Estaba escribiendo un papiro con una historia que me pasó con un travelo, que de lejos y medio cerca era perra mina y más femenina que muchas. Borré la wea por latera y pretenciosa, una historia culiá que seguramente no hubiese interesado a nadie.
No pasó nada ni mucho menos, sólo quería relatar que a veces las apariencias engañan, que las minas por muy minas, lindas y curvilíneas que sean si vienen con pico pues hasta ahí llegó la cosa, que en la heterosexualidad hay barreras infranqueables y una de ellas es la genitalidad y la apariencia, que por difusa que sea también tiene importancia. Y en mi caso, fue una decisión algo penosa, ya que era la chica más hermosa y bonita que había visto nunca, muy femenina, una verdadera princesa turca que previo a pasar a la intimidad te dice que es trans, para terminar todo en una triste decepción para ambos. Pero qué diablos, por muy mina que sea es hombre al fin y al cabo, y hay cosas que el hetero de cuna no transa ni borracho.
Igual cosa podría pasar con una mujer masculinizada, de aspecto varonil, de modos rudos, y no obstante con genitales femeninos. De partida un hetero no se sentiría atraído por una mujer así, por mucho que su genitalidad sea femenina.
Creo que la heterosexualidad está lejos de estar escrita en piedra para muchos, y en lo personal se define y resume en mi atracción por personas de sexo opuesto al mío como base esencial. El resto ya serían preferencias de tipo y tono.
Para decirlo en simple: el hombre hétero de cuna le va al Necaxa. Punto.