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El tema de la Conmemoración de los 50 años de la DICTADURA Militar

¿Ya habian puesto este bulo que están pregonando zurdos desde Alemania?



HARINA DE PESCADO DE COMUNISTAS JAJAJAJA

Esta usando el mismo nivel de historias hueonas que en el holocuento jajajaja

Dijeron que en su momento que el metro baquedano fue lugar de torturas y no habia evidencia. Ya no les resulta.
 
¿Ya habian puesto este bulo que están pregonando zurdos desde Alemania?



HARINA DE PESCADO DE COMUNISTAS JAJAJAJA

Esta usando el mismo nivel de historias hueonas que en el holocuento jajajaja
Irónico que el sitio que publica la noticia se llame ecoceanos :lol2:
 
¿ Y cuando cierran esta mierda ?

La Parada Militar obtuvo 35 puntos de rating, mientras que los 1000 días de Allende solo en 3. Comunachos culiaos, gastaron cantidades astronómicas de plata y pasaron sin pena ni gloria :burlones:

Ahora se viene la sepultura de la conmemoración de los 4 años del 18-O.

 
La historia de cómo los militares buscaron tomar el control del Poder Judicial es extensa y parte de ella quedó registrada en documentos secretos que permanecen en el Archivo Nacional de la Administración (ARNAD). En sus estanterías hay desde cartas entre la DINA y los tribunales hasta la orden directa de la dictadura a la Corte Suprema para que la Justicia no investigara ni tomara declaración a los miembros de ese aparato de inteligencia. Eso archivos fueron revisados para esta serie de reportajes publicados por CIPER a raíz de los 50 años del golpe de Estado y ahora pueden ser consultados en el buscador online “Papeles de la Dictadura”.

El 23 de noviembre de 1974, el general Augusto Pinochet decidió quebrantar nuevamente la ley, tomando esta vez por sorpresa a su propio ministro de Justicia, el general (J) de Carabineros, Hugo Musante. Lo hizo en un tema que se estaba tornando espinudo para el régimen, por las crecientes denuncias a nivel internacional: la detención arbitraria de opositores.

Para entonces, los agentes del régimen ya habían asesinado en Buenos Aires al excomandante en Jefe del Ejército, general (r) Carlos Prats (vea el reportaje de CIPER “La historia que no se cuenta de Arancibia Clavel”), una operación que trajo muchas complicaciones al gobierno militar en el exterior. Además, permanecían detenidas por razones políticas más de 30 mil personas en todo el país, según los reportes internos de la dictadura. Asimismo, el Ministerio del Interior había confirmado el exilio de los líderes DC Renán Fuentealba y Bernardo Leighton, este último exvicepresidente de la República durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva y quien sería posteriormente blanco de un atentado en Roma.

 
En los primeros años de la dictadura, cuando el régimen aún negaba la existencia de los detenidos desaparecidos, cada secuestro de opositores consideró siempre la destrucción de registros documentales que permitieran dilucidar el destino final de las víctimas. Esos intentos de borrar evidencias alcanzaron, a fines de 1978, un nivel de maldad difícil de dimensionar: desenterrar los cuerpos sepultados en fosas clandestinas para arrojarlos al mar desde aviones o quemarlos en hornos o tambores. Bajo el nombre clave de Operación Retiro de Televisores, el plan condenó a los familiares de las víctimas a una dolorosa búsqueda que se ha prolongado por casi medio siglo

 
Hace 40 años, el hallazgo que hizo un campesino dio inicio a una de las causas más emblemáticas por delitos de derechos humanos perpetrados durante el régimen militar. El 30 de noviembre de 1978, Inocencio de los Ángeles, un hombre de tercera edad que se reconocía como ermitaño, encontró osamentas humanas al interior de los hornos de cal ubicados en el sector de Lonquén, al poniente de la Región Metropolitana.

Se trataba de los restos de 15 hombres fusilados el 7 de octubre de 1973, por ocho carabineros de la Tenencia de Isla de Maipo. Pese a que los hechos y las identidades tardarían años en ser acreditados, el descubrimiento marcó al régimen militar: en el país se estaban violando los derechos humanos y quienes estaban a cargo, en la mayoría de los casos, eran agentes del Estado.

Inocencio, denunció el hecho al sacerdote Gonzalo Aguirre, de la Vicaría de la Solidaridad, con quien confirmó in situ el hallazgo. El hecho impulsó la creación de una comisión que se encargaría después de relacionar los restos que halló el ermitaño con los 15 desaparecidos que había en el sector: Sergio Maureira Lillo (46) junto a sus hijos Sergio (27), José (26), Segundo (24) y Rodolfo (22); Carlos Hernández Flores (39) y sus hermanos Nelson (32) y Óscar (30), y Enrique Astudillo Álvarez (51) con sus dos hijos, Ramón (27) y Omar (19).


Los 15 nombres se transformaron en el primer eslabón de una causa que no vería su final sino hasta cuatro décadas después: el 26 de julio pasado, la ministra en visita de la Corte de Apelaciones de San Miguel, Marianela Cifuentes, ordenó a la Brigada de Derechos Humanos de la PDI detener a los exuniformados Félix Sagredo (82), Justo Romo (69), David Coliqueo (73), Juan Villegas (74) y Jacinto Torres (73). Todos ellos fueron condenados a 15 años de cárcel como responsables de los homicidios.

Pero ese día no ingresaron a la cárcel de Colina I todos los responsables. La muerte se adelantó para Manuel Muñoz, José Belmar y Lautaro Castro, o Marcelo, como se llamó desde el año 2000, luego de cambiar su nombre ante el Registro Civil. Castro, que falleció el 9 de diciembre de 2017 en el Hospital de Dipreca mientras cumplía condena por otros crímenes de derechos humanos, ocupaba el cargo de subteniente y fue el jefe de unidad que ordenó los fusilamientos. Su muerte, según confidenció el resto de los involucrados, se llevaría sus libertades. Siempre tuvieron la esperanza de que Castro asumiera toda la responsabilidad y los absolviera.

Las muertes
Isla de Maipo es una localidad rural de 36 mil habitantes, según el Censo de 2017. En 1973, detallan sus habitantes más antiguos, vivía mucho menos gente, hasta el punto en que todos se conocían. La tenencia de Carabineros a cargo del lugar no contaba con más de 10 efectivos.

A eso de las 22 horas del 7 de octubre del 73, el grupo de policías, armados con sus fusiles Sig, ingresó al Fundo Naguayán para detener a gran parte de los integrantes de las familias Maureira, Hernández y Astudillo, quienes habitaban y trabajaban en el predio. Les informaron que serían trasladados hasta la sede policial. La versión que les dieron es que estaban siendo requeridos para hacerles consultas. No había de qué preocuparse, pues serían liberados.

La investigación judicial nunca indagó los motivos de la detención, aunque entre familiares y habitantes de la zona se insiste en que las víctimas fueron denunciadas por los dueños del fundo, con quienes mantenían diferencias desde el periodo de la Unidad Popular (1970-1973).

 
Hace 40 años, el hallazgo que hizo un campesino dio inicio a una de las causas más emblemáticas por delitos de derechos humanos perpetrados durante el régimen militar. El 30 de noviembre de 1978, Inocencio de los Ángeles, un hombre de tercera edad que se reconocía como ermitaño, encontró osamentas humanas al interior de los hornos de cal ubicados en el sector de Lonquén, al poniente de la Región Metropolitana.

Se trataba de los restos de 15 hombres fusilados el 7 de octubre de 1973, por ocho carabineros de la Tenencia de Isla de Maipo. Pese a que los hechos y las identidades tardarían años en ser acreditados, el descubrimiento marcó al régimen militar: en el país se estaban violando los derechos humanos y quienes estaban a cargo, en la mayoría de los casos, eran agentes del Estado.

Inocencio, denunció el hecho al sacerdote Gonzalo Aguirre, de la Vicaría de la Solidaridad, con quien confirmó in situ el hallazgo. El hecho impulsó la creación de una comisión que se encargaría después de relacionar los restos que halló el ermitaño con los 15 desaparecidos que había en el sector: Sergio Maureira Lillo (46) junto a sus hijos Sergio (27), José (26), Segundo (24) y Rodolfo (22); Carlos Hernández Flores (39) y sus hermanos Nelson (32) y Óscar (30), y Enrique Astudillo Álvarez (51) con sus dos hijos, Ramón (27) y Omar (19).


Los 15 nombres se transformaron en el primer eslabón de una causa que no vería su final sino hasta cuatro décadas después: el 26 de julio pasado, la ministra en visita de la Corte de Apelaciones de San Miguel, Marianela Cifuentes, ordenó a la Brigada de Derechos Humanos de la PDI detener a los exuniformados Félix Sagredo (82), Justo Romo (69), David Coliqueo (73), Juan Villegas (74) y Jacinto Torres (73). Todos ellos fueron condenados a 15 años de cárcel como responsables de los homicidios.

Pero ese día no ingresaron a la cárcel de Colina I todos los responsables. La muerte se adelantó para Manuel Muñoz, José Belmar y Lautaro Castro, o Marcelo, como se llamó desde el año 2000, luego de cambiar su nombre ante el Registro Civil. Castro, que falleció el 9 de diciembre de 2017 en el Hospital de Dipreca mientras cumplía condena por otros crímenes de derechos humanos, ocupaba el cargo de subteniente y fue el jefe de unidad que ordenó los fusilamientos. Su muerte, según confidenció el resto de los involucrados, se llevaría sus libertades. Siempre tuvieron la esperanza de que Castro asumiera toda la responsabilidad y los absolviera.

Las muertes
Isla de Maipo es una localidad rural de 36 mil habitantes, según el Censo de 2017. En 1973, detallan sus habitantes más antiguos, vivía mucho menos gente, hasta el punto en que todos se conocían. La tenencia de Carabineros a cargo del lugar no contaba con más de 10 efectivos.

A eso de las 22 horas del 7 de octubre del 73, el grupo de policías, armados con sus fusiles Sig, ingresó al Fundo Naguayán para detener a gran parte de los integrantes de las familias Maureira, Hernández y Astudillo, quienes habitaban y trabajaban en el predio. Les informaron que serían trasladados hasta la sede policial. La versión que les dieron es que estaban siendo requeridos para hacerles consultas. No había de qué preocuparse, pues serían liberados.

La investigación judicial nunca indagó los motivos de la detención, aunque entre familiares y habitantes de la zona se insiste en que las víctimas fueron denunciadas por los dueños del fundo, con quienes mantenían diferencias desde el periodo de la Unidad Popular (1970-1973).

Acá @NaturalK1ller un ejemplo sobre lo que preguntaste en el último tema que creaste.
 
¿Cómo participa la familia Kast en estos asesinatos y ejecuciones? ¿Cuál es el rol que tuvieron en estos crímenes?

- Está, entre varios testimonios, el de la hermana de Pedro Vargas Barrientos,- actualmente detenido desaparecido-, Silvia, quien cuenta que su hermano Pedro, junto a toda su familia, trabajaron en Cecinas Bavaria y ayudaron a generar riqueza en la empresa, cuando los Kast recién empezaron con su primera sanguchería al borde de la carretera Norte Sur, en el sector de Buin. Y este joven Pedro Vargas siguió trabajando ahí y con los años organizó un sindicato, que fue su “mayor error”, porque ahí lo pasaron a rondín, le entregaron un arma y después tuvo que dejar su trabajo. Pedro fue una de las primeras personas que fueron detenidas en el cuartel de Paine.

Su hermana fue a pedir por la vida de Pedro a Michael Kast,- quien era el papá de José Antonio, de Christian y Miguel Kast y abuelo de Felipe Kast- y Michael Kast no le prestó ninguna ayuda, le dijo que se fuera para su casa y por el contrario…En estos casos nunca se ha determinado, judicialmente, exactamente cuáles fueron los vehículos que participaron de las detenciones que terminaron en cada una de las ejecuciones y desapariciones forzadas. Pero el caso concreto es que el mismo Michael Kast reconoció que él facilitó un camión con chofer a carabineros para “efectuar su trabajo”, y el trabajo en ese tiempo era la detención de personas, aunque él no lo reconoció de esa forma. Y él murió en calidad de inculpado por la justicia, por este caso. Por eso no se pudo seguir su responsabilidad final en los hechos, porque murió.

 
Se conmemoran cincuenta años de la aprobación de Mao al Gobierno Militar chileno y Gabito habitará una pagoda después de Henry Kissinger, ¡increíble!
 
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