Yo no tengo problema ni tengo interés en aportar. Solo me gusta no perder de vista que la oposición entre lo salvaje y lo institucionalizado es feble y arbitrario (como las convicciones y los consensos). Además, los bancos me causan la misma sospecha que cualquiera que busque hacer algo por otro. Y si es gratis, más (creo que a Bauman le leí que no había cosa más sospechosa que ese que quiere liberarte).
Pero, si es por ir más allá del ejercicio personal de llevar una vida escéptica, podría decir que me llama la atención cómo el poder del capital, institucionalido en las leyes, es contrarrestado con herramientas hermenéuticas de los jueces -de muy dudosa institucionalidad- como el caso de las tercerías en el juicio ejecutivo que puse más arriba, una institución que de pasar a tener poca monta, se ha transformado en la herramienta por excelencia en contra de ese poder que fluye sin gran obstáculo en las etapas del procedimiento.
Entonces, con esa pugna siempte vigente (y que tiene tantos otros ejemplos -ve tú el caso del estándar de prueba teórico y práctico en los juicios civiles cuando de por medio está el poderoso y el débil-), y nosotros en medio y objeto de ella (pues qué le importa al juez el pobre deudor; qué le interesa el ajuar embargado), creer en eso del Estado de Derecho, asociándolo a una especie de purificador de la oscuridad del hombre, merece toda la sospecha.
Me cuesta ver la maldad y la bondad en las cosas. Me causa suspicacia. Es solo eso.