Beto26
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Piscola
Gran Nobel 40 con hielo
"Si un día los pararan en la calle y bajo amenaza de muerte les pidieran nombrar cosas que definen al chileno, ¿qué dirían? ¿La cueca?, ¿las empanadas?, ¿la xenofobia?, ¿el chaqueteo? Sí, todo eso es chileno, con esas respuestas sin duda se salvarían de la muerte.
Pero hay algo mucho más chileno, algo que nos define por completo, algo que nos acompaña toda la vida y que siempre está ahí cuando la necesitamos: la piscola.
Es cierto, en general la piscola parece ser un trago más bien masculino, pero eso es solo porque en general las minas toman puros tragos con nombres hueones: Daiquiri, Margarita, Caipiroska… yo no entiendo. Nadie puede sentirse realmente ebrio tomando esas porquerías con colores radioactivos y nombres tan ridículos.
La piscola, en cambio, es superior. La piscola es honesta, en su nombre ya te dice de qué está hecha sin dobleces ni anglicismos. Si te sirven un Bloody Mary o un Blue Hawaii, no sabes qué es lo que vas a tomar, es un salto al vacío, quizás qué cresta le echan a esos copetes, sangre de vampiro, sudor de hombre lobo, amarillo crepúsculo y tolueno, mínimo. La piscola, en cambio, te seduce dándote exactamente lo prometido: pisco, coca cola y una lenta pero segura pérdida de conciencia progresiva.
Por lo mismo, por su honestidad y su rudeza, hay gente que le tiene susto a la piscola. Gente que dice: ¡¿Cómo pueden tomar un líquido de color negro?! , ¡y CON PISCO más encima!
Primero, aclaremos que esa es gente que no nos interesa tener cerca en nuestras vidas y, segundo, supongamos que tal ataque de histeria tiene algo de comprensible. El pisco es brígido, el pisco debiese servir para echar a andar autos, prender aviones o hacer bombas molotov, pero para tomarlo, es bravo.
Ahora bien, quienes sabemos apreciar un desafío también sabemos que precisamente, ¡esa es la gracia! La piscola forja carácter, el piscolero no es cualquier hueon.
El piscolero es aguerrido, el piscolero se cree la raja.
El piscolero es el que dice “Nooo, si yo curado manejo mejor” y anda a convencerlo de lo contrario.
El piscolero es el que jugaba a la botellita y no cachaba si le tocaba una mina o un hueon al frente y le daba lo mismo.
El piscolero es el que pone la casa para el carrete y insiste toda la noche en subir el volumen hasta que llegan los pacos a cagar la fiesta. Y una vez que los pacos se van, sube la música de nuevo.
Es el que se las sabe todas cuando habla y si no, inventa hasta que se las sabe.¡Ese es el piscolero!
La piscola no es un trago simplón, como muchos podrán pensar, la piscola tiene sus misterios y secretos.
El secreto de la piscola no está en la marca del pisco, ni en si la bebida es light o normal, ni siquiera está en el tamaño del vaso o en si le echas una rodaja de limón…
El secreto de una buena piscola es simplemente el hielo.
Una piscola helada es un manjar de los dioses. Una piscola tibia puede ser lo peor que te pase en la vida. Yo al menos, preferiría tomarme mi propia orina antes que una piscola caliente, con eso les digo todo.
Cuando a uno la piscola lo ha acompañado durante varias etapas de su vida, uno toma ese tipo de determinaciones, y también sabe que a medida que pasan los años y comienza la decadencia irreversible, la piscola no muere, sino que se transforma.
Al principio con una de pisco y una de coca te alcanzaba para quince personas, le echabas poquito, lo hacías con respeto. Después viene la famosa linterna con cuatro pilas y ahí los cosa se pone más profesional, entramos en las grandes ligas. Al año siguiente, filo, una de pisco a medias y estamos listos. Después de eso, las pilas dan lo mismo, mientras tengamos la linterna todo está bien.
Es que eso es lo que, entre otras cosas, la piscola te entrega, una subida maravillosa a los cielos y una bajada horrorosa al infierno. Se pasa de la risa a la euforia en un segundo, puedes no conocer a alguien y solo horas más tarde verte a ti mismo abrazándolo y diciendo: “¿Somo amigos o no somo amigos?”, y sintiendo, desde el fondo de tu corazón, que la respuesta a eso es: “¡Sí! ¡Y para siempre!”.
De ahí en adelante no hay vuelta atrás, vienen los gritos, los toqueteos, correr la alfombra, el baile, la alegría, los vasos rotos, la destrucción, el llanto, la humillación, la comisaría… ¡cuántos buenos momentos!"
Gran Nobel 40 con hielo
"Si un día los pararan en la calle y bajo amenaza de muerte les pidieran nombrar cosas que definen al chileno, ¿qué dirían? ¿La cueca?, ¿las empanadas?, ¿la xenofobia?, ¿el chaqueteo? Sí, todo eso es chileno, con esas respuestas sin duda se salvarían de la muerte.
Pero hay algo mucho más chileno, algo que nos define por completo, algo que nos acompaña toda la vida y que siempre está ahí cuando la necesitamos: la piscola.
Es cierto, en general la piscola parece ser un trago más bien masculino, pero eso es solo porque en general las minas toman puros tragos con nombres hueones: Daiquiri, Margarita, Caipiroska… yo no entiendo. Nadie puede sentirse realmente ebrio tomando esas porquerías con colores radioactivos y nombres tan ridículos.
La piscola, en cambio, es superior. La piscola es honesta, en su nombre ya te dice de qué está hecha sin dobleces ni anglicismos. Si te sirven un Bloody Mary o un Blue Hawaii, no sabes qué es lo que vas a tomar, es un salto al vacío, quizás qué cresta le echan a esos copetes, sangre de vampiro, sudor de hombre lobo, amarillo crepúsculo y tolueno, mínimo. La piscola, en cambio, te seduce dándote exactamente lo prometido: pisco, coca cola y una lenta pero segura pérdida de conciencia progresiva.
Por lo mismo, por su honestidad y su rudeza, hay gente que le tiene susto a la piscola. Gente que dice: ¡¿Cómo pueden tomar un líquido de color negro?! , ¡y CON PISCO más encima!
Primero, aclaremos que esa es gente que no nos interesa tener cerca en nuestras vidas y, segundo, supongamos que tal ataque de histeria tiene algo de comprensible. El pisco es brígido, el pisco debiese servir para echar a andar autos, prender aviones o hacer bombas molotov, pero para tomarlo, es bravo.
Ahora bien, quienes sabemos apreciar un desafío también sabemos que precisamente, ¡esa es la gracia! La piscola forja carácter, el piscolero no es cualquier hueon.
El piscolero es aguerrido, el piscolero se cree la raja.
El piscolero es el que dice “Nooo, si yo curado manejo mejor” y anda a convencerlo de lo contrario.
El piscolero es el que jugaba a la botellita y no cachaba si le tocaba una mina o un hueon al frente y le daba lo mismo.
El piscolero es el que pone la casa para el carrete y insiste toda la noche en subir el volumen hasta que llegan los pacos a cagar la fiesta. Y una vez que los pacos se van, sube la música de nuevo.
Es el que se las sabe todas cuando habla y si no, inventa hasta que se las sabe.¡Ese es el piscolero!
La piscola no es un trago simplón, como muchos podrán pensar, la piscola tiene sus misterios y secretos.
El secreto de la piscola no está en la marca del pisco, ni en si la bebida es light o normal, ni siquiera está en el tamaño del vaso o en si le echas una rodaja de limón…
El secreto de una buena piscola es simplemente el hielo.
Una piscola helada es un manjar de los dioses. Una piscola tibia puede ser lo peor que te pase en la vida. Yo al menos, preferiría tomarme mi propia orina antes que una piscola caliente, con eso les digo todo.
Cuando a uno la piscola lo ha acompañado durante varias etapas de su vida, uno toma ese tipo de determinaciones, y también sabe que a medida que pasan los años y comienza la decadencia irreversible, la piscola no muere, sino que se transforma.
Al principio con una de pisco y una de coca te alcanzaba para quince personas, le echabas poquito, lo hacías con respeto. Después viene la famosa linterna con cuatro pilas y ahí los cosa se pone más profesional, entramos en las grandes ligas. Al año siguiente, filo, una de pisco a medias y estamos listos. Después de eso, las pilas dan lo mismo, mientras tengamos la linterna todo está bien.
Es que eso es lo que, entre otras cosas, la piscola te entrega, una subida maravillosa a los cielos y una bajada horrorosa al infierno. Se pasa de la risa a la euforia en un segundo, puedes no conocer a alguien y solo horas más tarde verte a ti mismo abrazándolo y diciendo: “¿Somo amigos o no somo amigos?”, y sintiendo, desde el fondo de tu corazón, que la respuesta a eso es: “¡Sí! ¡Y para siempre!”.
De ahí en adelante no hay vuelta atrás, vienen los gritos, los toqueteos, correr la alfombra, el baile, la alegría, los vasos rotos, la destrucción, el llanto, la humillación, la comisaría… ¡cuántos buenos momentos!"