Es distinto tener un prejuicio, por ejemplo, del tipo que yo tengo en contra de los evangélicos, a tener un prejuicio con las cosas que nombras. Los prejuicios con las cosas se fortalecen (o disuelven) muy rápidamente, ya que las cosas, al ser simplemente útiles en la medida que alguien las usa, nunca han encarnado valores profundos o ideas radicales, a no ser que estés a merced de un encanto medio fetichista por la tecnología. En cambio mi prejuicio con el ser evangélico difícilmente se resuelve, porque implica un cambio de creencias sumamente intrincado y de larga data, pues básicamente estoy convencido de que un evangélico entra en dos categorías posibles: o es un oligofrénico en el caso del seguidor, o un abusador en el caso del pastor. Y no hay más posibilidades, porque a mi juicio la gente resuelta no se vuelca a ésta doctrina si no tiene un problema mental que lo lleve o a ser conducido o a ser un conductor.
Entonces los prejuicios de ésta naturaleza, al ser bastante más intrincados que un netflix, o un twitter o un superteléfono, dan pie a paradojas interesantes, tales como culearse una evangélica sin asco, acción que llevé a cabo y la volvería a repetir.
Por supuesto que lo que nombras son prejuicios, tan solo son prejuicios insignificantes dentro del contexto humano, porque de hecho no dan pie a situaciones humanas que te permitan saber en cada momento tu posición respecto al prejuicio que dices tener, ergo, tus prejuicios se resuelven en cosa de segundos, o minutos. Los prejuicios que afectan al mundo real se resuelven dramáticamente, involucran muertes, humillaciones, alegrías insensatas y culitos hermosos siendo sodomizados en orgías enfermizas. Lejos, los prejuicios que involucran valores humanos son mucho más interesantes de analizar que un prejuicio por un artefacto de plástico o un conjunto de bits.
Espero haber aportado a tu mierda de tema.