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Que onda que ahora todas las qls andan leyendo...

Pero nadie dice que uses libros como guía absoluta, solo que dan un indiciario de los gustos femeninos, siempre y cuando a tu mina les gusten esos libros, porque perfectamente ella puede ser una persona que se encienda como antorcha cuando le susurren al oído:
" Te quiero romper el chico a pichulazos"



:blush:

jajaja, te encuentro mucha razon.

pero yo me he fijado que en el español chileno, no hay muchos terminos sensuales. pasas de la fomedad de los terminos enciclopedicamente correctos, a la brutalidad del lo escatologico/animalistico. Por ejemplo, entre "copular" y "culiar", me parece que no hay un termino medio mas apropiado para el oido en la initimidad, en la variacion chilena del español. Follar, me parece que es mejor, pero viene de españa, y a veces es como raro usarlo, aunque cada vez me acostumbro mas :)

El termino correcto, Vagina, por ejemplo, no es muy estimulante al oido, y en chile las alternativas que hay son "sapo" y" choro" y quizas concha, tambien. No muy estimulante tampoco. En el español esta "coño", que aparentemente tiene una melodia mas aceptable. En ingles tambien esta "pussy", que no es una palabra ofensiva tampoco. Pero decir coño en chile en la cama es rarisimo y yo no lo hago, aun.

Pasa tambien con "pene". el termino tecnico, como siempre, fome. Alternativa chilensis, pico. España, venezuela, y otros paises: verga. Ingles: dick, cock.

Aparentemente, en chile los terminos usados para referirse a los organos sexuales o actos, provienen en su mayoria del reino animal (concha, zorra, pico, choro, callampa) mientras, que en otros idiomas, no es tan asi; en ingles, dick no hace referencia al reino animal, pussy tampoco, en español, verga y coño vienen del latin, etc.
 
Revivo este tema porque acabo de leer algo divertido en The Clinic, un par de columnas referente a 50 shades, asi que lo traigo para compartirlos con ustedes.


Columna número uno
Cincuenta sombras de Grey, primera parte: La mina arribista que no calienta a nadie

Romina Reyes y Melissa Gutierrez 05 Marzo, 2013 Tags: 50 sombras, arribismo, cincuenta sombras de grey

No es necesario explicar que Cincuenta Sombras de Grey fue uno de los libros más leídos en el verano. En cada vagón de metro, en cada micro troncal se encontraba alguna joven o señora con el ladrillo de 600 páginas a $13 mil y algo sobre las piernas, calentándose con la historia de amor entre Christian Grey y Anastasia Steel. Por eso, en The Clinic Online nos dimos la gran paja de leer esta trilogía “erótica” para saber cuál era la gran novedad. Y llegamos a la conclusión de que es nuestro deber prevenirlos a ustedes, futuros lectores, de por qué Cincuenta Sombras de Grey tiene de liberal lo que la iglesia católica tiene de progresista.
Resumen ejecutivo: Un día Anastasia Steele, estudiante de literatura, llega al despacho de Christian Grey, un millonario joven, a hacerle una entrevista. Primera apreciación: Grey es una especie de Horst Paulmann, Andrónico Luksic o Sebastián Piñera, sólo que nadie se pregunta de dónde saca tanta plata ni si acaso se ha cagado a alguien. No, él sólo tiene plata. Y es joven y alto y mino. Un “Adonis”. Punto. No pregunten nada más.
Al momento que se ven, quedan pegados el uno con el otro, y como Christian Grey tiene plata, hace todo lo que quiere. Investiga a Anastasia, la busca, la jotea con su parada de macho alfa protector y le propone firmar un contrato para que ella sea su sumisa. Tiene sentido porque Anastasia se pasa todo el libro diciendo lo muy tímida y underground y oyente de Snow Patrol que es. Porque Grey es un sádico, pero pronto se verá que su sadismo tiene que ver con una triste infancia, puros traumas, pobre niño rico. Y al final la cosa se trata de cómo ella salva a Grey de sus traumas y perversiones con amor, no con sexo (Spoiler, perdón).
En fin, si aún no se convencen de que Cincuenta Sombras de Grey es una mierda, en esta nota, la primera de cuatro razones:
Los ricos son bacanes y les compran cosas lindas a los pobres
La primera razón, que exponemos en este artículo, es el descarado arribismo que está presente a lo largo de toda la historia.
Christian Grey es un megamultimillonario confiado, seguro de sí mismo, abacanado mientras Ana es pobre, es insegura, tímida, torpe y hipster. Lo deja claro porque escucha “rock indie” (Nelly Furtado y Coldplay), usa Converse (una zapatilla muy ordinaria), no le gusta socializar, prefiere “el anonimato de una charla en grupo, en la que puedo sentarme al fondo de la sala y pasar inadvertida” (frase textual del profundo personaje).
Y ese estereotipo se repite en todos los personajes. La amiga de Ana, Katherine también tiene plata, pero mucha plata. De hecho, ambas viven en la casa que los papás de Katherine le compraron. Y Katherine estudia periodismo, empoderada, inquisidora, y confiada. Esa confianza que da la plata. Los personajes pobres, o apenas no millonarios, en cambio, están llenos de dudas, son torpes y no encuentran su lugar en el mundo.
Una de estas personas es José, el amigo hispano de Anastasia, que es el primero de su familia en ir a la Universidad y que a Katherine no le cae muy bien (qué raro), y con el que Anastasia se siente muy a gusto porque es pobre como ella. O eso dice, hasta que se deja seducir por el dinero y las joyas; Claro, cómo no, a Christian le da celos José desde que intenta besar a Anastasia. Y obviamente la regla número uno de este libro es nunca elegir al latino.
En algún momento también aparece el padrastro de Ana, que en realidad es como su padre, el hombre que la crió. Un hombre sencillo de clase media, pero de verdad, no como Golborne. El hombre llega para la graduación de la Universidad de Anastasia y la autora se encarga de destacar que su terno le queda grande, o sea, que es cuma, de gente pobre, no como Christian que se hace trajes a la medida, lo que deja en claro cuando Grey llega a entregar los diplomas de la graduación.
El supuesto atractivo del choque de clases queda de manifiesto con el primer encuentro entre los protagonistas, donde una torpe y desaliñada Ana se tropieza y cae al suelo mientras las manos firmes de Grey la recogen hacia su mundo de lujos (algo nunca antes visto en ninguna película adolescente o teleserie mexicana). Este tono en la relación se mantiene durante toda la trilogía.
Porque parte del romance que Anastasia comienza con Christian Grey tiene su atractivo en el mundo de lujos que él le muestra. Casas enormes, viajes en helicóptero, motos de agua, fiestas de gala con máscaras, puras cosas con las que la humilde Ana queda marcando ocupado a pesar de su discurso de que eso a ella no le interesa. De hecho, al principio le “molesta” esa prepotencia de cuico, pero igual se emociona cuando él le manda los tres tomos de Tess, la de los d’Urberville, de Tom Hardy, avaluado en 14 mil dólares (unos 7 millones de pesos), que además es uno de los libros favoritos de Ana, y del cual Cincuenta Sombras se roba más de una idea. Y no hay que ser muy inteligente para saber que si vas a plagiar a alguien, al menos no lo menciones en tu escrito.
Anastasia dice y repite un montón de veces que le va a devolver los libros y que no puede aceptarlos, pero al final todo queda en intenciones porque se los deja calladita. Y por supuesto, después de los libros viene el iPod, el iPad y el Macintosh (¿Quién les dice así? ¿Estamos en 1990?), porque un hombre como él, a quien le gusta tener el control de todo, no puede permitir que ella hable por cualquier teléfono ni use cualquier computador. De hecho, él la critica porque maneja un Escarabajo, o sea, un auto súper flaite. De hecho, “queda boquiabierto” y “horrorizado” al ver el auto. Le pregunta si está en condiciones de circular y si es seguro. Lo mismo ocurre cuando Ana consigue un trabajo. “¿Para qué vas a trabajar?” le dice, “¿si lo tienes todo?”. Porque obvio, trabajar es para el proletariado y no para la gente bien. Y aunque Ana se las da de independiente y de que “quiero ganar plata” igual no más la autora encuentra recursos facilistas para entregarla a su mundo burgués de comodidad.
En el segundo libro, Christian Grey, para controlar a su mina, compra la compañía donde está trabajando de una. Así, se saca un puñado de millones de dólares del bolsillo. Y eso no es capitalista, es bacán, porque él lo hace todo por ella. Y el cuiquerío aumenta con los libros, cuando en el último Christian la lleva a una luna de miel (SPOILER, ups) por Europa y le regala una pulsera de platino lo que a ella obvio que le carga. Además, tanto le molestan los excesos que explica cada detalle de lujo que le da Grey, y lo hermosa y bacán que se siente cuando ya lo tiene todo. Una sensación de bienestar que un pobre no puede tener.
En el próximo artículo: “A las minas nos encanta ser humilladas
http://www.theclinic.cl/2013/03/05/...ey-la-mina-arribista-que-no-calienta-a-nadie/

Y aqui esta el siguiente articulo:

A las mujeres nos encanta ser humilladas
Cincuenta Sombras de Grey, segunda parte: La sumisa que no quiere un puño en el culo

Romina Reyes y Melissa Gutierrez 07 Marzo, 2013 Tags: 50 Sombras de Grey, Cultura, libros
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No es necesario explicar que Cincuenta Sombras de Grey fue uno de los libros más leídos en el verano. En cada vagón de metro, en cada micro troncal se encontraba alguna joven o señora con el ladrillo de 600 páginas a $13 mil y algo sobre las piernas, calentándose con la historia de amor entre Christian Grey y Anastasia Steel. Por eso, en The Clinic Online nos dimos la gran paja de leer esta trilogía “erótica” para saber cuál era la gran novedad. Y llegamos a la conclusión de que es nuestro deber prevenirlos a ustedes, futuros lectores, de por qué Cincuenta Sombras de Grey tiene de liberal lo que la iglesia católica tiene de progresista.

Resumen ejecutivo: Un día Anastasia Steele, estudiante de literatura, llega al despacho de Christian Grey, un millonario joven, a hacerle una entrevista. Primera apreciación: Grey es una especie de Horst Paulmann, Andrónico Luksic o Sebastián Piñera, sólo que nadie se pregunta de dónde saca tanta plata ni si acaso se ha cagado a alguien. No, él sólo tiene plata. Y es joven y alto y mino. Un “Adonis”. Punto. No pregunten nada más.
Al momento que se ven, quedan pegados el uno con el otro, y como Christian Grey tiene plata, hace todo lo que quiere. Investiga a Anastasia, la busca, la jotea con su parada de macho alfa protector y le propone firmar un contrato para que ella sea su sumisa. Tiene sentido porque Anastasia se pasa todo el libro diciendo lo muy tímida y underground y oyente de Snow Patrol que es. Porque Grey es un sádico, pero pronto se verá que su sadismo tiene que ver con una triste infancia, puros traumas, pobre niño rico. Y al final la cosa se trata de cómo ella salva a Grey de sus traumas y perversiones con amor, no con sexo (Spoiler, perdón).
En fin, si con el primer artículo no se convencieron de que Cincuenta Sombras de Grey es una mierda, en esta nota, exponemos la segunda de cuatro razones:
A las mujeres nos encanta que nos humillen y nos pisoteen
La segunda razón, que exponemos en este artículo, es cómo las mujeres amamos perder nuestras libertades y fusionar nuestra personalidad con la de un macho alfa protector.
Ok. Se supone que el leitmotiv del libro, al menos del primero, es el deseo de Christian Grey de lograr que Anastasia Steel sea su sumisa. Porque esta es la única forma en que Grey puede tener una relación. No le interesan las novias, ni “hacer el amor”, sólo le interesa el sexo y el sexo sadomasoquista donde él es el amo y las mujeres voluntariamente son sus sumisas.
Pero Grey, quien dice que no duerme con nadie, que sólo tiene sexo y deja a las mujeres en una habitación especial para ellas, duerme con Ana. No tiene sexo con ninguna mujer si no es por contrato, pero con Ana lo hace. Porque Ana sólo alcanza a firmar el contrato de confidencialidad y no el de sumisión antes de que Grey se la tire. O sea, Ana sabe que Grey no le conviene y es frío y nunca la amará como ella quiere que la amen, pero sigue adelante con la estúpida convicción de que ella puede cambiarlo. Y como este libro es estúpido, funciona.
De todas formas, Grey le extiende un contrato de sumisa que supone una serie de privaciones de su libertad, como que no puede masturbarse cuando no esté con Grey ni sin su orden. Sólo puede usar ropa “que el Amo haya aprobado”, porque podría tener que acompañarlo a algún evento y sería último de cuma que fuera con su ordinariez de ropa. Tiene que hacer ejercicio cuatro veces a la semana y sólo puede comer lo que está detallado en una lista creada por Grey. Tiene que dormir obligatoriamente ocho horas al día y siempre estar depilada. Y debe depilarse en un salón de belleza “elegido por el Amo”. Además, la sumisa “será responsable de cualquier fechoría, maldad y mala conducta que lleve a cabo cuando el Amo no esté presente”. El contrato también incluye, como guía para el femicida, que no se dejarán marcas de golpes en lugares visibles.
Sin embargo, lo que a Ana más le causa dudas es el dolor, no la supresión absoluta de su voluntad: “No estoy segura de tener estómago para ser sumisa… En el fondo, lo que me tira para atrás son las varas y los látigos. Como soy débil físicamente, haría lo que fuera por evitar el dolor”. Ese es el análisis más profundo que Ana es capaz de hacer al cuestionarse si acepta o no el contrato. Para ser fiel a la realidad, Anastasia presenta un par de reparos súper rebeldes, ridículos e inútiles al contrato. Por ejemplo, que no piensa hacer ejercicio cuatro veces a la semana, sino tres. Se mantiene firme en su postura de no dormir 8 horas, sino 6 y le da un no rotundo al fisting (que le metan un puño en la vagina o en el culo). Toda una mujer de armas tomar.
Y en el fondo, todo lo que propone el contrato no tendría nada de malo en una relación sadomasoquista. De hecho, eso es lo que uno espera. Espera leer sobre máscaras de cuero, gente colgada de la espalda con piercings, penetración con objetos inusuales, correas de perro, rasguños, fisting y más. Pero no, no hay nada de eso. Ana nunca firma el contrato y comienzan su relación amorosa manteniendo esa dinámica de Amo/sumisa más por un machismo descarnado que por un contrato sexual de sadomasoquismo
Más allá de la relación amo/sumisa que no llega a concretarse, (porque Ana salva a Christian con la fuerza del amor, como Myriam Hernández y la Ena Von Baer), Ana incluso en su relación de “flores y corazones” se somete a todo lo que dice Christian, pero con el argumento de que él, al ser mayor, más sabio y más todo, quiere lo mejor para ella. Y en un par de ocasiones Ana, motivada por su súper feminismo, decide actuar haciendo lo que ella quiere, pero la situación termina demostrándole que Christian siempre tiene la razón. ¿Quién dijo patriarcado?
La misma actitud respecto a los lujos, que ella parece aborrecer pero termina aceptando sin más, se repite cuando a partir del segundo libro establece una relación convencional con su multimillonario. Acá la premisa parece ser que Christian siempre hace las cosas por su bien (y no porque sea un maniático controlador de mierda a quien se le justifica todo por su traumática infancia). Cuando en el artículo anterior mencionábamos que Grey compra la compañía donde Ana trabaja, no es para controlar todo lo que hace y sus correos y sus horarios, no. Es para protegerla. De hecho, cuando confiesa que compró la empresa y Ana está supuestamente emputecida, Christian le dice “La he comprado porque puedo, Anastasia. Necesito que estés a salvo”. Lo terrible de todo esto, es que en más de una ocasión uno siente que está leyendo una aventura sexual entre un padre y su hija. Y no en una forma catastrófica como Old Boy (SPOILER) o Edipo Rey o Electra. Sino en una forma de “E.L. James, hazte ver”.
Con el mismo argumento se la lleva a vivir con él, porque aparece una ex sumisa peligrosa (muy poco peligrosa), y Christian le impide a Ana ver a cierta gente, con unos celos que no son celos, son “preocupación”, la misma preocupación que la obliga a comer y a cortarse el pelo y a interferir en su trabajo de tal manera que incluso en el segundo libro llega a impedir que ella viaje a Nueva York con su jefe, algo que ella misma reconoce como una “oportunidad profesional”. Y todo porque Grey dice que su jefe se la quería puro comer. En realidad todos sabíamos que esa era la intención, menos Ana. Y una no puede hacerle frente a un hombre jote a menos que venga otro a defenderte, ¿cierto, amigas?
Lo peor es la actitud pseudo rebelde que adquiere Ana de forma casi graciosa, para hacerse la linda antes de obedecer todo lo que dice Christian. Por ejemplo acá:
“-¿Y si a mí no me gusta el bife?
-No empieces Anastasia.
-No soy una niña pequeña, Christian.
-Pues deja de actuar como si lo fueras”.
Una actitud que no dura más de un párrafo, porque Christian es tan rico y tan irresistible que es mejor hacerle caso que perderlo. Y esa es la gran enseñanza del libro, haz todo lo que quiera el hueón o te quedái soltera. Gracias, E.L. James.

En el próximo artículo: “mi sobrino que no sabe escribir escribe mejor que E.L. James”
http://www.theclinic.cl/2013/03/07/...e-la-sumisa-que-no-quiere-un-puno-en-el-culo/
 
en todo caso hay varias minas que quedaron medio pegadas con el libro, claro manifiesto en comentarios que dejan en sus muros onda "aprendan de cristian grey, un verdadero hombre"... y yo me digo... perdon? un verdadero hombre? perdon pero
1. es un personaje ficticio y no odis idealizar a alguien basandote en un personaje de libro;
2. quienes adoran el libro y a ese famoso cristian grey son las tipicas minas que se quedaron pegadas con las peliculas de princesas y con las telenovelas del estilo maria la del barrio
3. no podis pretender esperar a un weon controlador y empoderado que te trata como un objeto, manipulador y engrupido que hace lo que quiere porque tiene plata, solo por el hecho que te hace mierda rico en la cama y porque es la unica opcion que tenis porque si no te quedai botada porque nadie te pesca.
4. mujer con complejo de zapatilla
 
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