Bueno, parto diciendo que no creo que en la vocación, como tampoco creo en la figura del profesor mártir que lleva consigo la palabra en cuestión. Por que el profesor, al igual que cualquiera que lleve a cabo una profesión, es un profesional en lo que hace. Y, en tanto profesional, tiene que hacer su trabajo ( y esto lo digo dejando de lado los casos particulares del contexto).
No niego el gusto que uno pueda sentir al hacer su trabajo docente, un gusto que lo puede tener tanto un abogado en su bufete o un médico en su consulta, y a ellos no se les "exige" socialmente una vocación hacia la profesión.
Yo creo que hay que sacarse el estigma del pobre profesor que hace la pega poco menos que por caridad. Y ahí hay que valorizarse más y vernos como profesionales en la pedagogía.
Claro, es enriquecedora la relación de aprendizaje en la sala de clases con los estudiantes. Ya que, ir más allá de lo meramente pedagógico es peligroso tanto para uno como para el estudiante, ya que pueden surgir problemas de los cuales no manejamos las competencias para solucionar. Y que profesionalmente no nos incumben.
