Te miro desde lejos, con tu cabello castaño y tu mirada tan bella, con la misma gracia de cuando éramos adolescentes. Te veo con la misma mirada de ese mediodía, donde nuestras miradas se cruzaron tras tantos vaivenes. Te vi. Nos vimos. A meses después de aborrecernos por extrañas razones, te sonrojaste. Me decidí a esperarte más de diez años, e hice mi vida. Y tú, emprendiste en la tuya propia.
Te amaba con el fervor del adolescente, o la ilusión de quien se enamora por vez primera. Me dediqué a buscar mujeres, a prometerles imposibles, a burlarme de ellas y jurarles amores volátiles. Y tuve una relación en serio. Y no dejaba de pensarte. Y me duele saber que jamás podré tenerte.
Con todo ¿Sabes algo? Te observo a escondidas en redes sociales. Tienes el cabello hermoso y los ojos color miel. Una gracia inmensa y tamaña ternura que me conmueve con el recuerdo del ayer. Mas sólo en sueños estamos juntos y somos felices. Nunca sabré si me quisistes en verdad, o si sentiste algo por mí. No siempre hay respuestas para todo. Aunque mi corazón todavía sueña con tenerte y buscarte entre todas.
Hoy en día, el destino me llevó a esa misma esquina, de ese reencuentro. Y te rememoro cuando nos vimos con distintos uniformes escolares, pasando a vidas paralelas tras ser compañeros en una anterior escuela. La forma en que me miraste, quedó por siempre grabada en mí.
Eres la única mujer a quien amaré por toda mi vida.