Recuerdo que estudié mis primeros años en un colegio de monjas, y ellas se alejaban bastante del modelo severo e inquisidor que suelen pintarles los medios: eran muy amables y comprometidas en la labor de la enseñanza, ayudándonos a potenciar nuestras habilidades. Todo rodeado de un aura de misticismo, como si la calma la llevasen en su andar.
El ingresar a una orden religiosa es una decisión personal que debe ser respetada, tal cual como respetamos a los que siguen una ideología o tendencia sexual distinta a la nuestra. Si sintieron el llamado de Dios como una forma para hallar la plenitud en la vida, bien por ellos.