“¿Con qué frecuencia debo lavarme el pelo?” Esta es una de las preguntas que más asiduamente me realizan los pacientes en la consulta. Hasta no hace muchos años existía la creencia de que el lavado frecuente del cabello no era conveniente. La gente argüía: “Se pudre”, “Pierde fuerza”, “Se cae más”, “Aumenta la grasitud”, “Sale más caspa”, etcétera. Por mi parte cada vez que tengo la oportunidad intento contribuir a desterrar esta falsa creencia: el pelo y el cuero cabelludo deben lavarse con frecuencia, diariamente incluso, como parte del ritual habitual de higiene personal.
Existen dos razones fundamentales para esta práctica. La primera es, como ya he señalado, una cuestión meramente higiénica, ya que el lavado elimina la suciedad del ambiente y los restos de descamaciones y secreciones que se depositan sobre el pelo y en el cuero cabelludo. La segunda es que en aquellos casos -que según mi experiencia no son pocos- en que se aplica algún producto sobre el cabello o el cuero cabelludo siempre quedan restos no absorbidos que si no se eliminan con el lavado se convierten en una dificultad añadida para la absorción cuando realicemos la siguiente aplicación del compuesto.