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Inmigrantes se empiezan a empoderar

El chileno promedio les falta chispeza, voto apruebo para terminar con las desigualdades de la salud, educación y pensiones .Pero no se dio cuenta que la nueva constitución viene con el agregado de fronteras abiertas y una inmigración descontrolada que van a terminar de colapsar los servicios públicos . Ahora me da lo mismo que el chileno gris que gana 500 Lukas pierda su trabajo porque un Veneco puede hacer lo mismo.por el sueldo mínimo, que se jodan todos .
 
La derecha perdió y fue aplastada el 25O, ahora nos queda a nosotros, la mayoría construir la segunda republica de Chile, todas las instituciones actuales deben ser democratizadas para estar al servicio del pueblo, banco central, Carabineros (policía popular comunitaria), PDI, Fuerzas Armadas, Poder judicial y poder legislativo.
Muy forzado el personaje. 1/5

:santa:
 
Que distritos apuntaran estos weones? Igual no creo que tengan mucha suerte, los progres no los mean. Vean esta noticia en cnn y son puras puteadas.
 
Que distritos apuntaran estos weones? Igual no creo que tengan mucha suerte, los progres no los mean. Vean esta noticia en cnn y son puras puteadas.
estación central, recoleta, indepe, stgo centro.
las comunas que ya se tomaron, en vola renca y quilicura.
no se van a ir a tirar por vitacura o la reina/ñuñoa.
 
Catalina Bosch Carcuro, Cuba-Chile
¨Ser niña en esa Cuba era ser pionera, querer ser como el Che y ser parte de cada momento en el que se aplaudía a Fidel...¨

Nací en La Habana de los 70 ́s, lugar al que decidió llegar mi madre, exiliada chilena tras el Golpe de Estado, junto a mi padre que, aunque era cubano, llevaba varios años fuera deambulando por el mundo y el desarraigo.

Ser niña en esa Cuba era ser pionera, querer ser como el Che y ser parte de cada momento en el que se aplaudía a Fidel. Recuerdo haberme preparado para ir a las marchas en la Plaza de la Revolución y sentir la emoción al ver aparecer al Comandante. Gracias a él, y a quienes lo acompañaron en la lucha contra la dictadura de Batista, vivíamos en un mundo encantado. Ni siquiera el Imperialismo Yanqui nos había logrado vencer en Playa Girón y sentía la plena certeza de que si nos invadían de nuevo perecerían en el intento de doblegarnos. Mi tierra era un lugar seguro. No nos faltaba para comer, para divertirnos, para educarnos, para sanarnos y para llenarnos el corazón de esperanzas compartidas. Por eso una parte de mí siempre estaba tranquila, confiada y alegre.

Pero otra parte no. Había un lugar donde no llegaba la Revolución, ni Fidel, ni el ejemplo del Che, ni las esperanzas. En mi casa mi papá nos pegaba, nos gritaba, nos insultaba, rompía cosas por cualquier motivo que lo enojara. Era un clásico de domingo: mi mamá no alcanzaba a tener el almuerzo a la hora que él quería y entonces se despertaba el monstruo, arrasando con todos a su paso. Muchas veces traté de impedir los golpes hacia ella y hacia mi hermano pequeño, aprendí a hacer las cosas de la casa y la comida para lograr tener todo listo cuando él quería.

Ya en los 80 ́s, mi mamá comenzó a trabajar en la sede cubana de una organización internacional para mujeres. Allí realizaban la hermosa labor de fortalecer, reunir y capacitar a mujeres líderes de distintos países de América Latina. Ellas trabajaban arduamente contra todas las injusticias, tanto las que ocurrían afuera como adentro de sus casas. Fue allí cuando conocí a Abuelas de Plaza de Mayo, Combatientes de Nicaragua y El Salvador, Campesinas Peruanas, Dirigentas Comunitarias de Brasil y tantas otras. Con sus lindos trajes y acentos, con su energía, convicción, valentía y dulzura, me permitían escuchar una canción extraña y fascinante. Hablaban de las dictaduras y guerras que aquejaban a sus pueblos, del hambre, la miseria, de la violencia contra las mujeres y el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos.

En Cuba no se hablaba de género, ni de patriarcado, ni de machismo, ni de maltrato infantil, ni de abuso sexual. Se suponía que la Revolución y el Socialismo habían acabado con todas las problemáticas sociales. Lo único que recuerdo cercano a estos conceptos era “la caballerosidad proletaria”, valor que en el discurso se le trataba de fomentar a los niños, con la idea de que fueran amables en el trato a las niñas.

Pero gracias a esa red de mujeres que traían ideas de otros lugares y a que mi madre por ser extranjera se le permitían ciertas “desviaciones ideológicas” fui escuchando de feminismo, de género, de igualdad entre hombres y mujeres. Entonces esa parte de mí que nunca había sentido esperanza comenzó a sonreír.

Me convertí en una adolescente. Se cayó el Muro de Berlín. En Cuba se gritaba Socialismo o Muerte. En la escuela leímos Casa de Muñecas y fui feliz encontrando por primera vez un espacio para hablarles a mis compañeros y a la profesora de lo que significaba “El Portazo de Nora” para el movimiento de mujeres. A esa altura ya había terminado una relación de noviazgo en la que sufrí muchos tipos de violencia durante más de un año, nos habíamos ido de casa sin mi padre y me seguía escondiendo asustada de un vecino, padre de mi mejor amiga de infancia, para que no volviera a tocarme los genitales.

En estos días oscurece más tarde en Santiago de Chile, donde vivo hace un cuarto de siglo. Se impone la primavera con sus ciruelos en flor y el cántico de los pájaros. En los primeros años de estar aquí no distinguía esa belleza y rondaba persistente mi anhelo por el Mar Caribe. Esta ciudad era demasiado gris, azul, café y negra como la ropa de la gente. No estaba bien hablar de exilios, desaparecidos o torturas. Las mujeres llamaban “mejorarse” cuando iban a parir y de “estar indispuestas” cuando tenían la regla. Había hijos ilegítimos, ninguna pareja se podía divorciar y no estaba permitida la interrupción del embarazo bajo ninguna circunstancia. Nunca escuchaba “Te Recuerdo Amanda”, salvo en alguna nostálgica y recóndita Peña de Izquierda.

Santiago era oscuro, pero fue cambiando de color. Hoy mi hija va con su pañuelo verde al cuello a la marcha por la legalización del aborto. Mi generación de la Universidad redacta una declaración pública apoyando a las víctimas del abuso machista. Muchos pintan lienzos de morado y se habla de género, entendiendo por fin que no es el material con el que se hace la ropa, sino aquel que muchas veces nos amordaza la boca. Hoy mis pacientes sobrevivientes de abuso sexual se atreven a contar lo que les pasó y van, como un canto de pájaro sobre ciruelo en flor, a conquistar la alegría que antes les negaron.



Catalina Bosch, la cubana que teje puentes hacia Chile
Catalina Bosch se ha convertido en un personaje clave para la comunidad migrante en Chile. Ella es una mujer cubana que cree en la integración de América Latina.



Catalina Bosch tenía 18 años cuando llegó a Chile. Era 1992. Salió de la isla con su madre cuando en su natal Cuba empezó el período especial, esa crisis económica que inició cuando la Unión Soviética se acabó.


De padre dominicano —nieta del expresidente Juan Bosch—, madre chilena, de ascendencia italiana, casada con un cubano y de hijos chilenos, Catalina es la personificación de la migración latinoamericana, y ahora, a sus 45 años, dedica gran parte de su vida a eso. Dice de sí misma que está “disponible para cualquier instancia en que se pueda y se tenga que trabajar en pro de los migrantes”.


Graduada de psicología y con un máster en psicología jurídica y forense, cuando no está trabajando como perito externo, en la corte chilena, hace psicología clínica, capacitación y relatoría en migración e interculturalidad.


Catalina va a la Parroquia desde que llegó a Chile. A veces los domingos, a misa. A veces los fines de semana, a eventos. En ocasiones los lunes, los miércoles o los viernes, a entregar ropa y zapatos a los migrantes recién llegados. Pero siempre va.


Luego de 25 años fuera, y aunque no piensa volver a Cuba, Catalina no se ha desconectado del todo de la isla. Dice que ayuda a todos los migrantes que llegan a la Parroquia, pero que siente más cercanos a los dominicanos y cubanos, por los lazos que los unen.


Catalina no recuerda ningún año tan duro como 2017. Ese año muchos cubanos llegaron sin papeles a Chile. En la Parroquia hicieron operativos humanitarios, entregaron ropas, enseres, zapatos, organizaron casas de acogidas, dieron asesorías, ayudaron a los enfermos, hicieron rifas. Según cifras del gobierno chileno, en 2018 1,662 cubanos que residían en el país ilegalmente, fueron regularizados. Solo en los primeros cinco meses de ese año se registraron 2,078 pasos ilegales de cubanos por la frontera.


Uno de esos fue Sandor Ramos. Sandor llegó a Santiago el 6 de agosto de 2017, luego de un vuelo a Guyana y 13 días de viaje por tierra. La distancia entre Guyana y Santiago es de 6,438 kilómetros. Los recorrió solo con lo justo. Recuerda que llegó al país “solo con lo puesto”, sin conocer a nadie ni nada seguro.


Como muchos, se vino sin conocer nada de Chile. Solo sabía que la economía estaba mejor y que, quizá, con suerte, podría ejercer: es ingeniero industrial, pero en Cuba dejó de trabajar por presiones gubernamentales.


En esas condiciones se acercó a la Parroquia. Le dieron asesoría, le enseñaron cómo buscar trabajo y lo ayudaron. A los 35 días consiguió trabajo de copero —asistente en la cocina— en un colegio. Luego se mudó de Santiago, pero el contacto con Catalina nunca lo ha perdido. “Es como una madre para mí. Ha estado conmigo cada vez que la necesito. Las veces que me he enfermado, ella ha estado ahí, ayudándome”.


La historia de Sandor es común. Salir de Cuba nunca ha sido fácil. Hasta 2013 se necesitaba una carta de invitación, emitida por algún familiar o amigo en el exterior, para poder abandonar la isla. Actualmente, solo unos 30 países permiten a los ciudadanos cubanos viajar a su territorio sin tramitar una visa, y uno de esos es Guyana. El vuelo cuesta cerca de 300 USD, y con unos 150 USD logran llegar a la frontera chilena por tierra. “Son personas que están llegando a Chile sin papeles, sin dinero, sin amigos, sin redes de apoyo, a los que integrarse les cuesta mucho más”.


Es particularmente difícil con la comunidad cubana porque, a diferencia de los venezolanos o peruanos, no hay agrupaciones cubanas organizadas en Chile. Los motivos pueden ser variados, pero Catalina tiene su teoría: todavía pesan mucho las secuelas de la dictadura, las ideologías, las diferencias políticas “La gente le tiene mucho miedo a que el otro pueda ser amenazante”.


Catalina sabe que su trabajo se ha ido haciendo más importante a medida que la comunidad cubana ha ido creciendo. Cuando empezó a ayudar en la Parroquia, su trabajo estaba centrado en las festividades: la navidad migrante, el día del migrante, la fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, la fiesta cubana y el mes de la cultura cubana. Poco a poco, el foco ha ido cambiado: ahora hay muchos más a quienes ayudar.


Cuenta que en 2018 la parroquia hizo 4 operativos, “todos llenos de gente que venía a pedir ayuda”. Que varios de los casos eran de gente que dormía en parques, plazas, incluso mujeres embarazadas. “Venían para acá y gracias a eso podían tener un techo, los ayudamos a conseguir trabajo y a equiparse para el invierno”.


Según las últimas cifras del gobierno chileno, de mediados de 2018, en el país residen más de un millón de inmigrantes, y, de acuerdo a Catalina, los chilenos todavía están “adaptándose” a la convivencia. “Los procesos de adaptación no son lineales ni unidireccionales, no son necesariamente estables, son complejos. En esa complejidad, veo cosas fantásticas, maravillosas, y reacciones xenófobas y discriminatorias”.


Resalta lo que considera una diferencia fundamental: es más fácil ser multicultural que intercultural. Es decir, en su definición, mostrar como un collage diferentes culturas que conviven entre sí, sin que eso implique una integración real. “Son mecanismos que tenemos los seres humanos. Hay gente que logra traspasar esas defensas, pero a otros les cuesta más. Implica otros conceptos, otros códigos, otras maneras”.


En diciembre de 2018 el gobierno chileno no firmó el Pacto Migratorio de la Organización de Naciones Unidas, porque “no resguarda adecuadamente los legítimos intereses de Chile y los chilenos”. Las organizaciones no gubernamentales pro migrantes organizaron protestas. Amnistía Internacional calificó la situación de “alarmante”. Catalina la ve como una decisión “fatal”, que no contribuye a que los ciudadanos logren ver a los migrantes de una manera amistosa, razonable y lógica.


“Es una declaración de convivencia que se agradece mucho. Que un país diga ‘yo me abstengo, yo me niego a sumarme a ese pacto, trae malas consecuencias. Las personas que no conocen de este pacto, y los que tienen ya un prejuicio sobre el tema, ven sus ideas negativas reforzadas: que los migrantes son una amenaza, que vienen a quitarnos lo poco que tenemos, los recursos, los trabajos… esas cosas me preocupan”, dice Catalina.


Fue también en 2018 cuando el gobierno de Sebastián Piñera inició un plan para repatriar haitianos. En los dos primeros vuelos viajaron cerca de 200. Luego, unos 200 más. Para Catalina, esta es una falla de su administración. En un español con toques cubanos y lleno de modismos chilenos, admite que “encuentra maravilloso” que alguien pueda volver a su país si no se siente a gusto en el nuevo, pero “no así”. No porque no lograron integrarse, no lograron encontrar trabajo o aprender el idioma. “El dinero de los vuelos debió invertirse en integración. Eso es es irse por la salida fácil… a lo mejor, así, la mitad de ellos se habrían quedado acá”.


Durante sus años en Chile, Catalina ha ido a Cuba unas cinco o seis veces. No las recuerda con exactitud. Ahora tiene tres años sin ir, pero, nunca se “desconectó por completo”. Convirtió sus reuniones sociales en iniciativas de ayuda.


Además de su labor promigración, Catalina invierte mucho tiempo en la Fundación Juan Bosch, buscando fortalecer el legado de su abuelo. La fundación realiza seminarios, eventos y publicaciones para fortalecer la integración en toda Latinoamérica.


Por eso trabaja Catalina. Para dar a conocer la cultura e identidad cubana, reforzarla. Para favorecer la inclusión de los migrantes en Chile, para incorporarlos, para festejar la multiculturalidad. Porque, “de alguna u otra manera, todos somos migrantes”.


Todo espontáneo :sisi3:
 
Asumo que no tienen ninguna base electoral. Quién podría votar por ellos?

Distinto sera ya avanzada la década del 20' donde en Chile habrá millones de votantes caribeñoides y se impondrá su cultura y estilo : basura, delincuencia, nula Inteligencia y destruir países.
 
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CON LA NUEVA CONSTITUCION EL ESTADO TE DARA UNA BONO POR TENER UNA FAMILIA MULTICOLOR Y DIVERSA.
Csm, la larva qlia q adopto el cuck, parece de 30.
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pienso que si quieren esa wea lo menos que podriamos hacer seria meter discordia que minimo haya un chino/indio/sandnigger/ en el puesto en vez de caribenos, ya que tienen negocios y anios conviviendo (como la gente) con nosotros. Veremos como comenzaran a sacar el racismo interior que tienen, atacarse mutuamente y hacer cortocircuito entre ellos mismos tratando de defender a sus retardadas mascotas
 
La derecha perdió y fue aplastada el 25O, ahora nos queda a nosotros, la mayoría construir la segunda republica de Chile, todas las instituciones actuales deben ser democratizadas para estar al servicio del pueblo, banco central, Carabineros (policía popular comunitaria), PDI, Fuerzas Armadas, Poder judicial y poder legislativo.

Claro, que el banco central deje de ser independiente que imprima dinero y que se la de a los pobres que son los que mas lo necesitan. Eso sería muy humano a la vez que haya un jurado judicial que no discrimine si la persona sabe leer o si tiene algún tipo de formación que sean ellos los que decidan si alguien es culpable o no que ellos dicten la sentencia, quiero una justicia con perspectiva de género y popular al servicio del pueblo.

Que las fuerzas de orden no discriminen si tienes antecedentes por robo, hurto u homicidio, todos merecen una segunda oportunidad a la vez que las empresas dejen de ser administradas por empresarios y sean administradas por sindicatos, el pueblo el trabajador.

Anular las fuerzas armadas para tener mejores relaciones con nuestros vecinos y hacer una latinoamérica unida.

Nos falta mucho como país pero vamos camino al éxito.

El 2030 viviremos en un Chile que ni Ohiggins se hubiese imaginado.

Me cuentas como va todo el 2030.
 
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