierto disfraz y cierta manera de llegar a la "santidad", es un abuso, una depravación, una maquinación enferma de un homosexual reprimido que a través de su prelatura sólo buscaba el placer sexual.
Asqueroso por dónde se le mire.
Y eso es lo que Medina debe atender, así como toda la curia romana que hace la vista gorda frente a los cuantiosos casos de abuso, pedofilia, abuso de menores de parte de una cantidad considerable de "puros y castos" sacerdotes.
Ese señor debería pedir perdón, y la Iglesia debería comenzar a depurar a todos esos elementos enfermos que mantiene en sus monasterios, claustros, iglesias, capillas y colegios, porque esto es el colmo. Es más, siendo el Vaticano un Estado independiente debería actuar inmediatamente de otra manera frente a estos casos que no pueden continuar, pues todos estos enfermos amenazan la integridad de niños y jóvenes que están recién definiendo su camino en la vida, y casos como este, los puede fregar por siempre.
Ciertamente que en este punto concuerdo absolutamente con Fernando Paulsen.
Señalar que alguien de 17 años es plenamente conciente de sus actos para justificar las prácticas de cierto sacerdote, es inaceptable, pues más allá del grado de conciencia y responsabilidad que pueda tener un joven de 17, lo cual es cuestionable pues si bien puede ser plenamente conciente, una persona de esa edad no es madura.
Legalmente hablando, una persona de 17 años es un menor de edad y punto. Sin embargo, aquí el asunto no es debatir sobre al capacidad de los adolescentes, sino sobre la conducta de un hombre maduro que aprovechaba su condición "moral", para imponer ciertas "pruebas de temple", sobre los jóvenes a los cuales guiaba espiritualmente.
Siendo un sacerdote un guía espiritual, someter a los jóvenes a las prácticas que todos conocemos bajo cierto disfraz y cierta manera de llegar a la "santidad", es un abuso, una depravación, una maquinación enferma de un homosexual reprimido que a través de su prelatura sólo buscaba el placer sexual.
Asqueroso por dónde se le mire.
Y eso es lo que Medina debe atender, así como toda la curia romana que hace la vista gorda frente a los cuantiosos casos de abuso, pedofilia, abuso de menores de parte de una cantidad considerable de "puros y castos" sacerdotes.
Ese señor debería pedir perdón, y la Iglesia debería comenzar a depurar a todos esos elementos enfermos que mantiene en sus monasterios, claustros, iglesias, capillas y colegios, porque esto es el colmo. Es más, siendo el Vaticano un Estado independiente debería actuar inmediatamente de otra manera frente a estos casos que no pueden continuar, pues todos estos enfermos amenazan la integridad de niños y jóvenes que están recién definiendo su camino en la vida, y casos como este, los puede fregar por siempre.
Ciertamente que en este punto concuerdo absolutamente con Fernando Paulsen.