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Plasta Culiad@
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Después de un asado consumiendo tolueno gran reserva...
El ex candidato presidencial y líder del Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami planteó, en una columna de opinión, la necesidad de terminar con el sistema presidencialista que tiene Chile, el que ha denominado como un “régimen monárquico presidencial”.
Según explica Ominami, “los progresistas hemos sostenido que la monarquía presidencial electiva es un obstáculo para superar nuestra crisis de crecimiento y desarrollo. Los regímenes hiperpresidencialistas, como el nuestro, han sido incapaces de solucionar las crisis de representación, confianza y credibilidad”, escribió a El Mercurio.
“En el régimen político no existe un primer ministro que pueda servir como fusible para superar crisis políticas. Tampoco es posible la disolución del Parlamento para anticipar elecciones, como ocurre en muchos sistemas parlamentarios; basta que la institución presidencial caiga en el desprestigio para que el país completo corra el riesgo de derrumbe”.
Es a partir de esta lectura que establece que es necesaria una Nueva Constitución que reduzca este presidencialismo y establece que “para poder consolidarnos como un país desarrollado no solo necesitamos reducir nuestros altos niveles de desigualdad, impropios de las democracias con las que nos queremos comparar. También necesitamos un sistema político acorde a los que existen en esas democracias. Nuestro presidencialismo excesivo es más propio de los países subdesarrollados que de las democracias consolidadas de la OCDE”.
Además asegura que “a diferencia de algunas personas de mentalidad conservadora, estoy convencido de que el cambio de régimen desde la monarquía presidencial a un sistema semipresidencial constituye un paso fundamental para entrar con propiedad al selecto club de las naciones desarrolladas, donde el sistema capitalista es la base para una sociedad con menos desigualdad y con oportunidades para todos”.
Finalmente escribió que “los chilenos no hemos tenido nunca la oportunidad de redactar nuestra propia Constitución. Este es el momento propicio para hacerlo. El que la ciudadanía discuta las normas que han de regirla, en vez de dificultar la seguridad jurídica o amenazar la propiedad privada, se convertirá en el mejor seguro y una garantía incuestionable para atraer capital de inversión y para desatar esa energía creadora de riqueza que ofrece el mercado, transparente y regulado, y que nuestro país necesita para dar ese salto que nos separa de los países desarrollados, donde las oportunidades se distribuyen equitativamente y donde conviven personas que piensan distinto, pero que comparten principios y valores democráticos de respeto a la propiedad privada y justicia social”.
El ex candidato presidencial y líder del Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami planteó, en una columna de opinión, la necesidad de terminar con el sistema presidencialista que tiene Chile, el que ha denominado como un “régimen monárquico presidencial”.
Según explica Ominami, “los progresistas hemos sostenido que la monarquía presidencial electiva es un obstáculo para superar nuestra crisis de crecimiento y desarrollo. Los regímenes hiperpresidencialistas, como el nuestro, han sido incapaces de solucionar las crisis de representación, confianza y credibilidad”, escribió a El Mercurio.
“En el régimen político no existe un primer ministro que pueda servir como fusible para superar crisis políticas. Tampoco es posible la disolución del Parlamento para anticipar elecciones, como ocurre en muchos sistemas parlamentarios; basta que la institución presidencial caiga en el desprestigio para que el país completo corra el riesgo de derrumbe”.
Es a partir de esta lectura que establece que es necesaria una Nueva Constitución que reduzca este presidencialismo y establece que “para poder consolidarnos como un país desarrollado no solo necesitamos reducir nuestros altos niveles de desigualdad, impropios de las democracias con las que nos queremos comparar. También necesitamos un sistema político acorde a los que existen en esas democracias. Nuestro presidencialismo excesivo es más propio de los países subdesarrollados que de las democracias consolidadas de la OCDE”.
Además asegura que “a diferencia de algunas personas de mentalidad conservadora, estoy convencido de que el cambio de régimen desde la monarquía presidencial a un sistema semipresidencial constituye un paso fundamental para entrar con propiedad al selecto club de las naciones desarrolladas, donde el sistema capitalista es la base para una sociedad con menos desigualdad y con oportunidades para todos”.
Finalmente escribió que “los chilenos no hemos tenido nunca la oportunidad de redactar nuestra propia Constitución. Este es el momento propicio para hacerlo. El que la ciudadanía discuta las normas que han de regirla, en vez de dificultar la seguridad jurídica o amenazar la propiedad privada, se convertirá en el mejor seguro y una garantía incuestionable para atraer capital de inversión y para desatar esa energía creadora de riqueza que ofrece el mercado, transparente y regulado, y que nuestro país necesita para dar ese salto que nos separa de los países desarrollados, donde las oportunidades se distribuyen equitativamente y donde conviven personas que piensan distinto, pero que comparten principios y valores democráticos de respeto a la propiedad privada y justicia social”.