Cursaba en la Escuela de Carabineros, fue hace años, eramos pájaros de primer año y a los pájaros nos trataban de lo peor, tanto oficialidad como los weones de cursos superiores, dándose la lógica de siempre. El weón más penca, carenciado y retardado era el que peor trataba a los aspirantes de primero o a quien tuviese bajo su mando o jerarquía.
Fue un año hueviado, primer año de "democracia", aun había miedo por un lado y ganas de empuñar armas por el otro, uno que otro teniente instructor todavía soñaba con una segunda toma del poder entrando a tiros de UZI o FAL a La Moneda, y no tenía ningún empacho en decirlo en las retretas y reuniones con el curso que le tocó instruir en citaciones nocturnas relámpago con tenida de fatiga y sable en el patio de castigo detrás de las cuadras.
Tenía un amigo, compañero de escuadrón, su sueño era ser locutor y trabajar en radio, pero por razones familiares o no se qué entró ese año a la Escuela, era casi mitad de año y ese dia viernes asumió como jefe de turno de guardia en la escuela un tal Alex Ambler Hinojosa, teniente en ese entonces (oficial que estuvo involucrado años atrás en la muerte de los hermanos García Toledo y que, a causa de ello, queda la cagada año tras año en la Villa Francia y en la RM por la celebración del dia del joven combatiente). El tal Ambler debía quedarse en la Escuela todo el fin de semana hasta entregar su guardia el viernes siguiente, y coincidió con que el lunes comenzaba el proceso de postulación a la escuela de los nuevos aspirantes generación 91, asi que sin asco este infeliz mandó preso a todo primer año ese fin de semana, con el único fin de mantenernos con la escoba, la pala y la manguera haciendo aseo por toda la Escuela y dejar como lustre el gimnasio y demás dependencias y patios que recibirían a los postulantes. Ese teniente era puro odio, te miraba con un desprecio increíble, era incapaz de la menor muestra de afecto o respeto hacia el inferior. Sencillamente ODIABA a primer año más que al resto de aspirantes.
La weá es que el sábado siguiente a ese maldito viernes en que nos mandó presos a todos, nos ordenaron tenida de fatiga (un uniforme espantoso de loneta verde, pantalón, botas comando dos hebillas, blusa militar y un quepis del mismo material), y a hacer aseo soportando las burlas y gritos de este infeliz y las burlas de los aspirantes de segundo y tercer año que esa mañana salían con franco mientras nos veían como una cuadrilla del PEM haciendo tacitas, barriendo, regando. Mi amigo por ahí se veía, taciturno, paleando tierra mojada de los árboles del patio, encalando piedras con un palo, con la manguera regando los jardines.
12:30 horas, se da orden de finalizar las obras, formar y dirigirse a las cuadras a asearse y a formar para rancho. Al hastío y pesadumbre sumábamos el hambre y la ilusión de una comida sabrosa o, cuando menos, que nos diese un tiempo libre en ese día horrible. Formados, el más antiguo comienza la cuenta, mi brigadier faltan seis aspirantes en todo el escuadrón, A, B, C y D en enfermería desde ayer, E que fue citado a la puerta para recoger materiales y XXX que se negó a tomar rancho mi teniente...!!
El hijo de puta sonrió, "ya no importa, si XX no quiere almorzar más comida hay para ustedes, calamidades. Ya desaparecieron de mi vista. Formar en 45 minutos y el que se atrase lo dejaré preso un mes...!!!"
Entrar al comedor, ocupar las mesas en estricto orden, el pollo con puré que cada aspirante porcionaba en su plato, el vaso plástico con jugo de porquería dulzona, comiamos con resignación, sin hablar, pensando en nuestras familias y novias. Algunos lloraban de rabia pero lo disimulaban sonándose la nariz. Terminado el rancho, a reposar a la litera, a olvidar un poco.
De pronto por detrás de las cuadras pasó corriendo un piquete de carabineros, funcionarios correspondientes al puesto de guardia de Marchant Pereira, dando voces. Desperté y los seguí, y conmigo unos seis compañeros. En la pérgola de aspirantes, al lado de una piscina a unos 100 metros de las cuadras, un grupo grande de carabineros rodeaba el lugar, fuimos allá y nos metimos dentro, entre los zamarrones de los pacos (al ser aspirantes a oficiales teniamos mas grado que los pacos pero aun asi a veces nos mandaban merecidamente a la mierda) y gritos vimos una imagen escalofriante. Mi amigo, XX, se había colgado con la manguera de regadío, la que habia pasado por las vigas de la pérgola para hacerse un nudo y colgarse. La manguera plástica por el peso del cuerpo habia cedido, y mi amigo estaba arrodillado en el suelo, los ojos abiertos y la boca abierta, muerto.
Ambler apenas lo supo no hizo ni una weá. "Un idiota menos en este lugar", dijo. El aseo continuaba. Impasible, asquerosamente insensible. A la noche llegaron oficiales, el capitán jefe del escuadrón de primer año, el director de la escuela. Hubo un discurso que nadie escuchó, palabras de aliento que nadie pescó. Habíamos perdido a un compañero y a un amigo, de la forma más estúpidamente imaginable en el peor lugar del mundo en ese momento.
El lunes siguiente entraban los flamantes postulantes a las pulcrísimas dependencias de la Escuela de Carabineros General Carlos Ibáñez del Campo a rendir sus pruebas de ingreso. En la más absoluta indiferencia, con un desconocimiento completo de los medios, sin una palabra oficial de responso, el cadáver de mi amigo a esa misma hora era sepultado en su ciudad natal.
Y Alex Ambler, en una insensibilidad bestial, entregó su guardia el viernes siguiente. Otra muerte más se sumaba a su triste record personal.
Perdón por el papiro.